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lunes, 18 de octubre de 2010

Leonardo da Vinci Aforismos- Teodicea,Psicología y Moral.

Leonardo da Vinci

Aforismos


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1-Leonardo al lector 
2-Teodicea
3-Psicología
4-Moral
***************



Leonardo al lector
1.- Considerando que no podía encontrar una materia de gran utilidad
o agrado, puesto que los hombres nacidos antes que yo habían tomado para
sí todos los temas útiles y necesarios, haré como el que, a causa de su
pobreza, llega el último a la feria y, no pudiendo surtirse de otro modo,
compra cosas ya vistas por los otros y desechadas por ellos a causa de su
escaso valor.
2.- Emplearé en la adquisición de esa mercadería despreciada,
rechazada y proveniente de muchos mostradores, mi escaso peculio, y así
recorreré no las grandes ciudades, sino los pobres caseríos, distribuyendolas cosas de que dispongo y recibiendo por ellas el precio que merecen.
3.- Empezado en Florencia, en la casa de Braccio Martelli, el 22 de
marzo de 1508, todo esto forma una recopilación sin orden de muchas hojas
sueltas, a la espera de clasificarlas según la materia de que tratan. Creo
que, antes de llegar al fin, repetiré muchas veces las mismas cosas. Si
ello ocurre, no me critiques, lector. Las cosas son en gran número y la
memoria no puede reténerlas todas. Yo no quisiera escribir lo que ya he
dicho; mas para no incurrir en ese error, sería menester que cada vez que
agrego algo, releyese todo lo pasado, lo que me ocuparía mucho tiempo,
pues escribo a largos intervalos y fragmento por fragmento.
4.- Que no me lea quien no sea matemático, porque yo lo soy siempre
en mis principios.
Teodicea
5.- Te bendigo, Señor, ante todo por el amor que, de acuerdo con mi
razón, debo sentir por ti; y luego, porque Tú sabes abreviar o prolongar
la vida de los hombres.
6.- Tú vendes, ¡oh Dios!, todos los bienes a los hombres al precio de
su esfuerzo.
7.- ¡Admirable justicia la tuya, Causa Primera! Tú no has permitido
que ninguna fuerza falte al orden y calidad de sus efectos necesarios.
8.- ¡Quiera Nuestro Autor que yo haya demostrado bien la naturaleza
del hombre y sus facultades, mediante mis figuras descriptivas!
9.- Que el Señor, luz de todas las cosas, se sirva iluminarme, a fin
de que yo trate dignamente de la luz.
10.- No tocaré a las sagradas escrituras, porque ellas son la suprema
verdad.
11.- El amor a un objeto, cualquiera que sea, es hijo de su
conocimiento. El amor es tanto más ferviente cuanto más cierto es el
conocimiento; pero la certidumbre nace del conocimiento integral de todas
las partes, que reunidas forman el todo que debe ser amado. Si no conoces
a Dios, no podrás amarlo; si lo amas por el bien que de Él esperas y no
por su virtud soberana, imitas al perro que menea la cola y festeja con
sus saltos a quien le va a dar un hueso; si el animal conociera la
superioridad del hombre, lo amaría mejor.
12.- ¿Cuál es la cosa que cesaría de existir si se la pudiera
definir? El infinito, que sería finito si pudiera ser definido. Porque
definir es limitar la cosa definida con otra que la circunscribe en sus
extremos, de modo que lo que no tiene términos no puede ser definido.
13.- La verdad es de tal excelencia que, cuando elogia pequeñas
cosas, las ennoblece.
14.- Hay, sin duda, la misma proporción de la mentira y la verdad que
de las tinieblas a la luz; y la verdad es tan elevada esencia que, aun si
se aplica a materia humilde y baja, sobrepasa incomparablemente las vagas
y mentirosas amplificaciones y los más grandes y sublimes discursos.
Aunque nuestro espíritu, en efecto, tenga a la mentira por quinto elemento
(agregado a los cuatro que componen el mundo: aire, tierra, fuego y agua),
no deja de ser cierto que la verdad es la soberana alimentación no de los
espíritus vagabundos, pero sí de las inteligencias agudas. Mas tú, que
vives de ensueños, preferirás los sofismas y las mentiras de los
charlatanes en las cosas grandes e inciertas, a las verdades naturales,
bien que menos pretenciosas.
15.- ¡Oh, contemplador!, yo no te ensalzo porque conoces las cosas
ordinarias que la naturaleza dirige por sí misma; pero te envidio cuando
alcanzas a descubrir el fin de las cosas impresas en tu mente.
16.- La proporción entre la obra humana y la naturaleza es la misma
que media entre el hombre y Dios.
17.- Con poca esperanza pueden los míseros estudiosos aguardar el
premio de su virtud. En tal caso me encuentro yo, seguro de incurrir en no
pocas enemistades, ya que ninguno creerá lo que yo pueda decir de él. Muy
contados son los hombres a quienes desagradan sus propios vicios; antes
bien, sólo repugna generalmente el vicio a los que, por naturaleza, son
contrarios a él; muchos odian a sus padres o pierden la amistad de quienes
los reprenden, y no quieren saber de ejemplos de virtudes contrarias, ni
oír ningún humano consejo.
18.- Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no lo apartéis de
vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en
desiertos o cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestras
insidias; miradlos como a dioses terrestres, merecedores de estatuas y
simulacros.
19.- Pero cuidad de no hacer como en algunas regiones de la India,
donde, si alguno de tales simulacros opera un milagro, o lo que allí creen
ser un milagro, los sacerdotes lo cortan en trozos (son de madera) y lo
venden a los habitantes; y cada uno pulveriza la parte que le ha tocado,
la esparce sobre el primer manjar que come y se queda persuadido de haber
devorado su Santo, que lo protegerá de todo peligro.
20.- En el número de los tontos, hay una secta de hipócritas que se
dedican continuamente a engañarse a sí mismos y a engañar a los otros, más
a los otros que a sí mismos, aunque de hecho se engañan más a sí mismos
que a los otros. Y son éstos los que reprenden a los pintores, porque
estudian los días de fiesta cosas atingentes al verdadero conocimiento de
todas las figuras con que se muestran las obras de la naturaleza y,
solícitamente, se ingenian en adquirir ese conocimiento hasta donde les es
posible.
21.- ¡Callen los tales reprensores, que éste es el modo de conocer al
Operador de tantas cosas admirables, y de amar a tan sublime Inventor! El
gran amor nace del gran conocimiento de la cosa que se ama; y si tú no la
conoces, poco o nada podrás amarla; y si la amas por el provecho que de
ella esperas y no por su virtud suma, harás como el perro que menea la
cola y hace fiestas a quien puede darle un hueso. Pero si conociese la
virtud de su amo, lo amaría bastante más, siempre que ella respondiera a
su propósito.
22.- Siendo los hechos más antiguos que las letras, no es de extrañar
que en nuestros días no se encuentre ninguna descripción escrita sobre los
mares que ocuparon tantos países; y si alguna escritura aparecía, las
guerras, los incendios, los diluvios de agua, las mutaciones de lenguas y
de leyes han consumido toda antigüedad; pero nos bastan los testimonios de
los seres nacidos en aquellas aguas saladas y que encontramos en altos
montes alejados de los mares de entonces.
Muchos tienen tienda abierta engañando a la necia multitud, y si
alguien denuncia su impostura se le castiga.

Psicología
23.- En la descripción del hombre deben comprenderse los animales de
la especie, tales como el mono, el babuino y muchos otros similares.
24.- La marcha del hombre tiene el carácter general de la del
cuadrúpedo, que mueve las patas en cruz. Como el caballo que trota, el
hombre agita sus cuatro miembros en cruz: si adelanta el primero el pie
derecho, adelantará al mismo tiempo el brazo izquierdo, o viceversa.
25.- Los antiguos llamaban al hombre un mundo menor, designación
justa, porque está compuesto de tierra, agua, aire y fuego como el cuerpo
terrestre, y a él se asemeja. Si el hombre tiene sus huesos, que le sirven
de armadura y sostienen su carne, el mundo tiene sus rocas que sostienen
su tierra; si el hombre tiene dentro de sí un lago de sangre, donde crece
y decrece el pulmón para su respiración, el cuerpo de la tierra tiene su
mar océano que, cada seis horas, crece y decrece también para su
respiración; si de aquel lago de sangre derivan las venas que van
ramificándose por todo el organismo, análogamente el mar océano llena el
cuerpo terrestre con innumerables venas de agua; pero faltan a nuestro
globo los nervios, que no le han sido dados porque ellos están destinados
al movimiento, y el mundo, en su perpetua estabilidad, carece de
movimiento, y donde no hay movimiento los nervios son inútiles. Pero, en
todo lo demás, el hombre y el mundo son semejantes.
26.- Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para la calidad
de los miembros, las fisonomías de todos los hombres serían semejantes, y
no sería posible distinguirlas unas de otras; pero ella ha variado de tal
modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla
general para la proporción, no ha seguido ninguna para la calidad; de
manera que es fácil reconocer cada semblante.
27.- Yo he encontrado en la constitución del cuerpo humano, como en
la de los otros animales, la más obtusa y grosera inventiva. Compuesto sin
ingenio, de instrumentos en parte inapropiados para recibir el vigor de
los sentidos.
28.- Como los ojos de la especie leonina ocupan una gran parte de la
cabeza, los nervios ópticos comunican inmediatamente con el cerebro. En el
hombre pasa lo contrario: los agujeros de los ojos toman poco lugar en la
cabeza, y los nervios ópticos, livianos, largos, débiles, operan
flojamente; el hombre ve poco durante el día y menos durante la noche; los
animales citados ven mejor de noche que de día: cosa que no les molesta
porque salen de noche y duermen de día, como hacen también las aves
nocturnas.
 29.- El ojo, a una distancia y en condiciones medias, se equivoca
menos en su oficio que cualquiera de los otros sentidos, porque no ve sino
por líneas rectas: las que componen la pirámide base del objeto y las que
la conducen al ojo, como espero demostrarlo.
30.- En cambio, el oído suele engañarse en cuanto a la situación y
distancia de sus objetos; porque las representaciones de éstos no llegan a
él por líneas rectas, como para el ojo, sino por líneas tortuosas y
reflejas; y ocurre muchas veces que las cosas remotas parecen más cercanas
que las próximas, por culpa de los recorridos del sonido. La voz del eco,
sin embargo, sólo por líneas rectas se encamina al oído.
31.- El olfato indica con menos certeza el lugar de donde procede un
olor; pero el gusto y el tacto sólo tienen la exacta noción del objeto que
tocan.
32.- El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y
falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una
pequeña certeza que un gran engaño.
33.- No me parece que los hombres groseros, de costumbres bajas y de
poco ingenio, merezcan tan bello organismo ni tal variedad de rodajes como
los hombres especulativos y de gran talento. Los primeros no son más que
un saco a donde entra y de donde sale lo que comen, pues nada me prueba
que participen de la naturaleza humana, salvo en la voz y en la figura; en
todo lo demás son bastante semejantes a las bestias. Debiera llamárseles
fabricantes de estiércol y rellenadores de letrinas, porque no es otro su
oficio en el mundo. Ninguna virtud ponen en práctica. Letrinas llenas, es
todo lo que queda de su paso por la Tierra.
34.- El alma parece residir en la inteligencia, y ésta en el lugar a
donde concurren todos los sentidos, el cual se llama común sentido o
cerebro. El alma no está toda en todo el cuerpo, como muchos han creído,
sino toda ella en el cerebro, porque si estuviera desparramada en todas
partes, o toda en cada parte, los instrumentos de los sentidos no
necesitarían concurrir a un solo lugar; antes bien bastaría que el ojo
llenara el oficio de la sensación sobre su propia superficie, sin tener
que mandar por la vía de los nervios ópticos, hasta el cerebro, la
representación de las cosas vistas; pues el alma, por las razones dichas,
podría sentirlas en la superficie del ojo.
35.- De un modo semejante, al sentido del oído bastaría la voz que
resuena en las concavidades porosas del hueso pétreo, que se halla en el
oído, sin que fuera necesario que ella recorriera el camino hasta el
cerebro.
36.- El sentido del olfato se ve también necesariamente obligado a
concurrir al cerebro. Las sensaciones del tacto pasan por los nervios al
cerebro, y estos nervios se derraman en infinitas ramificaciones hasta la
piel que circunda los miembros del cuerpo y las vísceras.
37.- Los nervios transmiten también la sensación y la voluntad a los
músculos, los cuales obedecen, actualizando su obediencia en contracciones
y tumefacciones Los nervios se internan, a través de los músculos, hasta
los extremos de los dedos, y llevan finalmente al cerebro la sensación
táctil.
38.- Los músculos con sus tendones obedecen a los nervios, como los
soldados a sus capitanes; y los nervios están subordinados al cerebro,
como los capitanes al supremo comandante; la coyuntura obedece, pues, al
tendón, el tendón al músculo, el músculo al nervio y el nervio al cerebro.
El cerebro es el sitio del alma, cuya proveedora es la memoria y cuya
consejera es la sensibilidad.
39.- El común sentido (que reside en el cerebro) juzga de las cosas
que los otros sentidos le transmiten y entra en acción mediante las
mismas. Los objetos exteriores mandan sus imágenes a los cinco sentidos,
las cuales son transferidas a la sensibilidad y percepción, y de ésta al
común sentido; y después de ser allí examinadas, pasan a la memoria, que
las conserva más o menos, según la potencia de cada una.
40.- Los cinco sentidos son: la vista, el oído, el tacto, el gusto y
el olfato.
41.- Los antiguos pensadores habían llegado a la conclusión de que la
facultad de juzgar concedida al hombre tiene su causa en un instrumento al
que se refieren los otras cinco mediante la percepción, y a dicho
instrumento designaron con el nombre de común sentido, afirmando que se
halla situado dentro de la cabeza. Le aplican este hombre de común sentido
sólo porque él es el juez común de los otros cinco sentidos, a saber:
vista, oído, tacto, gusto y olfato. El común sentido entra en acción
mediante la percepción, que se halla entre ella y los sentidos. La
percepción es excitada por las imágenes que le envían los instrumentos
superficiales, es decir, los sentidos, colocados entre las cosas
exteriores y la percepción, y actuados a su vez por los objetos. Los
objetos también mandan sus imágenes a los sentidos, los sentidos las
transfieren a la percepción, ésta al común sentido y de allí pasan a la
memoria, en la cual permanecen más o menos según la importancia o poder de
cada una.
42.- La naturaleza ha distribuido en el cuerpo del hombre los
músculos, que estiran los tendones y mueven los miembros de acuerdo con la
voluntad y deseo del común sentido, a semejanza de los oficiales
distribuidos por su señor en varias provincias y ciudades, los cuales en
dichos lugares lo representan y obedecen a su voluntad. Y el oficial que
una vez haya obedecido a las indicaciones directas de su señor, hará
después espontáneamente, en igual caso, lo necesario, sin desviarse de la
voluntad superior.
43.- Así hacen frecuentemente los dedos que han aprendido muy
dócilmente a ejecutar, con discernimiento, sobre un instrumento de música,
una pieza cualquiera, y que sabrán después tocarla sin intervención de
aquella facultad.
44.- Esto te aparecerá claro si observas cómo agitan los paralíticos
y los entumecidos de frío sus miembros temblorosos, su cabeza y sus manos,
sin licencia del alma, la cual, con todo su esfuerzo, no podría impedirlo.
Y ello ocurre asimismo en los epilépticos y en los miembros mutilados,
como por ejemplo en la cola de un lagarto separada del cuerpo del animal.
45.- Piensa, ¡oh lector!, lo que podemos creer de nuestros
antepasados cuando han pretendido definir lo que es el alma y la vida,
cosas indemostrables, porque no son cosas que la experiencia puede
claramente conocer y probar, ya que durante tantos siglos han sido
ignoradas o falsamente creídas.
46.- La esperanza y el deseo de repatriarse y volver al primitivo
estado, es como la luz para la mariposa; el hombre, con perpetuo deseo,
aspira a nueva primavera, a un nuevo estado, a próximos meses y a nuevos
años; y cuando llegan las cosas deseadas es demasiado tarde, y el hombre
advierte que aspira así a su ruina.
47.- Pero este deseo es la quintaesencia de los espíritus elementales
que se hallan encerrados, por el alma, en el cuerpo humano; el hombre
aspira sin cesar a volver a su mandatario. Y es sabido que ese mismo deseo
y esa quintaesencia son compañeros de la naturaleza, como el hombre es
modelo del mundo.
48.- El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir
siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras
espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes
esfuerzos.
49.- Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará
observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si ésta es
desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el
alma.
50.- Siempre se verán sobre la Tierra animales que combaten entre sí,
con grandes perjuicios y frecuentemente la muerte para cada partido.
51.- Su malignidad no tiene límites; sus brazos salvajes arrojan por
tierra los más grandes árboles de las selvas del mundo; y para conseguir
el sustento que alimente sus deseos, desencadenarán la muerte, las penas,
los dolores, las guerras y la devastación sobre todo ser viviente. En su
prodigioso orgullo se elevarían contra el cielo, si el peso demasiado
grande de sus miembros no los mantuviera sobre la Tierra. Nada, ni en la
tierra, ni bajo ella, deja de ser perseguido, perturbado, aniquilado por
ellos; pasan de un país a otro y el cuerpo de esta ralea se convierte en
sepultura y pasaje de todos los cuerpos de animales muertos.
52.- ¡Oh, mundo!, ¿cómo es que no te abres para arrojar al fondo de
tus barrancos, precipicios y abismos, y no mostrar más a la luz un
monstruo tan cruel y tan implacable?



Moral
53.- Todos los males presentes y pasados puestos por el hombre en
acción no satisfarían el deseo de su ánimo inicuo. Yo no podría, aunque
dispusiera de largo tiempo, describir su naturaleza.
54.- Digamos, para no salir de las cosas humanas, una suma crueldad,
que no se observa en los animales terrestres, por cuanto entre ellos no
los hay que devoren, otros de su propia especie, salvo por extravío del
instinto, cosa que solamente ocurre entre los animales rapaces: leones,
leopardos, panteras, lobos, gatos y otros animales semejantes, que a veces
devoran a sus hijos.
55.- Pero tú no sólo comes a tus hijos, sino también a tu padre, a tu
madre, a tus hermanos, a tus amigos; y como eso no te basta, vas a lejanas
islas a la caza de otros hombres, los castras para que engorden y los
matas para satisfacer tu gula. ¿No produce acaso la naturaleza vegetales
en cantidad suficiente, y no puedes, mezclándolos, preparar platos
compuestos como los que describe Platina y otros autores de gastronomía?
56.- Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y
la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el
quedar insensibles a la utilidad y belleza del universo.
57.- La sabiduría es hija de la experiencia.
58.- ¡Oh, dormilón!, ¿qué cosa es el sueño? Es la imagen de la
muerte. ¿Por qué, pues, no conduces a buen fin alguna obra que, después de
muerto, te dé una semblanza de vida perfecta, a ti, que mientras vives te
asemejas por el sueño a los míseros muertos?
59.- Una vida bien cumplida el siempre larga.
60.- Como un día bien empleado procura un dulce sueño, así una vida
bien utilizada conduce a una dulce muerte.
61.- ¡Oh, tiempo!, por tu causa los duros dientes de la vejez, poco a
poco y con lenta muerte, consumen todas las cosas. Elena, mirando al
espejo las marchitas arrugas de la vejez en su rostro, dolíase y pensaba
que había sido raptada dos veces.
62.- Los hombres buenos son naturalmente deseosos de saber.
63.- La adquisición de cualquier conocimiento es siempre útil al
intelecto, que sabrá descartar lo malo y conservar lo bueno.
64.- Es imposible amar algo ni odiar algo, sin empezar por conocerlo.
65.- Adquiere en tu juventud de qué compensar el perjuicio de la
vejez. Si comprendes que la vejez tiene por sustento la sabiduría, te
esforzarás durante tus jóvenes años para que, en los últimos, no carezcas
de alimento.
66.- Cornelio Celso: «El soberano bien es la sabiduría; el soberano
mal es el dolor del cuerpo.» Pero compuestos como estamos de dos cosas:
alma y cuerpo, de las cuales la primera es la mejor y la segunda la peor,
y la sabiduría perteneciendo a la parte mejor y el sumo mal a la peor,
será óptima cosa la sabiduría y pésima cosa el dolor del cuerpo. Por
consiguiente, así como el sumo mal es el dolor corpóreo, la sabiduría es
el sumo bien del alma en el hombre consciente: nada hay que pueda serle
comparado.
67.- El conocimiento del tiempo pasado y del estado de la Tierra en
él son el ornato y el alimento del espíritu humano.
68.- El renombre del rico termina con su vida; se recuerda el tesoro,
pero no al atesorador. Muy otra es la gloria de la virtud de los mortales
que la de sus tesoros.
69.- Cuántos emperadores y príncipes han pasado sin dejar recuerdo.
Sólo se propusieron conquistar Estados y riquezas para que les
sobreviviera su memoria. Cuántos, al contrario, vivieron pobres de dinero,
para poder adquirir virtudes: y su deseo se ha cumplido en tanto cuanto la
virtud sobrepasa a la riqueza.
70.- ¿No ves tú que el tesoro no honra a su acumulador, después de su
vida, como hace la ciencia, que atestigua y proclama a su creador, porque
es hija de quien la genera y no hijastra como la pecunia?
71.- Demetrio solía decir que no hay diferencia entre las palabras y
la voz de los tontos ignorantes y los ruidos del vientre que provienen del
exceso de gases.
72.- La lujuria es causa de la generación. La gula mantiene la vida.
El miedo o el temor la prolongan. El dolor es la salvación del organismo.
73.- Así como la animosidad entraña peligro para la vida, el miedo es
causa de seguridad para ella.
74.- La paciencia obra contra la s injurias como los vestidos contra
el frío. Si multiplicas los abrigos según la intensidad del frío, éste no
podrá perjudicarte. Así, frente a las injurias, redobla la paciencia, y
ellas no podrán alcanzarte.
75.- Nuestro juicio no aprecia las cosas hechas en distintos períodos
de tiempo ni en distancia relativa; porque los hechos ocurridos antes nos
parecen próximos y casi actuales, y otras muchas cosas muy vecinas en el
tiempo nos parecen lejanas, porque tienen por antigüedad la época de
nuestra juventud.
76.- He aquí una cosa que rechazamos cuanto más la necesitamos: el
consejo. De mala gana lo escucha quien más lo necesitaría, a saber: el
ignorante.
77.- He aquí otra cosa que más nos persigue cuanto más huimos de
ella: la miseria, que en la medida que pretendemos evitarla nos agobia sin
darnos reposo.
78.- Cuando la obra satisface al juicio, es una triste señal para el
juicio; cuando la obra supera al juicio, éste es pésimo, como ocurre
cuando alguien se maravilla de su trabajo; pero cuando el juicio supera a
la obra, he ahí un signo perfecto; y si un joven se halla en tal
disposición, llegará sin duda a ser un excelente artista, aunque sólo
compondrá pocas obras, pero llenas de cualidades que detendrán a los
hombres para admirar sus perfecciones.
79.- Quien no pone freno a su voluptuosidad, desciende al nivel de
los brutos.
80.- El placer y el dolor pueden representarse aparejados, porque
jamás están separados uno del otro: vueltos de espaldas, porque son
contrarios uno al otro, y colocados sobre un mismo cuerpo, pues tienen el
mismo fundamento, desde que el placer está en el esfuerzo contra el
desagrado, y este último se halla en el fondo de todos los placeres. Y lo
figuramos con una caña en la mano, símbolo de la vanidad sin fuerza, pero
cuyos pinchazos son, no obstante, venenosos. Se emplean las cañas en la
Toscana para soporte de los lechos, significando que ellos son el teatro
de vanos ensueños, que en ellos se consume gran parte de la vida y se
pierde mucho tiempo útil, especialmente en la mañana, cuando la mente está
sobria y reposada, y el cuerpo apto para nuevas fatigas; y allí, en fin,
nos entregamos a muchos vanos placeres, ya con la mente, imaginando cosas
imposibles, o gozando con el cuerpo de placeres que disminuyen la
vitalidad. Es por estos motivos por los que la caña se emplea a tales
fines.
81.- Si tú me dices que la visión impide la fija y sutil cogitación
mental que penetra en las divinas ciencias, y que tal impedimento condujo
a un filósofo a privarse de la vista, responderé que el ojo, como señor de
los sentidos, cumple con su deber impidiendo las disputas confusas y
engañosas, que nada tienen que ver con la ciencia y que van siempre
acompañadas de ruidosas exclamaciones y grandes gestos; y el mismo deber
incumbiría al sentido del oído, que sufre, más aún que el de la vista, de
aquellas disputas; porque ellas malogran su deseo de concordancia entre
los dos sentidos. Y si aquel filósofo se arrancó los ojos para razonar
mejor, tal acto fue digno de fruto de su cerebro enfermo y de aquellas
vanas disputas; porque todo ello fue locura. ¿No podía, en efecto, al
entrar en semejante frenesí, haber cerrado los ojos y no abrirlos de nuevo
hasta que el furor se calmase? ¡Pero el hombre estaba sin duda loco, y
loco era su razonamiento que lo llevó estúpidamente a privarse de la
vista!
82.- La parte tiende a reunirse con su todo para huir de su
imperfección. El alma desea permanecer unida al cuerpo, porque, sin los
instrumentos orgánicos del mismo, no puede obrar ni sentir.
83.- La cosa amada atrae al amante como lo sensible al sentido, hasta
que se unen en un solo objeto. La obra es lo primero que nace de esa
unión. Si la cosa amada es vil, el amante se torna vil. Cuando la unión
conviene al que la realiza, resulta para él deleite, placer, satisfacción.
Cuando el amante se une a la cosa amada, reposa en ella.
84.- De oscuras y tenebrosas cavernas saldrá una cosa que infundirá a
toda la especie humana grandes inquietudes y peligros mortales. A muchos
que lo buscarán, el oro dará, tras múltiples afanes, algunos placeres, y
el que esté privado de él morirá entre sufrimientos y calamidades.
85.- Inspirará infinitas traiciones; arrastrará a todos los hombres a
cometer asesinatos, robos y perfidias; sembrará la sospecha entre los
partidarios, arrebatará el estado a las ciudades libres, quitará a muchos
la vida, enemistará a los hombres entre sí con muchos artificios, engaños
y traiciones.
86.- ¡Oh, animal monstruoso, cuánto mejor sería para los hombres que
volvieses al infierno! ¡Por tu culpa las grandes selvas quedarán desnudas
de sus vegetaciones e infinitos animales perderán la vida!87.- Y tú,
hombre, que consideras en este trabajo mío las obras admirables de la
naturaleza, si admites que sería cosa nefanda destruirlo, piensa qué cosa
nefandísima sería quitar la vida al hombre. Si juzgas que su composición
corpórea es un maravilloso artificio, has de reconocer, sin embargo, que
ella es nada, comparada con el alma que habita en semejante arquitectura;
y, a la verdad, tal como es, es cosa divina. Déjala, pues, ocupar su obra
a su gusto, y no quieras que tu cólera o malignidad destruya tan hermosa
vida, pues quien no la estima no la merece. Es contra su voluntad como el
alma se separa del cuerpo; y cuando lo hace, su queja y su dolor no son
sin causa.
88.- Los médicos nos atribuyen enfermedades que ellos mismos no
conocen.
89.- Si quieres conservar tu salud, lo conseguirás en la medida que
sepas evitar a los médicos, porque sus remedios son del mismo género que
la Alquimia, la cual ha producido tantos tratados como la Medicina.
90.- ¡Oh, Naturaleza negligente! ¿Por qué eres tan parcial y no
tratas a tus hijos como una buena madre, sino como una cruel e implacable
madrastra? Veo a tus hijos entregados al servicio ajeno, sin ninguna
ventaja para ellos, recibiendo por remuneración del bien que nos hacen
cruelísimos martirios, y agotando su vida en beneficio de su verdugo.
(Acémilas.)
91.- Los más duros trabajos, recompensados por el hambre, la sed, el
dolor, los garrotazos, los puñetazos, las maldiciones y vil trato. (Los
asnos.)
92.- ¿La belleza y la utilidad no pueden, acaso, ir juntos como en
los castillos y en los hombres?
93.- Las bellezas y las fealdades aparecen más potentes las unas por
las otras.
94.- ¡Oh, miseria humana, a cuántas cosas te sometes por el dinero!
95.- Tanto da hablar bien del malvado como hablar mal del bueno.
96.- La constancia no está en empezar, sino en perseverar.
97.- Un vaso de arcilla cruda, si se rompe puede repararse, pero no
el de arcilla cocida.
98.- No siempre es bueno lo que es bello... Ejemplo de este error dan
los que hablan con elegancia, pero sin doctrina.
99.- Debes reprender en secreto a tu amigo y alabarlo en público.
100.- Pide consejo al que sabe corregirse a sí mismo.
101.- El mal que no me perjudica es como el bien que no me aprovecha.
102.- No reneguemos del pasado.
103.- Las amenazas sólo son armas para el amenazado.
104.- Quien no castiga el mal ordena que se haga.
105.- El que pretende enriquecerse en un día, se verá apremiado
durante un año.
106.- He aquí una cosa que cuanto más se necesita menos se estima: el
consejo.
107.- Mal haces si alabas, y peor si reprendes una cosa que no
entiendes bien.
108.- La justicia requiere poder, inteligencia y voluntad, y se
asemeja al águila.
109.- No existe mayor ni menor señorío que el sí mismo.
110.- Se expone a daños quien se gobierna por el consejo de los
jóvenes.
111.- Donde entra la ventura, la envidia le pone asedio y la combate.
Cuándo nos abandona, nos deja el dolor y el arrepentimiento.
112.- Quien no estima la vida no la merece.
113.- Cosa bella mortal pasa y no dura.
114.- La hiedra tiene larga vida.
115.- Cuando la fortuna viene, tómala a mansalva y por delante, pues
por detrás es calva.
116.- Las palabras que no satisfagan al oyente, le causan fastidio y
disgusto; ello se manifiesta generalmente por copiosos bostezos. Cuando
hables, pues, a hombres cuya benevolencia quieres captarte, si observas en
ella tales muestras de aburrimiento, abrevia tu discurso o cambia de
terna; si no lo haces, recogerás en vez de la benevolencia que deseas,
odio y enemistad.
117.- Y si quieres saber lo que a uno deleita, sin necesidad de que
te lo diga, háblale de diversos asuntos, y cuando lo observes escuchando
atento, sin bostezos ni fruncimiento de cejas, ni otros signos semejantes,
puedes estar seguro de que la cosa de que hablas es la que le deleita.
118.- Bien sé que por no ser yo literato, algún presuntuoso podrá
razonablemente reprocharme mi falta de letras. ¡Gente necia! Ignoran los
tales que yo podría, como Mario a los patricios romanos, contestarles que
los que a sí mismos se adornan con ajenos trabajos, son los que se niegan
a concederme el mérito de los míos.
119.- Dirán que, por carecer de letras, no podré expresar bien lo que
deseo. No saben ellos que mis cosas valen más por ser fruto de la
experiencia y no de palabras ajenas, experiencia que fue maestra de los
buenos escritores y que yo por tal la reconozco y no cesaré de alegarla en
todos los casos.
120.- ¡Oh, tontería humana! ¿No echas de ver que aunque has pasado
toda tu vida contigo mismo, no has logrado reconocer lo que mejor posees,
a saber: tu locura? Siguiendo la multitud de los sofistas, te engañas y
engañas a los otros. Desprecias las ciencias matemáticas, que contienen la
verdadera noción de las cosas que son de tu dominio; pasas luego a tratar
de los milagros, pretendiendo saber cosas que escapan a la capacidad de la
mente humana y no pueden demostrarse con ningún ejemplo natural; y piensas
haber realizado un milagro cuando has deteriorado la obra de algún ingenio
especulativo, sin advertir que incurres en el mismo error que el que
despoja una planta del ornamento de sus ramos, llenos de hojas, de
olorosas flores y de frutas.
121.- Tal hizo Justino, abreviador de las Historias escritas por
Trogo Pompeyo, que había relatado con admirable ornamento de arte las
grandes hazañas de sus antepasados. Compuso una obra desnuda y digna tan
sólo de los espíritus impacientes, para quienes es perder el tiempo
emplearlo útilmente en el estudio de las obras de la naturaleza y de las
cosas humanas.
122.- Pero quédense ellos en compañía de las bestias; háganles
cortejo los perros y otros animales rapaces, y corran junto con éstos tras
los inocentes animales que, obligados por el hambre, en la época de las
grandes nieves, se acercan a tu casa a pedirte limosna como a su tutor.
123.- Felices los que prestan oído a los muertos: leamos los buenos
libros y pongamos en práctica sus enseñanzas.
124.- Ninguna investigación puede ya permitirnos escribir algo nuevo.
125.- Las ciencias imitables son aquellas en que los discípulos
igualan al maestro y pueden producir frutos semejantes. Éstas son útiles
al imitador, pero no alcanzan tanta excelencia como aquéllas, que no
pueden dejarse en herencia como otras sustancias.
126.- Entre las ciencias inimitables está en primer lugar la pintura.
Ella no se enseña a quien no tiene don natural, al contrario de las
matemáticas, en las que el discípulo recibe tanto cuanto el maestro le
enseña; ni se copia como las letras, en las que tanto vale la copia como
el original; ni se modela como en la escultura en la que el objeto
modelado equivale al original; y en cuanto a la fecundidad de la obra,
ésta no produce infinitos hijos como ocurre con los libros impresos. Sólo
ella conserva su nobleza, sólo ella honra a su autor, y queda preciosa y
única sin parir hijos iguales a ella.
127.- Como se ve a los soberanos reyes del Oriente andar velados y
cubiertos, pensando que disminuiría su fama si publicaran y divulgaran su
presencia, así vemos con frecuencia las pinturas que representan las
divinas deidades, cubiertas con preciosos cortinados, y no se las descubre
sin previas solemnidades eclesiásticas de diversas músicas y cantos. Y
apenas descubiertas, la gran multitud del pueblo congregado se prosterna
adorando y pidiendo el restablecimiento de la salud perdida o la salvación
eterna, ni más ni menos que si el Ser figurado por la pintura estuviera
allí presente y vivo.
128.- Esto no pasa con ninguna otra ciencia u obra humana. Y si
pretendieras que no es la fuerza del pintor la que entonces opera, sino la
propia virtud de la cosa imitada, te responderé que, si así fuera, la
imaginación podría satisfacerse quedándonos cómodamente en cama, en vez de
emprender difíciles y peligrosos peregrinajes, como los que vemos hacer
continuamente.
129.- Pero, si a pesar de todo, esos peregrinajes se realizan con
tanta frecuencia, ¿qué motivo los decide sin necesidad? Ciertamente
confesarás que ese motivo no es otro que el simulacro o pintura que
representa en efigie y potencia la idea de la divinidad, y que tal
resultado podrían alcanzar todas las escrituras imaginables. Parecería,
pues, que esa idea ama tal pintura y a quienes la aman y veneran, y que se
complace más en ser adorada en esa que en otra manera de imitación, y, en
fin, que por ella concede gracias y dones de salud -según creen los que a
tal lugar concurren.