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martes, 3 de diciembre de 2013

La consecuencia Borrador para un relato de ciencia-ficción- Michael Ende

La consecuencia
Borrador para un relato de ciencia-ficción
Michael Ende

El profesor Karl-Ludwig Ehwald, premio Nobel por sus trascendentales descubrimientos en el campo de la fisiología cerebral, se queda un día dormido, en un súbito e inexplicable ataque de sueño, sobre su mesa de trabajo.
Al despertar se encuentra en un futuro no muy lejano, más o menos en el año 2237. 
El lugar sigue siendo su estudio, que no ha sufrido ningún cambio, pero que se halla ahora en el Museo Karl-Ludwig Ehwald. Es saludado por algunos científicos que se presentan a él como sus hijos espirituales. 
Le explican que no está viviendo en absoluto un sueño. 
Hasta le demuestran, en la medida en que ello es posible, que lo que le rodea es realidad. 
Tales experiencias de saltos en el tiempo se deben a un corrimiento temporal en los paralajes, que para entonces ya se puede calcular previamente pero todavía no generar a voluntad.
 Se trata de un fenómeno, por así decir, natural, que ya antes era conocido, pero mal interpretado. 
En cualquier caso -le explican- el viajar a voluntad a través de los tiempos no es posible. 
El periodo de tiempo que dura el fenómeno y del cual, por consiguiente, dispone él asciende a sesenta y dos horas y treinta y ocho minutos. 
Pasado este tiempo, deberá regresar, pero eso sucede por sí solo, le dicen, por eso no tiene que preocuparse. Ehwald decide conocer lo más a fondo posible ese para él mundo futuro y sus progresos. 
Se le da, con la mayor gentileza, toda libertad, se le procura vestimenta adecuada a los tiempos y todo lo necesario y hasta se le pone a disposición una joven intérprete (germanista), pues el lenguaje ha sufrido lógicamente grandes cambios, y muchas palabras le resultan desconocidas.
El nuevo mundo que descubre le resulta casi paradisíaco. 
Todas las personas que encuentra son de una extraordinaria mansedumbre y amabilidad, para el gusto de Ehwald todo lo más un poquito aletargadas. 
Se entera de que ya no hay criminalidad, agresiones o comportamiento inmoral, o sea, nada que haga daño a los demás o a uno mismo. 
Tampoco son posibles los accidentes de tráfico, pues para entonces todas las máquinas son de una seguridad absoluta y se adelantan a cualquier decisión de las personas. 
Tampoco existe el suicidio, y las guerras son totalmente inimaginables. 
Incluso el matar a los animales para la poca carne que se necesita (casi todos los hombres son vegetarianos) se hace por medio de máquinas que, con absoluta garantía, no causan ningún género de dolor. 
Tampoco hay combates de boxeo ni otros deportes violentos, que exciten las agresiones, sólo bailes en grupo y juegos de destreza.
Una vez, sin embargo, observa Ehwald a un grupo de jóvenes que están en un patio retirado y que con los torsos desnudos parecen entregados a un extraño juego: uno está de pie, sonriente, y grita algo, tras lo cual otro joven, igualmente sonriente, le amenaza con un afiladísimo cuchillo.  
La discusión parece que reduce un poco su inercia, finalmente el segundo joven alza el cuchillo como para clavarlo, pero en el mismo instante cae al suelo como tocado por el rayo. 
Ahora, el primero recoge el cuchillo y amenaza con él a un tercero: el mismo efecto. 
Al final todos yacen por tierra, inconscientes pero sonrientes aún, y muy lentamente van reanimándose. Algunas personas mayores observan con gesto de enfado el juego, uno murmura: «¡Qué infantilismo!». La intérprete explica que el juego es completamente inofensivo. 
En su voz, Ehwald cree notar un cierto pesar.  
Ahora, el viajero comienza a interesarse por la cultura de ese mundo: ¿cómo es el arte, cómo está conformada la ética, la religión de esos hombres?
 En primer lugar, es llevado a un concierto y sufre un shock. 
Lo que allí escucha le pone los pelos de punta. 
La llamada música es un infierno de agresividad, en comparación con la cual los más salvajes ritmos de rock actuales resultan ser canciones infantiles. 
En segundo lugar, lo llevan a un holo, lo que corresponde más o menos a nuestros cines actuales, sólo que las proyecciones son tridimensionales y completamente realistas.
 El espectador se encuentra en medio de ellas. 
Nunca hasta entonces había visto Ehwald tal acumulación de cosas repugnantes, de violencia, sadismo y brutalidad. 
Al final tiene que vomitar, pero los demás espectadores, incluida la joven intérprete, parecen habérselo pasado, muy bien.
Finalmente, Ehwald se refugia en una iglesia, esperando encontrar, al menos allí, algo distinto. 

Pero esas instituciones del futuro no tienen nada en común con las que él conoce. 
Allí tampoco encuentra sino representaciones de las más espantosas torturas y tormentos; el ritual al que asiste le parece una pura blasfemia, un ensalzamiento de la infamia y el mal. 
Completamente trastornado, Ehwald regresa a su museo.
 No entiende cómo se ha podido llegar a tal estado de cosas, qué ha sucedido.
En el tiempo que aún le queda busca respuesta en los colegas, quienes, con la amabilidad que los caracteriza, le dan todas las informaciones: no depende ya de la voluntad de los hombres -eso le explican- sino que a éstos les es literalmente imposible hacerse daño unos a otros, más aún, les es imposible obrar el mal.
 El mal existe sólo en la ficción, allí donde, por así decir, sólo puede surgir de una forma irreal, no pudiendo por eso hacer daño a nadie. 
Es sólo imaginable -y por eso como un deseo soñado-, pero no puede ser llevado a la práctica. 
Los hombres son físicamente incapaces de ello. 
En cuanto uno decide de verdad hacer algo que pudiera dañar a otro, pierde el conocimiento. 
Y justamente porque está fuera del alcance, el mal es venerado y adorado. 
A este proceso han contribuido en alto grado -le explican ahora a él- los descubrimientos de Ehwald en el campo de la fisiología cerebral. 
Ellos hicieron posible la manipulación del llamado «hielo negro» en el cerebelo, una estructura celular molecular en la que tienen lugar las decisiones morales. 
A principios del siglo XXI se supo que la recién descubierta radiación de Kelber ejerce en ese centro una influencia que imposibilita los actos criminales e inmorales pues, cuando se presenta un caso así, tiene lugar una especie de efecto retroactivo que lleva a la pérdida del conocimiento en la persona correspondiente. 


Al principio, el tratamiento se aplicó a los delincuentes. 
Su capacidad de cometer delitos pudo ser eliminada mediante una radiación continua sin secuelas de enfermedad, como pasaba antes con la lobotomía.
Justamente ellos se convirtieron después en miembros especialmente útiles de la sociedad humana.

- Bueno, sí -grita Ehwald-, con los delincuentes, pase, pero ¿qué ocurre con los otros? La humanidad no consta únicamente de delincuentes.


Indudablemente, le responden, pero de eso, en definitiva, ya no se podía uno fiar. 

Con el tiempo, el progreso científico y técnico había traído inevitablemente consigo que todos sus logros estuviesen más a disposición de todo el mundo. 
Era un proceso imparable. En los tiempos de Ehwald todavía se mantenía un cierto secreto -para mencionar esto sólo a manera de ejemplo- en lo concerniente a las armas genocidas. 
Había acuerdos sobre la prohibición de armas nucleares y cosas semejantes. 
Pero eso, lógicamente, no podía ser efectivo a largo plazo. 
Llegó un momento en que cualquier estudiante de bachillerato podía elaborar, con la técnica de los genes, su propia plaga de la humanidad, cualquier reyezuelo megalómano podía construir su propia bomba atómica con la que eliminar toda vida en la tierra. 
La humanidad estaba así sometida al chantaje de cualquier suicida celoso que quisiera vengarse del mundo injusto o de su amante infiel exigiendo cosas absurdas. 
Los secuestros de aviones en la época de Ehwald fueron sólo un inofensivo comienzo, pero cuanto más complejo era el sistema y más disponible estaba, tanto más se iba exponiendo éste a todo género de abusos. 
Por eso no quedó otra solución que ser consecuente, a la vista de ese proceso irreversible, y eliminar radicalmente cualquier posibilidad de abuso para garantizar la supervivencia de la especie humana. 
Y eso fue decidido, hace más de una generación, por el Consejo superior de Seguridad Mundial y puesto en práctica por los científicos. 
Entretanto existe ya una emisora de rayos, que se procura a sí misma energía y que por vía satélite envuelve a la tierra entera en la radiación de Kelber. 
Desde entonces, la cuestión del bien y del mal ya no existe, sólo se interesan por ella algunos historiadores.

- ¡Hay que destruir sin falta esa emisora! -tartamudea Ehwald.


Eso, le dicen, es completamente imposible. 

Se han tomado medidas preventivas para evitar de todas todas ser otra vez objeto de chantaje.
 Ningún ser vivo puede alcanzar, y menos aún desconectar, esa emisora. 
La propia radiación de Kelber lo impide. 
Y eso está bien, opinan unánimemente los colegas. 
Sólo hay que pensar, dicen, en lo que sucedería, dada la disposición de ánimo que se ha generalizado entre los hombres, dada su adoración de la violencia y de la brutalidad imaginaria, si fuese posible desconectar la emisora. 
Sería, con toda seguridad, el final de la historia humana y de todo el globo terráqueo.

- Y usted, respetado profesor Ehwald, tendrá que opinar con nosotros que una humanidad viva sin libertad de decisión moral es mejor que una humanidad que, con toda seguridad, se exterminaría a sí misma, pues para ello seria ya suficiente un único criminal, loco o falto de escrúpulos.

 El profesor Dr. Karl-Ludwig Ehwald es catapultado a su propio tiempo. 
Aquella misma tarde reduce a cenizas, en la chimenea de su estudio, los resultados, esperados por todo el mundo, de su trabajo de investigación de cuarenta años sobre el complejo celular del cerebro humano que en siglos posteriores recibiría el nombre de «hielo negro».
No sabe que en la universidad de Heidelberg un joven investigador, basándose en las publicaciones anteriores de Ehwald, descubre en ese mismo instante las mismas células.

Michael Ende
Carpeta de apuntes

sábado, 23 de noviembre de 2013

EL ASESINO INFINITO por Greg Egan (Tercera y última parte)

EL ASESINO INFINITO
por Greg Egan
(Tercera y última parte)

Choco con un muro donde solía haber una puerta, doy un paso atrás, lo vuelvo a intentar, y esta vez la atravieso.
Corriendo a través de la calle, un coche abandonado se materializa ante mí; lo rodeo, me echo al suelo tras él y me cubro la cabeza.
Dieciocho. Dicienueve. Veinte. Veintiuno. ¿Veintidós?
Ni un ruido. 
Alzo la mirada. 
El coche se ha desvanecido. 
El edificio sigue en pie... y sigue parpadeando.
Me incorporo, aturdido. Algunas bombas pueden haber - deben haber - fallado... pero debería haber estallado un número suficientemente grande de ellas como para interrumpir la corriente.
Bueno, ¿y qué ha pasado?
Quizá la soñadora ha sobrevivido en una parte de la corriente pequeña pero contigua, y ésta se ha cerrado en un bucle... del que formo parte por pura mala suerte.
¿Sobrevivido?¿Cómo?
Los mundos en los que la bomba explotó deberían haber estado dispersos al azar, uniformemente, de forma suficientemente densa como para ser eficaces... pero quizá un extraño fenómeno de agrupación ha creado un hueco.
O quizá he acabado deslizándome fuera de parte de la corriente.
Las condiciones teóricas para que esto suceda siempre me han parecido demasiado extraordinarias como para que se cumplan en la vida real... pero, ¿qué sucedería si ha pasado?
Un hueco en mi presencia, corriente abajo respecto a mí, habría dejado un conjunto de mundos sin ninguna bomba, que luego hubieran seguido fluyendo y me hubieran atrapado, una vez que me alejé del edificio y mi ritmo de cambio descendió.
«Vuelvo» al hueco de la escalera.
No hay ninguna bomba sin estallar, ni ningún rastro de que alguna de mis versiones haya estado aquí.
 Pongo el artefacto de reserva y corro.
Esta vez no busco ningún refugio en la calle, sino que simplemente me tiro al suelo.
De nuevo, nada.
Intento calmarme y visualizar las posibilidades.
Si el hueco sin bombas no hubiera pasado completamente el hueco sin mí cuando las primeras bombas explotaron, entonces aún faltaría yo de una parte de la corriente superviviente... permitiendo que el mismo fenómeno se repitiese una y otra vez.
Miro al edificio intacto, incrédulo.
Soy los que alcanzan la meta.
Eso es todo lo que me define.
Pero, ¿quién falló, exactamente?
 Si yo estaba ausente de una parte de la corriente, no había versiones de mí en esos mundos que pudieran fallar.
¿Quién es el culpable? ¿A quién repudio? ¿A aquellos que consiguieron poner la bomba, pero «deberían haberla puesto» en otros mundos? ¿Estoy yo entre ellos? No tengo forma de saberlo.
Bueno, ¿y ahora qué? ¿Cuán grande es el hueco? ¿Cuán cerca estoy de él? ¿Cuántas veces puede derrotarme?
Tengo que seguir matando a la soñadora, hasta conseguirlo.
Vuelvo al hueco de la escalera.
Hay unos tres metros entre piso y piso.
Para subir, uso un pequeño garfio atado a una cuerda corta; el garfio dispara una escarpia propulsada por explosivos contra el suelo de hormigón. 
Una vez que la cuerda se desenrolla, sus posibilidades de acabar en trozos separados en diferentes mundos se magnifican; es esencial moverse rápidamente.
Inspecciono sistemáticamente el primer piso, siguiendo el procedimiento al pie de la letra, como si nunca hubiera oído hablar de la habitación 522.
Un borrón de tabiques alternativos, mobiliario espartano y fantasmal, montones temporales de tristes posesiones.
Cuando he terminado, me paro hasta que el reloj alojado en mi cráneo alcanza el siguiente múltiplo de diez minutos.
Es una estrategia imperfecta: algunos rezagados se retrasarán más de diez minutos... pero eso sería cierto por mucho que esperase.
El segundo piso también está vacío.
Pero es un poco más estable; no hay duda de que me estoy acercando al corazón del torbellino.
La arquitectura del tercer piso es casi sólida.
El cuarto, si no fuera por las pertenencias abandonadas que parpadean en las esquinas de las habitaciones, podría pasar por normal.
El quinto...
Abro las puertas a patadas, una tras otra, moviéndome sin pausa a lo largo del pasillo. 502. 504. 506.
Pensé que podría sentirme tentado de olvidar la disciplina cuando llegase a una distancia tan escasa, pero en cambio encuentro más fácil que nunca el seguir los movimientos previstos, sabiendo que no tendré más oportunidades para reagruparme.
516. 518. 520.
En el extremo más alejado de la puerta de la habitación 522 hay una joven tumbada en la cama.
Su pelo es un halo diáfano de posibilidades, su ropa una neblina traslúcida, pero su cuerpo parece sólido
y permanente, el punto cuasifijo alrededor del cual ha girado todo el caos de esta noche.
Entro en la habitación, apunto a su cráneo y disparo.
La bala cambia de mundos antes de poder alcanzarla, pero matará a otra versión, corriente abajo.
Disparo una y otra vez, esperando a que la bala de uno de mis hermanos asesinos la alcance ante mis ojos... o a que la corriente se pare, a que las soñadoras con vida sean demasiado poco numerosas, y estén demasiado dispersas, para mantenerla.




Ninguna de estas cosas sucede.
- Has tardado.
Me giro.
La mujer de pelo azul está ante la puerta.
 Vuelvo a cargar la pistola; no hace ningún movimiento para detenerme.
Mis manos tiemblan.
Me vuelvo hacia la soñadora y la mato otras dos docenas de veces. La versión ante mí permanece intacta, la corriente imperturbable.
Vuelvo a cargar y agito la pistola ante la mujer de pelo azul.
- ¿Qué coño me habéis hecho? ¿Estoy solo? ¿Habéis matado a todos los demás? - Pero eso es absurdo... y si fuera verdad, ¿cómo podría ella verme? Yo no sería más que un destello momentáneo e imperceptible para cada versión de ella, y nada más; ni siquiera sabría que yo estoy ahí.
Niega con la cabeza, y dice suavemente:
- No hemos matado a nadie. Os hemos distribuido en un Polvo de Cantor, eso es todo.
Cada uno de vosotros está aún vivo... pero ninguno puede detener el torbellino.

Polvo de Cantor.
 Un conjunto fractal, inconmensurablemente infinito, pero de medida cero. 
No hay sólo un hueco en mi presencia; hay un número infinito, una serie interminable de agujeros cada vez más pequeños, en todas partes. Pero...
- ¿Cómo? Me tendiste una trampa, me entretuviste hablando, pero, ¿cómo pudisteis coordinar los retrasos? ¿Y calcular los efectos? Para eso se necesitaría...
- ¿Capacidad de computación infinita? ¿Un número infinito de personas? - Sonríe débilmente -. Soy un número infinito de personas. Todas sonámbulas con un chute de S. Todas soñando la una con la otra. Podemos actuar al unísono, sincronizadamente, como una sola, o podemos actuar de forma independiente. O de forma intermedia, como ahora: mis versiones que pueden verte y oírte en cualquier momento están compartiendo sus datos sensoriales con el resto.
Me volví hacia la soñadora.
- ¿Por qué defenderla? Nunca conseguirá lo que quiere. Está desgarrando la ciudad, y nunca alcanzará su meta.
- Quizás aquí no.
- ¿Aquí no? ¡Está cruzando todos los mundos en los que vive! ¿Qué otro lugar hay?
La mujer niega con la cabeza.
- ¿Qué es lo que crea todos esos mundos? Las posibilidades alternativas de los procesos físicos ordinarios. Pero el fenómeno no se detiene ahí; la posibilidad de movimiento entre los mundos produce exactamente el mismo efecto. El propio superespacio se bifurca en diferentes versiones, versiones que contienen todas las posibles corrientes entre los mundos. Y puede haber corrientes de nivel superior entre esas versiones del superespacio, de forma que la estructura completa vuelve a bifurcarse. Una y otra vez.
Cierro los ojos, ahogándome en el vértigo. Si este ascenso interminable hacia infinitos cada vez mayores es cierto..
- ¿En alguna parte, la soñadora siempre triunfa? ¿Haga lo que haga yo?
- Sí.
- ¿Y en algún sitio, siempre gano? ¿En alguna parte, no has podido derrotarme?
- Sí.
¿Quién soy? Soy aquellos que alcanzan la meta.
Entonces, ¿quién soy yo?
No soy nada en absoluto.
Un conjunto de medida cero.
Dejo caer la pistola y doy tres pasos hacia la soñadora.
Mis ropas, ya en jirones, se dividen en mundos distintos y desaparecen.
Doy otro paso y me paro, sorprendido por una súbita calidez.
Mi pelo y las capas exteriores de mi piel se han desvanecido; estoy cubierto en un fino sudor de sangre. Noto, por primera vez, la sonrisa congelada en la cara de la soñadora.
Y me pregunto: ¿en cuántos conjuntos infinitos de mundos daré un paso más? ¿Y cuántas innumerables versiones de mí preferirán volverse y salir de esta habitación? ¿A quién exactamente estoy salvando de la vergüenza, cuando viviré y moriré de todas las formas posibles?
A mí mismo.

FIN

miércoles, 13 de noviembre de 2013

EL ASESINO INFINITO Por Greg Egan (Segunda parte)

EL ASESINO INFINITO
Por Greg Egan
(Segunda parte)



Acelero el paso durante un rato; otras versiones mías deben estar haciendo lo mismo, compensando el tiempo que hayan perdido. 
No puedo esperar mantener una sincronización perfecta, pero la dispersión es insidiosa; si no intentase por lo menos minimizarla, acabaría viajando hacia el centro por todas las rutas imaginables y llegando a lo largo de un período de varios días.

Y aunque habitualmente puedo compensar el tiempo perdido, nunca puedo cancelar completamente los efectos de los retrasos variables. 
Si paso diferentes cantidades de tiempo a diferentes distancias del centro, eso supone que no todas mis versiones se deslizan uniformemente. 
Hay modelos teóricos que muestran que bajo ciertas condiciones esto podría producir huecos; podría encontrarme apiñado en ciertas partes de la corriente y ausente de otras: un poco como separar en dos mitades todos los números entre el 0 y el 1, dejando un agujero desde 0,5 hasta 1, insertando una infinitud en otra que es cardinalmente idéntica, pero con la mitad de su tamaño geométrico. 
Ninguna de mis versiones sería destruida, y ni siquiera existiría dos veces en el mismo mundo, pero sin embargo se habría creado un hueco.

En cuanto a dirigirme directamente al edificio donde mi «soplona» dice que el mutante se encuentra soñando, no me tienta en absoluto. 
Sea o no verídica la información, dudo mucho de que haya recibido el soplo en más de una porción insignificante - técnicamente, un conjunto de medida cero - de los mundos atrapados en el torbellino. Cualquier acción tomada sólo en un conjunto de mundos tan disperso sería completamente ineficaz para el objetivo de interrumpir la corriente.

Si tengo razón, entonces por supuesto que no importa lo que haga; si todas las versiones que recibieron el soplo se limitaran a alejarse del torbellino, eso no tendría ningún impacto sobre la misión. 
Un conjunto de medida cero no se echaría en falta. 
Pero mis acciones, como individuo, son siempre irrelevantes en ese sentido; si yo, y sólo yo, desertara, la pérdida sería infinitesimal. 
La trampa es que nunca podría estar seguro de estar actuando solo.

Y la verdad es que algunas de mis versiones probablemente han desertado; por muy estable que sea mi personalidad, es difícil de creer que no haya combinaciones cuánticas válidas que impliquen tal acción. 
Sean cuales sean las opciones físicas posibles, mis alter egos han realizado - y continuarán realizando - todas ellas. 
Mi estabilidad yace en la distribución, y en la densidad relativa, de todas estas ramas, que forman una estructura estática y preordenada. 
El libre albedrío es una racionalización; no puedo evitar tomar todas las decisiones correctas. 
Y todas las equivocadas.

Pero yo «prefiero» (si concedemos algún significado a esta palabra) no pensar demasiado a menudo en este sentido. 
El único acercamiento saludable es pensar en mí mismo con un agente libre entre muchos, e «intentar» alcanzar la coherencia; hacer caso omiso de los atajos, atenerme al procedimiento, «hacer todo lo que pueda» para concentrar mi presencia.

En cuanto a preocuparme por los alter egos que desertan o fallan o mueren, hay una solución sencilla: los repudio. 
Es cosa mía definir mi identidad de cualquier forma que me parezca correcta. 
Puedo estar obligado a aceptar mi multiplicidad, pero los límites los establezco yo. 
«Yo» soy los que sobreviven y alcanzan la meta. 
El resto son otra persona.

Alcanzo un lugar alto apropiado y realizo una tercera cuenta.
 Lo que veo desde aquí comienza a parecer una grabación de media hora recortada hasta durar cinco minutos... excepto en que no es toda la escena la que cambia en conjunto; salvo algunas parejas altamente interrelacionadas, diferentes personas se desvanecen y aparecen independientemente, sufriendo sus propios saltos de montaje individuales. 
Todavía están todos cambiando de universo más o menos a la vez, pero lo que eso significa, en términos de dónde acaban estando físicamente en un instante dado, es tan complejo que lo mismo podría ser fortuito. Algunas personas no se desvanecen en absoluto; un hombre holgazanea consistentemente en la misma esquina... aunque su peinado cambia radicalmente al menos cinco veces.

Una vez que ha tomado las medidas, el ordenador de los prismáticos me muestra las coordenadas de la posición estimada del centro. 
Está a unos sesenta metros del edificio que me señaló la mujer del pelo azul; dentro del margen de error. 
Así que quizás estaba diciendo la verdad... pero eso no cambia nada. 
Aun así, no debo hacerle caso. 
Mientras comienzo a caminar hacia mi objetivo, se me ocurre que quizá caí en una emboscada, después de todo.
Quizá me dieron la localización de la mutante en un intento deliberado de distraerme, de dividirme. 
Quizá la mujer arrojó una moneda para dividir al universo: cara supone soplo, cruz no... o quizá usó unos dados, y eligió de entre una lista más amplia de estrategias.

Es sólo una teoría... pero es una idea reconfortante: si eso es lo mejor que puede hacer el culto del torbellino para proteger al objeto de su devoción, entonces no tengo nada en absoluto que temer de ellos.



Evito las calles principales, pero incluso en las laterales está claro que se han dado cuenta ya. 
La gente corre en dirección contraria a la mía, unos histéricos, otros ceñudos; unos con las manos vacías, otros llevando posesiones; un hombre corre de una puerta a otra, arrojando ladrillos a las ventanas, despertando a los ocupantes y gritando las noticias. 
No todo el mundo se dirige en la misma dirección; la mayoría se limita a alejarse del ghetto, intentado escapar del torbellino, pero otros están sin duda buscando frenéticamente a sus amigos, a sus familias o a sus amantes, en la esperanza de alcanzarlos antes de que se conviertan en desconocidos.
 Les deseo suerte.
Excepto en el centro de la zona de desastre, algunos soñadores endurecidos permanecerán en su sitio. Deslizarse no les importa; pueden alcanzar sus vidas de ensueño desde cualquier sitio... o eso piensan.
 A algunos les espera una sorpresa desagradable; el torbellino puede pasar a través de mundos donde no existe el S... donde el adicto mutante tiene un alter ego que jamás ha oído hablar de la droga.

Al dar la vuelta para entrar en una avenida larga y recta, empiezo a notar a simple vista los saltos de montaje que mostraban los prismáticos hace sólo quince minutos. 
La gente parpadea, cambia, desaparece. 
Nadie permanece mucho tiempo a la vista; pocos viajan más de diez o veinte metros antes de desvanecerse. 
Muchos vacilan y tropiezan al correr, esquivando espacio vacío y objetos reales, con toda la confianza en la permanencia del mundo a su alrededor hecha trizas, y con razón. 
Algunos corren a ciegas con las cabezas gachas y los brazos adelantados.
La mayoría de la gente es suficientemente lista como para viajar a pie, pero muchos coches hechos pedazos y abandonados aparecen y desaparecen sobre la carretera.
 Presencio el paso de un coche en movimiento, pero sólo fugazmente.

No me veo a mí mismo por ninguna parte; nunca lo he hecho. 
La dispersión al azar debería ponerme en el mismo mundo dos veces, en ciertos mundos... pero sólo en un conjunto de medida cero. 
Arroja dos dardos idealizados a una diana, y la probabilidad de que den en el mismo punto - el mismo punto de cero dimensiones - dos veces es cero. 
Repite el experimento en un número inconmensurablemente infinito de mundos, y sucederá... pero sólo en un conjunto de medida cero.


Los cambios son más frenéticos a lo lejos, y el borrón de actividad retrocede en alguna medida mientras me muevo - ya que se debe, en parte, a la mera separación - pero también me estoy acercando a gradientes más agudos, así que poco a poco voy acumulando caos. 
Mantengo un paso calculado, alerta tanto ante los repentinos obstáculos humanos como ante los cambios en el terreno.



Los peatones van desapareciendo. 
La propia calle aún permanece, pero los edificios a mi alrededor comienzan a transformarse en extraños monstruos con segmentos de diversos diseños que no casan,
y luego con estructuras muy diferentes yuxtapuestas. 
Es como caminar por una especie de máquina holográfica de diseño arquitectónico que se hubiese vuelto loca. 
Antes de que pase mucho tiempo, la mayor parte de estos compuestos comienzan a derrumbarse, desequilibrados por desacuerdos fatales sobre dónde deben apoyarse. 
La caída de los escombros hace que la acera se vuelva peligrosa, así que continúo mi camino entre los coches destrozados de la calle. 
Prácticamente ya no hay tráfico, pero orientarse entre todo este metal de desguace «quieto» es una tarea lenta. Los obstáculos aparecen y desaparecen; suele ser más rápido esperar a que se desvanezcan que retroceder y buscar otro camino. 
A veces me encuentro cercado por todos lados, pero nunca durante mucho tiempo.

Finalmente, la mayor parte de los edificios a mi alrededor parece haberse derrumbado en la mayor parte de los mundos, y encuentro un camino cerca del arcén que es relativamente utilizable. 
A mi alrededor es como si un terremoto hubiera destruido el ghetto.
 Mirando hacia atrás, en dirección contraria al torbellino, no hay nada salvo una niebla gris de edificios impersonales; allá fuera, las estructuras aún se mueven enteras - o tan rápido que permanecen en pie - pero yo estoy deslizándome mucho más rápido que ellos, por lo que la línea del horizonte se ha convertido para mí en una amorfa exposición múltiple de mil millones de posibilidades diferentes.

Una silueta, abierta en canal diagonalmente desde el cráneo hasta la ingle, se materializa delante de mí, se derrumba y desaparece. 
Mis tripas se encogen, pero continúo adelante.
 Sé que eso mismo le debe estar pasando a algunas versiones de mí... pero declaro, defino, que se trata de la muerte de desconocidos. 
El gradiente es tan alto ahora que las diferentes partes del cuerpo pueden ser arrastradas a mundos diferentes, donde las piezas complementarias de la anatomía no tienen ninguna buena razón estadística para aparecer alineadas correctamente. 
El ritmo al que sucede esta disociación mortal, sin embargo, es inexplicablemente más bajo de lo previsto por los cálculos; el cuerpo humano defiende de alguna forma su integridad, y se desliza entero más a menudo de lo que debiera. 
La base física de esta anomalía aún no ha sido encontrada... pero por otra parte, la base física con la que el cerebro humano crea la ilusión de una historia única, del sentido del tiempo y del sentido de la identidad partiendo de las ramas infinitamente bifurcadas del superespacio ha resultado ser igualmente difícil de localizar.

El cielo comienza a iluminarse con un espeluznante color gris azulado que ningún cielo encapotado individual poseyó jamás. Las propias calles se encuentran ahora en estado de flujo; cada dos o tres pasos encuentro una revelación: betún, mampostería quebrada, hormigón, arena, todos a niveles ligeramente diferentes... y brevemente, un trozo de hierba marchita. Un implante de guía inercial dentro de mi cráneo me orienta a través del caos. Las nubes de humo y polvo aparecen y desaparecen... y entonces...

Un grupo de apartamentos cuyos rasgos superficiales parpadean, pero que no muestran signos de ir a desintegrarse. El ritmo de cambio aquí es más alto que nunca, pero hay un efecto compensatorio: los mundos entre los que fluye la corriente deben ser cada vez más parecidos cuanto más cerca estás del soñador.

Los edificios son aproximadamente simétricos, y está perfectamente claro cuál está en el centro. 
Ninguno de mis yoes dejaría de llegar a la misma conclusión, así que no necesitaré atravesar absurdas contorsiones mentales para evitar actuar siguiendo el soplo.
La entrada principal del edificio oscila principalmente entre tres alternativas. 
Elijo la puerta más a la izquierda; una cuestión de procedimiento, una convención que la Compañía consiguió propagar entre todas sus encarnaciones incluso antes de reclutarme. (Sin duda, durante un tiempo circularon instrucciones contradictorias, pero al cabo un plan debió dominar sobre los otros, porque nunca me han dado indicaciones distintas.) 
A menudo deseo poder dejar (y/o seguir) una pista de algún tipo, pero cualquier marca que hiciera sería inútil, arrastrada corriente abajo más rápidamente que aquellos a los que se supone que debe guiar. 
No tengo más remedio que confiar en que el procedimiento minimizará mi dispersión.
Desde el vestíbulo puedo ver cuatro huecos de escalera... con todas las escaleras convertidas en pilas de escombros parpadeantes. 
Entro en el que se encuentra más a la izquierda y miro hacia arriba; la luz de la mañana entra a través de una variedad de ventanas posibles.
El espacio entre las grandes planchas de hormigón que forman los pisos se mantiene constante; la diferencia de energía entre estructuras tan grandes en posiciones diferentes les presta más estabilidad que a todas las formas específicas posibles de escaleras. 
Sin embargo, se estarán formando grietas, y con el tiempo, no hay duda de que incluso este edificio sucumbiría a sus discrepancias, matando a la soñadora en un mundo detrás de otro y cortando la corriente. Pero, ¿quién sabe cuán lejos habrá llegado el torbellino para entonces?
Los artefactos explosivos que llevo conmigo son pequeños pero más que adecuados. Pongo uno en el hueco de la escalera, le dicto la secuencia de activación, y echo a correr. 
Miro al otro lado del vestíbulo mientras retrocedo, pero en la distancia, los detalles entre los escombros no son más que borrones. 
La bomba que puse ha sido arrastrada a otro mundo, pero es una cuestión de fe - y de experiencia - que hay una cola infinita de bombas que ocuparán su lugar.
(Continúa en "El Asesino Infinito-Tercera Parte")

domingo, 3 de noviembre de 2013

EL ASESINO INFINITO-Greg Egan (Primera parte)

EL ASESINO INFINITO
Greg Egan
(Primera parte)


Hay una cosa que nunca cambia: cuando algún yonqui mutante con un chute de S empieza a revolver la realidad, siempre me mandan a mí al torbellino para arreglar las cosas.
¿Por qué?
Dicen que soy estable.
Fiable.
Digno de confianza.
En cada informe posterior a una operación, los psicólogos de la Compañía (perfectos desconocidos, cada vez) miran con incredulidad los gráficos y me dicen que soy exactamente la misma persona que cuando entré.
El número de mundos paralelos es infinito más allá de toda medida - infinito como los números reales, no simplemente como los enteros -, lo que hace difícil cuantificar estas cosas sin elaboradas definiciones matemáticas, pero, aproximadamente, parece que soy invariable de una forma poco común: más parecido de un mundo a otro de lo que lo es la mayor parte de la gente. 
¿Cuán parecido? 
¿En cuántos mundos? 
Los suficientes para ser de utilidad. 
Los suficientes para ser eficaz.
Cómo supo esto la Compañía y cómo me encontraron, nunca me lo han dicho. Me reclutaron a los diecinueve años.
Me sobornaron.
Me entrenaron.
Me lavaron el cerebro, supongo.
A veces me pregunto si mi estabilidad tiene algo que ver conmigo; quizá la auténtica constante sea la forma en la que me han preparado.
Quizá un número infinito de personas diferentes a las que se les aplique el mismo procedimiento darían el mismo resultado.
Han dado el mismo.
Los detectores repartidos por todo el planeta han sentido los débiles comienzos de un torbellino, y han localizado el centro con un margen de error de varios kilómetros, pero ésa es la posición más precisa que puedo obtener por estos medios. 
Cada versión de la Compañía comparte libremente su tecnología con las otras, para asegurar una respuesta uniformemente óptima, pero incluso en el mejor de los mundos posibles los detectores son demasiado grandes y delicados como para acercarlos y que den una lectura más precisa.

Un helicóptero me deja en tierra baldía, al sur del ghetto de Leightown.
 Nunca he estado aquí antes, pero los escaparates cubiertos con cartones y los apartamentos grises son muy familiares. 
Todas las grandes ciudades del mundo (en todos los mundos que conozco) tienen un sitio como éste, creado por una política a la que se suele denominar aplicación discriminada.
El uso o la posesión de S es estrictamente ilegal, y la pena en la mayor parte de los países es la ejecución sumaria (en lo posible), pero los gobiernos prefieren tener a los adictos concentrados en áreas designadas que arriesgarse a que se encuentren repartidos entre la generalidad de la ciudadanía.

Así que si te pillan con S en un suburbio agradable y limpio, te abrirán un agujero en el cráneo, pero aquí no puede suceder eso.
Aquí no hay policías.
Me dirijo al norte.
Son las cuatro de la madrugada pasadas, pero hace un calor salvaje, y una vez que salgo de la zona intermedia, las calles están llenas.
La gente entra y sale de los locales nocturnos, las licorerías, las tiendas de empeños, los burdeles.
La electricidad de las farolas ha sido cortada de esta parte de la ciudad, pero alguien con sentido cívico ha reemplazado las bombillas normales por globos autocontenidos de tritio y fósforo que derraman una luz pálida y fría, como leche radiactiva.
La creencia popular es que la mayor parte de los adictos al S no hacen nada más que soñar, pero eso es ridículo; no sólo necesitan comer, beber y ganar dinero como todos los demás, sino que pocos desperdiciarían la droga en los momentos en los que sus alter egos están dormidos.
Información dice que hay una especie de culto del torbellino en Leightown que puede intentar interferir en mi tarea.
Me han advertido antes sobre este tipo de grupos, pero nunca ha sucedido nada; el cambio más leve de realidad es, normalmente, lo único que se necesita para que tal aberración se desvanezca.
 La Compañía y los ghettos son las respuestas estables al S; todo lo demás parece ser altamente condicional.
Aun así, no debería confiarme. Incluso si estos cultos no pueden ejercer ningún impacto significativo sobre la misión en conjunto, sin duda han acabado con algunas versiones de mí mismo en el pasado, y no quiero que esta vez sea mi turno.
Sé que un número infinito de versiones de mí sobrevivirían - algunas de las cuales sólo se diferenciarían de mí en que ellas habrían sobrevivido - así que quizá debería sentirme completamente despreocupado ante la idea de la muerte.
Pero no es así.
Guardarropa me ha vestido con cuidado escrupuloso: una camiseta holográfica reflectante recuerdo de la gira mundial de los Fat Single Mothers Must Die, el tipo correcto de vaqueros, el modelo correcto de zapatillas deportivas.
Paradójicamente, los adictos al S suelen ser entusiastas seguidores de la moda «local», es decir, la opuesta a la de sus sueños; quizá se trate de una forma de intentar delimitar sus idas del sueño y de la vigilia.
Por ahora, mi camuflaje es perfecto, pero no espero que esto dure; cuando el torbellino comience a acelerarse, llevándose a diferentes partes del ghetto a historias diferentes, los cambios de moda serán uno de los indicadores más fáciles de apreciar.
Si mis ropas no empiezan a parecer fuera de lugar antes de que pase mucho tiempo, sabré que me dirijo en la dirección equivocada.
Un hombre alto y calvo con un pulgar humano disecado colgando de una oreja choca conmigo al salir de un bar.
Al separarnos, se vuelve contra mí, lanzándome pullas y obscenidades.
Reacciono con cuidado; puede tener amigos entre la multitud, y no puedo perder el tiempo con ese tipo de líos.
No respondo para no aumentar la tensión, pero me preocupo de parecer confiado sin llegar a ser arrogante ni despectivo.
Este numerito de equilibro da resultado.
Aparentemente, insultarme impunemente durante treinta segundos satisface su orgullo, y se aleja sonriendo.
Mientras sigo mi camino, sin embargo, no puedo evitar preguntarme cuántas versiones de mí no salieron tan fácilmente de ésta. Aumento la velocidad para compensar el retraso.
Alguien me alcanza y se pone a caminar a mi lado.
- Eh, me ha gustado cómo te las has apañado con ése.
Sutil Manipulador.
Pragmático.
 Nota máxima. -
 Una mujer de veintitantos, de pelo corto azul metálico.
- Vete a la mierda. No estoy interesado.
- ¿En qué?
- En nada.
Niega con la cabeza.
- Eso no es verdad. Eres nuevo aquí, y estás buscando algo. O a alguien. Quizá pueda ayudarte.
- Ya te lo dije, vete a la mierda.
Se encoge de hombros y deja de seguirme, pero me grita desde atrás:
- Todos los cazadores necesitan un guía. Piénsalo.
Unas manzanas más adelante entro en una callejuela sin iluminación.
Desierta, silenciosa; apesta a basura medio quemada, insecticida barato y meados.
Y juraría que puedo sentirlo: en los oscuros y derruidos edificios en torno a mí, hay gente soñando con S.
El S es distinta a cualquier otra droga.
Los sueños de S no son ni surrealistas ni euforizantes.
Ni son como viajes en simulador: fantasías vacías, cuentos de hadas absurdos de prosperidad sin límite e indescriptible felicidad.
Son los sueños de las vidas que, literalmente, podrían haber llevado los soñadores, tan sólidas y plausibles como sus vidas de la vigilia.
Con una excepción: si la vida soñada se vuelve desagradable, el soñador puede abandonarla a voluntad y elegir otra (sin necesidad de soñar que toma S... aunque se conoce que eso ha sucedido). Él o ella pueden componer una segunda vida en la que no hay errores que no puedan ser corregidos ni decisiones que sean absolutas. Una vida sin fallos, sin puntos muertos. Todas las posibilidades permanecen abiertas para siempre.

El S concede a los soñadores el poder de vivir por persona interpuesta en un mundo paralelo donde tengan un alter ego: alguien con quien compartan en grado suficiente la fisiología cerebral para mantener la resonancia parasitaria del enlace.

Según las investigaciones, no es necesario para que esto suceda que exista una perfecta correspondencia genética... pero tampoco es suficiente; el desarrollo en la primera infancia también parece afectar a las estructuras neuronales implicadas.
Para la mayor parte de los adictos, la droga no hace más que esto.
Para uno entre cien mil, sin embargo, los sueños son sólo el comienzo.
En su tercer o cuarto año tomando S, comienzan a moverse físicamente de un mundo a otro, luchando por ocupar el lugar de los alter egos que han elegido.
El problema es que nunca sucede algo tan simple como una infinitud de cambios directos entre todas las versiones del adicto mutante que han alcanzado este poder y todas las versiones en las que desean convertirse.
Estas transiciones son desfavorables en términos de energía; en la práctica, cada soñador debe moverse continua y gradualmente, pasando por todos los puntos intermedios.
Pero esos «puntos» están ocupados por otras versiones de ellos mismos; es como el movimiento de una multitud... o de un fluido.
Los soñadores tienen que fluir.
Al principio, los alter egos que han desarrollado esta habilidad están distribuidos de forma demasiado dispersa como para ejercer ningún efecto.
Después parece que se produce una especie de parálisis por simetría; todos los flujos potenciales son igualmente posibles, incluyendo el opuesto exacto de cada uno. Sencillamente, se cancelan entre sí.
Las primeras veces que la simetría se rompe, habitualmente no sucede nada salvo un leve estremecimiento, un deslizamiento momentáneo, un temblor del mundo casi imperceptible.
 Los detectores registran estos sucesos, pero son demasiado poco sensibles como para localizarlos.
En algún momento, una especie de umbral crítico se cruza. 
Se desarrollan flujos complejos y continuos: corrientes vastas y enmarañadas con el tipo de topologías patológicas que sólo puede contener un espacio de dimensiones infinitas. 
Estos flujos son viscosos; los puntos cercanos se ven arrastrados con ellos.
 Eso es lo que crea el torbellino; cuando más cerca estás de un soñador mutante, más rápido te lleva de un mundo a otro.
Cada vez más versiones del soñador contribuyen al flujo, éste comienza a acelerar... y cuanto más rápido se vuelve, más lejos deja sentir su influencia.
A la Compañía, por supuesto, no le importa una mierda si la realidad comienza a revolverse en los ghettos. Mi trabajo es impedir que los efectos se extiendan más allá.
Sigo la callejuela hasta lo alto de una colina.
Hay otra calle a unos cuatrocientos metros.
Encuentro un lugar a cubierto entre los escombros de un edificio medio demolido, saco unos prismáticos y paso cinco minutos observando a los peatones.
Cada diez o quince segundos, noto una pequeña mutación: una prenda de vestir que cambia; una persona que se desplaza súbitamente, o que se desvanece por completo, o que se materializa en el vacío.
Los prismáticos son inteligentes; cuentan el número de sucesos que aparecen en su campo de visión y calculan las coordenadas del punto que están enfocando.
Me giro ciento ochenta grados y vuelvo a mirar a la multitud por la que he pasado hasta llegar aquí.
El ritmo es significativamente menor, pero puede verse el mismo tipo de fenómeno.
Las personas en la calle no notan nada, desde luego; por el momento, los gradientes del torbellino son tan estrechos que dos personas cualesquiera a distancia visual la una de la otra en una calle abarrotada se deslizarán más o menos de un universo a otro al mismo tiempo.
Los cambios sólo pueden apreciarse a distancia.
De hecho, ya que estoy más cerca del centro del torbellino que la gente que se encuentra hacia el sur, la mayor parte de los cambios que veo en esa dirección se deben a mi propio ritmo de desplazamiento.
Hace mucho tiempo que dejé atrás el mundo de mis empleadores más recientes... pero no me cabe duda de que mi puesto habrá sido cubierto, y continuará siéndolo.
Tendré que hacer una tercera observación para localizar el centro, alejándome de la línea norte-sur que une los dos primeros puntos.
Al cabo del un rato, por supuesto, el centro se desplazará, pero no muy rápidamente; la corriente fluye entre los mundos donde los centros están cercanos, por lo que su posición es lo último en cambiar.
Bajo de la colina, dirigiéndome hacia el oeste.
De nuevo entre la multitud y las luces, esperando para cruzar la calle, alguien me da un golpecito en el codo.
Me giro para encontrarme con la misma mujer de pelo azul que me abordó antes.
Le dirijo una mirada de suave molestia, pero mantengo la boca cerrada; no sé si esta versión de ella se ha encontrado o no con una versión mía, y no quiero contradecir sus expectativas.
En estos momentos, al menos algunos de los habitantes deben haberse dado cuenta de lo que está pasando: sólo escuchar una emisora de radio exterior, tartamudeando al azar de canción en canción, debería ser suficiente para delatarlo... pero no me conviene ser yo el que dé la noticia.
- Puedo ayudarte a encontrarla - dice ella.
- ¿Ayudarme a encontrar a quién?
- Sé exactamente dónde está. No es necesario perder el tiempo en medidas y cálc...
- Cállate. Ven conmigo.
Me sigue sin protestar a un callejón cercano.
Quizá me están preparando una emboscada.
¿El culto del torbellino?
 Pero el callejón está desierto.
Cuando estoy seguro de que nos encontramos solos, la empujo contra la pared y le pongo una pistola en la sien.
No grita pidiendo ayuda ni se resiste; está inquieta, pero no creo que le sorprenda este tratamiento. La registro con un escáner manual de resonancia magnética; ni armas, ni trampas, ni transmisores.
- ¿Por qué no me cuentas de qué va todo esto? - digo. Juraría que nadie pudo haberme visto en la colina, pero quizá vio a otra versión mía. No es propio de mí meter la pata, pero a veces sucede.
Cierra los ojos durante un momento y dice, casi con calma:
- Quiero ahorrarte tiempo, eso es todo. Sé dónde está la mutante. Quiero ayudarte a encontrarla lo más rápidamente que pueda.
- ¿Por qué?
- ¿Por qué? Tengo un negocio aquí, y no quiero verlo perturbado. ¿Sabes lo difícil que es reconstruir los contactos, tras el paso del torbellino? ¿Qué crees, que me cubre el seguro?
No me creo nada de todo esto, pero no veo razón para no seguirle el juego; es probablemente la forma más sencilla de tratar con ella, excepto volarle la cabeza. Guardo la pistola y saco un mapa de mi bolsillo.
- Muéstramelo.
Señala un edificio a unos dos kilómetros al noroeste respecto a donde estamos.
- El quinto piso. Apartamento 522.
- ¿Cómo lo sabes?
- Tengo un amigo que vive en el edificio. Notó los efectos poco antes de medianoche y me llamó. - Ríe nerviosamente -. De hecho, no conozco tan bien a ese tío... pero creo que la versión que me telefoneó tiene un lío con otra versión mía.
- ¿Por qué no te limitaste a marcharte cuando te llegó la noticia? Y mantenerte así a una distancia segura.
Niega vehementemente con la cabeza.
- Irse es lo peor que se puede hacer; acabaría aún más desconectada. El mundo exterior me es indiferente. ¿Crees que me importa si el gobierno cambia, o si las estrellas del pop tienen otros nombres? Éste es mi hogar. Si Lightown se desliza, prefiero deslizarme con ella. O con parte de ella.
- Y, ¿cómo me encontraste?
Se encoge de hombros.
- Sabía que vendrías. Todo el mundo lo sabe. Por supuesto, no sabía qué aspecto tendrías... pero conozco este lugar bastante bien, y me mantuve alerta ante la presencia de desconocidos. Y parece que tuve suerte.
Suerte. Desde luego. Algunos de mis alter egos estarán teniendo versiones de esta conversación, pero otros no estarán manteniendo ninguna conversación en absoluto. Otro retraso fortuito más.
- Gracias por la información. - Doblo el mapa.
- A tu servicio - asiente.
Mientras me aleja, grita:
- ¡Siempre a tu servicio!
(continúa en "el Asesino Infinito Segunda parte")

lunes, 7 de octubre de 2013

Mawlana Jalal ad-Din Muhammad Rumi :Poemas de Inspiración sufí del siglo 13 editados por Deepak Chopra ("A gift of love I" Desire Recitado por Demi Moore)

Mawlana Jalal ad-Din Muhammad Rumi  
Poemas de Inspiración sufí del siglo 13 
A gift of love I
Aldo Luongo Art "First Kiss"

De la edición publicada por Deepak Chopra,"Poemas Místicos de Pasión de Rumi", surge esta producción musical "A Gift Of Love: Deepak and Friends Present Music Inspired By The Love Poems Of Rumi" .
Estos poemas fueron escritos en el siglo 13, originados en la inspiración del místico sufí Mawlana Jalal ad-Din Muhammad Rumi en la adoración de su amante:Dios.
Adam Plack y Fuchs Yaron pusieron el telón de fondo musical con sabor persa de "UN REGALO DE AMOR vol. I", pero el objetivo real de esta grabación es la poesía de inspiración sufí del poeta del siglo 13,Rumi.
Deepak Chopra es acompañado por una multitud de amigos famosos, como Madonna, Martin Sheen, Demi Moore, Goldie Hawn, y otros, recitando poemas de Rumi sobre la vida, el amor, la conciencia espiritual, y placeres mundanos.
El resultado es un álbum que calma tanto el oído y como el alma.
No he encontrado videos oficiales de presentación, ni sitio alguno referido a este álbum
Casi todos los videos son ensambles hechos por usuarios de Youtube, con libre interpretación y albedrío.
En el video presentado,el autor eligió el Poema "Desire" interpretado por Demi Moore y acompañado por el grupo Buddha Bar.
La traducción del idioma Inglés al español es mía y espero con humildad haber respetado el espíritu de las letras.




Aldo Luongo Art- "Lovers"



Desire (He has no Choice)
Deepak Chopra ft.Demi Moore


A lover knows only humility , he has no choice .

He steals into your alley at night , he has no choice .

He longs to kiss every lock of your hair ,

Don't fret , he has no choice.

In his frenzied love for you ,

he longs to break the chains of his imprisionment .

He has no choice .






A lover asked his beloved -

Do you love yourself more than you love me ?

Beloved replied : I have died to myself and live for you .

I've disappeared from myself and my attributes.

I am present only for you .

I've forgotten all my learnings .

But from knowing you I've become a scholar.

I have lost all my strength ,

But from your power I am able .

I love myself ...

I love you .

I love you ... I love myself .






I am your lover , come to my side ,

I will open the gate to your love .

Come settle with me ,

let us be neighbors to the stars .

You have been hiding so long ,

endlessly drifting in the sea of my love .

Even so , you have always been connected to me .


Concealed revealed ,

in the known ~ in the un - manifest ,

I am life itself .

You have been a prisioner of a little pond ,

I am the ocean ,

And it's - turbulant flood .

Come merge with me ,

Leave this world of ignorance .

Be with me ,

I will open the gate to your love .

 
I desire you more than food or drink .

My body , my senses , my mind , hunger for your taste .

I can sense your presence in my heart

~ Although you belong to all the world ~

I wait with silent passion for one gesture ,

One glance from you .

He has no Choice






Aldo Luongo Art-Twilight-

Deseo (Él no tiene opción)
Deepak Chopra-Demi Moore



Un amante sólo conoce la humillación, no tiene más remedio.

Roba en tu callejón por la noche, no tiene más remedio.

Anhela besar a cada mechón de tu cabello,

No te preocupes, no tiene más remedio.

En su amor frenético por ti,

anhela romper las cadenas de su aprisionamiento.

Él no tiene otra opción.





Una amante le preguntó a su Amado -

¿Te gustas a ti mismo más de lo que me amas?

Su Amado respondió: he muerto a mí mismo y vivo para ti.

Me he desaparecido de mí mismo y de mis atributos.

Yo soy sólo un presente para tí

He olvidado todas mis enseñanzas.

Sin embargo, por aprenderte, me he convertido en un alumno.

He perdido todas mis fuerzas,

Pero con tu poder, yo soy fuerte

Me amo a mí mismo ...

Te amo.

Te amo ...

Me amo a mí mismo.






Yo soy tu amante, ven a mi lado,

Abriré el portal a tu amor.

Ven junto mí,

Seamos vecinos de las estrellas.

Has estado escondida tanto tiempo,

a la deriva sinfín en el mar de mi amor.


Aun así, tú siempre has estado conectada a mí.

Oculta, revelada,

en lo conocido,en lo no-manifestado,

Yo soy la vida misma.

Tú has sido prisionera de un pequeño estanque,

Yo soy oceáno

Y esto es- turbulenta inundación

Ven, fúndete conmigo ,

Deja este mundo de ignorancia.

Permanece conmigo,

Abriré el portal a tu amor.

Te deseo más que al alimento o a la bebida.


Mi cuerpo, mis sentidos, mi mente,están hambrientos

de tu sabor

Puedo sentir tu presencia en mi corazón

~ A pesar de que perteneces a todo el mundo ~

Espero con silenciosa pasión, por un gesto,

por una mirada de ti...

Él no tiene otra opción


lunes, 2 de septiembre de 2013

De las almas creadas- Emily Dickinson

De las almas creadas
Emily Dickinson

De las almas creadas
supe escoger la mía.
Cuando parta el espíritu
y se apague la vida,
y sean Hoy y Ayer
como fuego y ceniza,
y acabe de la carne
la tragedia mezquina,
y hacia la Altura vuelvan
todos la frente viva,
y se rasgue la bruma...
yo diré:
Vean la chispa
y el luminoso átomo
que preferí a la arcilla!

domingo, 25 de agosto de 2013

ZAPHOD Y UN TRABAJO SEGURO- Douglas Adams


ZAPHOD Y UN TRABAJO SEGURO
Douglas Adams

Una inmensa nave voladora se movía velozmente sobre la superficie de un mar asombrosamente bello. Desde media mañana había estado desplazándose hacia adelante y hacia atrás, describiendo grandes arcos cada vez más anchos, hasta que finalmente atrajo la atención de los isleños locales, gente pacífica y amante de los frutos de mar, que se reunieron en la playa, entre cerrando los ojos ante la cegadora luz solar, para tratar de ver qué pasaba.

Cualquier persona de conocimientos sofisticados, que hubiera viajado, que hubiera tenido alguna experiencia, probablemente habría observado cuán parecida era la nave a un archivero, a un enorme y recientemente robado archivero acostado de espaldas,con los cajones al viento y volando.
Por su parte, los isleños, cuya experiencia era de otra clase, quedaron impresionados al ver qué poco se parecía a una langosta marina.
Charlaban, excitados, acerca de su total ausencia de pinzas, su rígida espalda sin curvas, y sobre el hecho de que parecía tener grandísimas dificultades para mantenerse en el suelo. 
Esta última característica les parecía especialmente jocosa. 
Se pusieron a dar muchos saltos para demostrarle a esa estúpida cosa que ellos creían que permanecer en el suelo era lo más fácil del mundo.

Pero este entretenimiento pronto comenzó a perder la gracia. 
Después de todo, dado que tenían perfectamente en claro que la cosa no era una langosta, y dado que su mundo tenía la bendición de poseer en abundancia cosas que sí eran langostas (una buena media docena de las cuales se encontraba en este momento en suculenta marcha por la playa hacia ellos), no vieron más razones para seguir perdiendo el tiempo con la cosa y en su lugar decidieron organizar de inmediato un almuerzo tardío consistente en langostas.

En ese preciso momento, la nave se detuvo repentinamente en el aire, se puso vertical y se zambulló de cabeza en el océano, con un gran estrépito de espuma que obligó a los isleños a huir gritando hasta los árboles.
Cuando resurgieron, nerviosos, unos minutos después, lo único que pudieron ver fue un círculo de agua suavemente delineado y algunas burbujas gorgoteantes.

Qué raro, se dijeron el uno al otro entre bocado y bocado de la mejor langosta que se pueda comer en cualquier parte de la Galaxia Occidental, ya es la segunda vez que sucede lo mismo en un año.

La nave, que no era una langosta, buceó directamente hasta una profundidad de sesenta metros, y se detuvo allí, en el espeso azul, al tiempo que inmensas masas de agua ondulaban a su alrededor.
Mucho más alto, donde el agua era mágicamente clara, una brillante formación de peces se alejó con un destello.
Más abajo, donde a la luz le resultaba difícil llegar, el color del agua se perdía en un azul oscuro y salvaje.
Aquí, a sesenta metros, el sol alumbraba débilmente. 
Un enorme mamífero marino de piel satinada pasó perezosamente, inspeccionando la nave con una especie de interés a medias, como si hubiese estado esperando encontrarse con algo así, y luego se deslizó hacia arriba, alejándose rumbo a la luz rizada.

La nave esperó un minuto o dos, tomando lecturas, y luego descendió otros treinta
metros.
A esta profundidad, el panorama se estaba poniendo seriamente oscuro.
Pasado un momento, las luces internas de la nave se apagaron, y en el segundo o dos que pasaron hasta que de repente se encendieron los reflectores exteriores, la única luz visible provino de un pequeño cartel rosado, vagamente iluminado, que decía Corporación Beeblebrox de Salvataje y Asuntos Realmente Disparatados.
Los enormes reflectores se movieron hacia abajo, iluminando un vasto cardumen de peces plateados, los cuales viraron y se alejaron en silencioso pánico.
En la tenebrosa sala de control, que se extendía describiendo un amplio arco en la proa sin punta de la nave, cuatro cabezas estaban reunidas alrededor de una pantalla de computadora que estaba analizando las debilísimas e intermitentes señales que emanaban de lo profundo del lecho marino.

- Ahí está - dijo finalmente el dueño de una de las cabezas.
- ¿Podemos estar totalmente seguros? - dijo el dueño de otra de las cabezas.
- Ciento por ciento seguros - replicó el dueño de la primera cabeza.
- ¿Están un ciento por ciento seguros de que la nave que se estrelló contra el fondo
de este océano es la nave de la que ustedes dijeron estar un ciento por ciento seguros
que con una seguridad del ciento por ciento nunca podría estrellarse? –dijo el dueño de las dos cabezas que quedaban-
. Eh - dijo levantando dos de sus manos-. Sólo preguntaba.
Los dos funcionarios de la Administración de Seguridad y Reaseguro Civil respondieron a esto con una mirada muy fría, pero el hombre con el número de cabezas sin par, o más bien dicho par, no lo advirtió.
Se recostó en el asiento del piloto, abrió dos cervezas - una para él y la otra también- , apoyó los pies sobre la consola y le dijo "Hola, nene" a un pez que pasaba del otro lado del ultracristal.
- Sr. Beeblebrox - comenzó el más bajo y menos tranquilizador de los dos funcionarios, en voz baja.
- ¿Sí? - dijo Zaphod, golpeteando una lata repentinamente vacía contra algunos de
los instrumentos más sensibles-. ¿Listos para el chapuzón? Vamos.
- Sr. Beeblebrox, dejemos una cosa perfectamente en claro...
- Sí, hagámoslo - dijo Zaphod-. Qué tal esto para empezar: ¿por qué no me dicen lo
que hay realmente en esa nave?
- Se lo hemos dicho - dijo el funcionario-. Subproductos.
Zaphod intercambió consigo mismo una cansada mirada.
- Subproductos - dijo-.¿Subproductos de qué?
- De procesos - dijo el funcionario.
- ¿Qué procesos?
- Procesos que son perfectamente seguros.
- ¡Santa Zarquana Voostra! - exclamaron a coro ambas cabezas de Zaphod-. ¡Tan seguros que tuvieron que construir una nave que es una maldita fortaleza para llevar esos subproductos hasta el agujero negro más cercano y arrojarlos allí! Sólo que no pudo llegar porque el piloto tomó un desvío... ¿estoy en lo correcto?... para recoger algunas ¿langostas...? Está bien, el tipo era muy simpático, pero... quiero decir, bastante peculiar, esto parece un chiste, esto es un almuerzo de proporciones exageradas, esto es un inodoro aproximándose a la masa crítica, esto es... esto es...¡un fracaso total del vocabulario!
- ¡Cállate! - gritó su cabeza derecha a su cabeza izquierda-. ¡Estamos desvariando!
Para calmarse, aferró firmemente la lata de cerveza que quedaba.
- Oigan, muchachos - prosiguió, después de un momento de paz y contemplación.
Los dos funcionarios no dijeron nada.
Conversar a este nivel era algo a lo que sentían que no podían aspirar-. Sólo quiero saber - insistió Zaphod- en qué me están metiendo.
Marcó con un dedo las lecturas intermitentes que discurrían en la pantalla de la computadora. 
No las entendía, pero no le gustaba para nada su aspecto.
Eran todas confusas, con montones de números largos y cosas así.
- Se está rompiendo ¿verdad? - gritó-. La bodega está llena de barras aoristas radiantes epsilónicas o algo por el estilo, que freirán todo este sector del espacio durante trillones de años, y se está rompiendo. ¿Es así la historia? ¿Es eso lo que vamos a bajar a buscar? ¿Voy a salir de esa ruina con más cabezas todavía?
- No hay posibilidad de que sea una ruina, Sr. Beeblebrox - insistió el funcionario-.
Le garantizo que la nave es perfectamente segura. No es posible que se rompa.
- ¿Entonces por qué están tan interesados en ir a verla?
- Nos gusta ir a ver cosas que son perfectamente seguras.
- ¡Maldiiiciooooón!
- Sr. Beeblebrox - dijo el funcionario, con paciencia- , ¿me permite recordarle que
tiene usted un trabajo que hacer?
- Sí, bueno, tal vez se me fueron de repente las ganas de hacerlo. ¿Qué creen que
soy, uno de esos tipos que no tienen ninguna clase de no- sé- qué morales... cómo se
dice... esas cosas morales...
- ¿Escrúpulos?
-...escrúpulos, gracias, o lo que sea? ¿Y bien?
Los dos funcionarios aguardaron con calma. Tosieron suavemente para ayudarse a
pasar el tiempo.
Zaphod suspiró algo así como "adónde va a llegar el mundo" para autoabsolverse
de toda la culpa y se hamacó en el asiento.
- ¿Nave? - llamó.
- ¿Eh? - dijo la nave.
- Haz lo que yo hago.
La nave lo pensó durante unos milisegundos y luego, después de verificar por partida doble todos los sellos de sus escotillas reforzadas, comenzó, lenta e inexorablemente, bajo el débil resplandor de sus propias luces, a hundirse en las más hondas profundidades.
Ciento cincuenta metros.
Trescientos.
Seiscientos.
Aquí, a una presión de casi setenta atmósferas, en las heladas profundidades donde no alcanza la luz, la naturaleza guarda su imaginería más extravagante. 
Dos pesadillas de treinta centímetros de largo relucieron desenfrenadamente bajo la blanca luz, bostezaron, y volvieron a esfumarse en la negrura.
Setecientos cincuenta metros.
Junto a los sombríos límites de los haces de luz de la nave, cosas secretas y culpables pasaban rápidamente con sus ojos al acecho.
Gradualmente, la topografía del distante lecho oceánico que se aproximaba se iba resolviendo con cada vez más claridad en las pantallas de las computadoras, hasta que por fin pudo adivinarse una forma separada que se distinguía de lo que la rodeaba.


Era como una enorme fortaleza cilíndrica torcida, que a partir de la mitad de su longitud se ensanchaba notablemente a fin de alojar el pesado ultrablindaje con el que estaban revestidas las cruciales bodegas de carga, cuyos constructores habían supuesto que convertían a esta nave en la más segura e inexpugnable jamás construida. Antes del lanzamiento, el material estructural de ese sector había sido apaleado, golpeado, barrenado y sujeto a todos los ataques que sus constructores sabían que podía soportar, con el objeto de demostrar que podía soportarlos.
En tenso silencio de la cabina de mando se agudizó de modo perceptible cuando quedó claro que era ese sector el que se había partido bastante prolijamente en dos.
- En realidad es perfectamente segura -dijo uno de los funcionarios- , está
construida de modo tal que si la nave sí se rompe, no hay ninguna posibilidad de que
las bodegas de carga se fisuren.
Mil ciento sesenta y cinco metros.
Cuatro Trajes Inteligentes Alta-Pres-A salieron lentamente por la escotilla abierta de la nave de salvataje y nadaron a través la cortina de luces hacia la monstruosa figura que se destacaba oscuramente contra la noche marina. 
Se movían con una especie de gracia torpe casi cercana a la ingravidez, aunque oprimidos por un mundo de agua. 
Con la cabeza de la derecha, Zaphod escudriñó las negras inmensidades que tenía encima y, por un momento, su mente emitió un silencioso rugido de horror.
Echó un vistazo a su izquierda y se alivió al ver que su otra cabeza estaba entretenida observando sin interés en el video del casco los pronósticos meteorológicos brockianos de UltraCricket. 
Algo detrás de él, hacia la izquierda, iban los dos funcionarios de la Administración de Seguridad y reaseguro Civil; algo delante de él, hacia la derecha, iba el traje vacío, llevando sus implementos y controlando el camino. 
Pasaron por la enorme hendidura de la rota espalda de la Nave Bunker Billón de Años e iluminaron el interior con sus linternas.


Maquinaria mutilada, entre escotillas de sesenta centímetros de espesor destrozadas y retorcidas. 
Ahora vivía allí una familia de grandes y transparentes anguilas que parecían gustar del sitio.
El traje vacío los precedió a o largo del lóbrego y gigantesco casco de la nave, probando las compuertas estancas.
La tercera que revisó se abrió con dificultad.
Se apiñaron en el interior y esperaron durante largos minutos mientras los mecanismos de bombeo se encargaban de la espantosa presión ejercida por el océano y la reemplazaban lentamente con una presión igualmente espantosa de aire y gases inertes.
Finalmente, la puerta interior se abrió y tuvieron acceso a un oscuro sector de bodegas exteriores de la Nave Bunker Billón de Años.
Tuvieron que pasar varias puertas Titan-O-Hold de alta seguridad más, las cuales fueron abiertas una a una por los funcionarios, con una variedad de llaves quark.
 Muy pronto estuvieron tan metidos dentro de los poderosos campos de seguridad que la recepción de los pronósticos de Ultra-Cricket comenzó a debilitarse y Zaphod tuvo que cambiar a una de las videoestaciones de rock, ya que no existía sitio al que éstas no pudieran llegar.
Se abrió la puerta final y emergieron en un gran espacio sepulcral.


Zaphod apuntó la linterna hacia la pared opuesta e iluminó de lleno un rostro de ojos enloquecidos que gritaba. 
El propio Zaphod lanzó un grito en quinta disminuida, se le cayó la linterna y se sentó pesadamente en el piso, o más bien en un cuerpo, que había estado allí tirado por unos seis meses sin ser perturbado y que reaccionó al hecho de que se le sentaran encima explotando con gran violencia.
Zaphod se preguntó qué hacer al respecto, y luego de un breve pero turbulento debate decidió que lo más indicado sería desmayarse.
Reaccionó unos minutos después y fingió no saber quién era, dónde estaba o cómo había llegado allí, pero no pudo convencer a nadie.
Después fingió que su memoria volvía de golpe y que la impresión causada le provocaba otro desmayo pero, muy a su pesar, el traje - por el que estaba comenzando a sentir un serio rechazo- lo  ayudó a ponerse de pie, forzándolo a hacerse cargo del entorno.
El entorno estaba iluminado con luz leve y enfermiza, y era desagradable en varios aspectos, el más obvio de los cuales era la colorida distribución de partes del fallecido y lamentado Oficial de navegación de la nave en los pisos, paredes y techo, y muy especialmente en la mitad inferior de su traje, el de Zaphod.
El efecto era tan pasmosamente asqueroso que no volveremos a referirnos a él en ninguna parte de  esta narración... salvo para dejar sentado que obligó a Zaphod a vomitar dentro del traje, el cual, consecuentemente, se quitó e intercambió, luego de realizar las modificaciones correspondientes en el alojamiento de la cabeza, con el traje vacío.
Por desgracia, el hedor del aire fétido de la nave, seguido por el panorama de su propio traje, que caminaba por ahí envuelto en intestinos en putrefacción, fue suficiente para hacerlo vomitar también en el otro traje, problema con el cual él y el traje tendrían que aprender a convivir.
Listo. Eso es todo. No hay más asquerosidades.
Por lo menos, no hay más de esa asquerosidad en particular.
El dueño del rostro que gritaba ahora se había calmado ligeramente y estaba balbuceando incoherencias dentro de un tanque con líquido amarillo: un tanque de suspensión de emergencia.
- Fue una locura - balbuceaba- , ¡una locura! Le dije que podíamos probar la
langosta al volver, pero él estaba enloquecido. ¡Obsesionado! ¿Ustedes alguna vez se
ponen así por las langostas? Porque yo no. Me parecen demasiado gomosas y
resbaladizas para comer, y su sabor no es gran cosa, es decir, ¿tienen sabor? Prefiero
infinitamente las ostras, y así se lo dije. ¡Oh, Zarquon, se lo dije!
Zaphod contemplaba esta extraordinaria aparición que se agitaba en su tanque.
El sujeto tenía adosados toda clase de tubos de supervivencia y su voz salía por unos parlantes que provocaban ecos demenciales en toda la nave, retornando, fantasmales, desde profundos y distantes corredores.
- Ahí fue donde estuve mal - gritó el loco-. Dije realmente que prefería las ostras y él dijo que era porque nunca había probado una langosta en serio, como las que comían en el sitio de donde venían sus antepasados, que era aquí, y que me lodemostraría. Dijo que no había problema, dijo que por la langosta de aquí valía la pena todo el viaje, y ni qué hablar del pequeño desvío que tomaríamos para llegar aquí, y juró que podía controlar la nave en la atmósfera, pero fue una locura, ¡una locura! - gritó, e hizo una pausa, moviendo los ojos de un lado a otro, como si la palabra hubiera despertado algo en su mente
-. ¡La nave quedó fuera de control! Yo no podía creer lo que estábamos haciendo, nada más que para demostrar una afirmación sobre la langosta, que realmente es un alimento tan sobrestimado.  Lamento mencionar tanto a la langosta. 
Trataré de evitarlo por un minuto, pero he estado tanto tiempo solo con mis pensamientos estos meses en el tanque... ¿pueden imaginarse lo que es encontrarse encerrado en una nave con los mismos tipos durante meses, comiendo basura mientras un sujeto habla todo el tiempo solamente de langostas, y luego pasarse seis meses flotando en un tanque, pensando en ello? 
Prometo que trataré de no hablar de langostas, en serio.
Langostas, langostas, langostas... ¡basta! Creo que soy el único sobreviviente. Soy el único que logró llegar a un tanque de emergencia antes de caer. 
Envié una señal de auxilio y luego nos estrellamos. Es un desastre, ¿verdad? Un desastre total, y todo porque al tipo le gustaban las langostas. ¿Tiene sentido lo que estoy diciendo? Me resulta difícil darme cuenta.
Los miró, suplicante, y su mente pareció bajar lentamente a tierra firme como una hoja que cae.
Pestañeó y los miró con expresión rara, como un mono estudiando un pez extraño.
Toqueteó con curiosidad el cristal del tanque con sus dedos arrugados.
Unas pequeñas y espesas burbujas amarillas se escaparon por su nariz y su boca, quedaron brevemente atrapadas en el estropajo de sus cabellos y luego continuaron su errática marcha hacia arriba.


- Oh Zarquon, oh cielos - murmuró patéticamente para sí-. Me han encontrado. Me han rescatado...
- Bueno - dijo uno de los funcionarios rápidamente- , lo han encontrado, por lo menos.- 
Se dirigió hacia la computadora central que estaba en el medio de la cámara y comenzó a revisar rápidamente los circuitos de monitoreo principales de la nave buscando informes de averías
-. Las bodegas de las barras aoristas están intactas -dijo.
- Santo cubil del dingo- gruñó Zaphod- , ¡hay barras aoristas a bordo...!
Las barras aoristas eran dispositivos empleados en una forma de producción de energía que ahora había sido felizmente abandonada. 
Cuando la búsqueda de nuevas fuentes de energía había llegado a un punto especialmente frenético, un brillante joven de pronto había localizado el único lugar que jamás había agotado sus disponibilidades energéticas: el pasado. 
Y esa misma noche, con el repentino golpe de sangre a la cabeza que tienden a inducir tales ideas repentinas, había inventado un método de explotación, y en el lapso de un año enormes trechos del pasado ya estaban siendo drenados de toda su energía, sencillamente agotándose. 
Los que declamaron que había que dejar al pasado intacto fueron acusados de incurrir en una forma de sentimentalismo extremadamente onerosa.
El pasado proporcionaba una fuente de energía muy barata, abundante y limpia; siempre se podían montar algunas Reservas Naturales del Pasado, si alguien quería pagar por mantenerlas; en cuanto al reclamo de que drenar el pasado empobrecía el presente, bueno, tal vez así era, pero los efectos eran imposibles de medir y uno tenía que mantener el sentido de las proporciones.
Recién cuando se advirtió que el presente realmente estaba empobreciéndose y
que la razón de esto era que los bastardos del futuro -holgazanes ladrones y egoístas estaban haciendo exactamente lo mismo, todo el mundo se dio cuenta de que todas y
cada una de las barras aoristas, y el terrible secreto de cómo se construían, debían ser
completamente destruidas para siempre.
Todos adujeron que era por el bien de sus abuelos y nietos, pero, desde luego, era por el bien de los nietos de sus abuelos y de los abuelos de sus nietos.
El funcionario de la Administración de Seguridad y Reaseguro Civil se encogió de hombros despreocupadamente.
-         Son perfectamente seguras - dijo.
Miró a Zaphod y de pronto dijo, con una franqueza poco característica
- : Hay cosas peores que esas a bordo. O por lo menos -
agregó, golpeteando una de las pantallas de la computadora- , espero que estén a bordo.
El otro funcionario lo atacó duramente.
- ¿Qué diablos piensas que estás diciendo? - le espetó.
El primero volvió a alzar los hombros.
Dijo: - No importa. Que diga lo que quiera. Nadie le creería. Esa es la razón por la que escogimos usarlo a él en vez de hacer algo oficial, ¿verdad?
Cuanto más descabellada sea la historia que cuente, más parecerá que él es sólo
un bohemio aventurero que está inventándola. Hasta puede contar que nosotros
dijimos esto, y quedará como un paranoico. - Sonrió amablemente a Zaphod, que
estaba hirviendo en su asqueroso traje.
-. Puede acompañarnos –le dijo- si lo desea.
- ¿Lo ve? - dijo el funcionario, examinando los sellos exteriores de ultra- titanio dela bodega de las barras aoristas-. Perfectamente a salvo, perfectamente seguro.
Dijo lo mismo al pasar por las bodegas que contenían armas químicas tan poderosas que una cucharadita podía infectar fatalmente todo un planeta.
Dijo lo mismo al pasar por las bodegas que contenían compuestos zeda- activos tan poderosos que una cucharadita podía volar todo un planeta.
Dijo lo mismo al pasar por las bodegas que contenían compuestos theta- activos tan poderosos que una cucharadita podía irradiar a todo un planeta.
- Me alegro de no ser un planeta - masculló Zaphod.
- No tiene nada que temer - aseguró el funcionario de la Administración de Seguridad y Reaseguro Civil- , los planetas son muy seguros. Siempre y cuando... - agregó, Y luego hizo una pausa.
Estaban aproximándose a la bodega más cercana al punto en que la espalda de la Nave Bunker Billón de Años estaba quebrada.

Aquí el corredor estaba retorcido y deformado, y el piso tenía parches húmedos y pegajosos.
-. Ajá - dijo-. Ajá y doble ajá.
- ¿Qué hay en esta bodega? - exigió Zaphod.
- Subproductos - dijo el funcionario, cerrándose otra vez.
- ¿Subproductos... –insistió Zaphod con calma- de qué?


Ninguno de los funcionarios le contestó.
 En lugar de ello, examinaron la puerta de la bodega con mucho cuidado y vieron que sus sellos habían sido retorcidos y arrancados por la misma fuerza que había deformado todo el corredor.
Uno de ellos tocó ligeramente la puerta.
Se abrió de par en par con el contacto.
 Adentro estaba oscuro, con apenas un par de débiles luces amarillas al fondo.
- ¿De qué? - siseó Zaphod.
El funcionario líder miró al otro.
- Hay una cápsula de escape - dijo- que la tripulación debía usar para abandonar la
nave antes de echarla en el agujero negro - dijo-. Creo que sería bueno saber que
todavía está allí. - El otro funcionario asintió y se alejó sin decir palabra.
Con un ademán, el primer oficial indicó a Zaphod que entrara. Las grandes y débiles luces amarillas fosforecían a unos seis metros de distancia.
- El motivo - dijo, en voz baja- por el cual todas las cosas que hay en esta nave
son, sigo manteniéndolo, seguras, es que realmente nadie está lo bastante loco para
usarlas. Nadie. Al menos, nadie que estuviera así de loco podría jamás tener acceso a
ellas. Cualquiera que sea tan loco o tan peligroso hace sonar alarmas muy profundas.
La gente puede ser estúpida, pero no es tan estúpida.
- Subproductos - volvió a sisear Zaphod, y tenía que sisear para que no se oyera el
Temblor de su voz- de qué.
- Eh... Gente Diseñada.
"Se le otorgó a la Corporación Cibernética Sirio un enorme fondo de investigaciones para diseñar y producir personalidades sintéticas por encargo. 
Los resultados fueron uniformemente desastrosos. Toda la "gente" y las "personalidades"resultaron ser amalgamas de ciertas características que sencillamente no podían coexistir en formas de vida de ocurrencia natural. 
La mayoría eran unos pobres y patéticos inadaptados, pero algunos eran profundísimamente peligrosos. 
Peligrosos porque no hacían sonar la alarma en las demás personas. 
Podían atravesar situaciones igual que los fantasmas atraviesan paredes, porque nadie detectaba el peligro.
"Los más peligrosos de todos eran tres idénticos... los pusieron en esta bodega,para ser lanzados, junto con la nave, fuera de este universo. No son malvados, en realidad son bastante sencillos y encantadores.
Pero son las criaturas más peligrosas que alguna vez hayan vivido, porque no haynada que no hagan si se les permite, ni nada que no pueda permitírseles hacer...
Zaphod miró las débiles luces, las dos débiles luces amarillas. 
Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la iluminación, vio que las dos luces enmarcaban un tercer espacio donde había algo roto. 

Unas manchas húmedas y pegajosas relucían opacamente en el suelo.
Zaphod y el funcionario caminaron con cautela hacia las luces. En ese momento, estallaron cuatro palabras del otro funcionario en sus comunicadores del casco.
- La cápsula no está –dijo sucintamente.
- Rastréala - respondió de inmediato el compañero de Zaphod-. Averigua con exactitud dónde ha ido. ¡Debemos saber dónde ha ido!
Zaphod abrió una enorme puerta deslizante de vidrio esmerilado.


Detrás de ésta había un tanque lleno de líquido amarillo, y flotando dentro había un hombre, un hombre de apariencia amable, con muchas marcas de sonrisa en la cara.
Parecía estar flotando con bastante resignación y sonriendo para sus adentros.
Otro sucinto mensaje llegó de pronto por el comunicador del casco.
El planeta hacia el cual se había encaminado la cápsula de escape ya había sido identificado.
Estaba en el Sector Galáctico ZZ9 Plural Z Alfa.
El hombre de apariencia amable del tanque parecía estar murmurando suavemente
para sí, igual que lo había hecho el copiloto del otro tanque. 
Unas burbujitas amarillas adornaron como abalorios los labios del hombre.
Zaphod encontró un pequeño parlante  junto al tanque y lo encendió.
Oyó que el hombre balbuceaba suavemente acerca de una brillante ciudad sobre una colina.
También oyó que el funcionario de la Administración de Seguridad y Reaseguro
Civil impartía instrucciones para que el planeta ZZ9 Plural Z Alfa fuera puesto en
condiciones "perfectamente seguras".

FIN

Douglas Adams ha escrito una serie de novelas donde hace uso de un humor
corrosivo y muchas veces sutil. La primera, que tuvo un gran éxito, fue "Guía del
Autoestopista Galáctico", a la que siguieron otras, todas en el mismo tono que hallarán
en este relato.