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miércoles, 15 de junio de 2011

SOBRE LOS ÁNGELES-Rafael Alberti


SOBRE LOS ÁNGELES
Rafael Alberti



Madrigal sin remedio

Porque al fin te perdieron fuegos tristes
y humos lentos velaron
velaron el castillo, nívea cárcel.
donde la rosa olvida sus fantasmas,

mi corazón, sin voz, ni batallones,
viene solo al asalto
de esas luces, espejos de ceniza
llevadoras a un muerto sur de muertes.

Ve su pecho ascendido en dos arroyos
de agua y sangre, hacia el tuyo
quemado ya por huecos tizos fáciles,
falsos, flor, pena mía, sin remedio.




Los ángeles mohosos

Hubo luz que trajo
por hueso una almendra amarga.

Voz que por sonido,
el fleco de la lluvia,
cortado por un hacha.

Alma que por cuerpo,
la funda de aire
de una doble espada.

Venas que por sangre,
Y el de mirra y de retama.

Cuerpo que por alma,
el vacío, nada.

Los ángeles vengativos


No, no te conocieron
las almas conocidas.
Sí la mía.

¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos
ni de la tierra ni del cielo?

Tu sombra, dinos, ¿de qué espacio?
¿Qué luz la prolongó, habla,
hasta nuestro reinado?

¿De dónde vienes, dinos,
sombra sin palabras,
que no te recordamos?
¿Quién te manda?
Sí relámpago fuiste en algún sueño,
relámpagos se olvidan, apagados.

Y por desconocida
las almas conocidas te mataron.
No la mía.


El ángel tonto



Ese ángel,
ése que niega el limbo de su fotografía
y hace pájaro muerto
su mano.

Ese ángel que terne que le pidan las alas,
que le besen el pico,
seriamente,
sin contrato.

Si es del cielo y tan tonto,
¿por qué en la tierra?  Dime.
Decidme.

No en las calles, en todo,
indiferente, necio,
me lo encuentro.

¡El ángel tonto!

¡Si será de la tierra!
- Sí, de la tierra sólo.


El ángel del misterio


Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos,
pisados por un nombre y una sombra.
No sé si por un nombre o muchos nombres,
si por una sombra o muchas sombras.
Reveládmelo.

Sé que habitan los pozos frías voces,
que son de un solo cuerpo o muchos cuerpos,
de un alma sola o muchas almas.
No sé.
Decídmelo.

Que un caballo sin nadie va estampando
a su amazona antigua por los muros.
Que en las almenas grita, muerto, alguien
que yo toqué, dormido, en un espejo,
que yo, mudo, le dije...
No sé.
Explicádmelo.

Los ángeles mudos

Inmóviles, clavadas, mudas mujeres de los zaguanes
y hombres sin voz, lentos, de las bodegas,
quieren, quisieran, querrían preguntarme:
- ¿Cómo tú por aquí y en otra parte?

Querrían hombres, mujeres, mudos, tocarme,
saber si mi sombra, si mi cuerpo andan sin alma
por otras calles.
Quisieran decirme:
- Si eres tú, párate.

Hombres, mujeres, quieren, querrían ver claro,
asomarse a mi alma,
acercarle una cerilla
por ver si es la misma.
Quieren, quisieran...
- Habla

Y van a morirse, mudos,
sin saber nada.

El ángel de arena


Seriamente, en tus ojos era la mar dos niños que me espiaban,
temerosos de lazos y palabras duras.
Dos niños de la noche, terribles, expulsados del cielo,
cuya infancia era un robo de barcos y un crimen de soles y de lunas.
Duérmete.  Ciérralos.

Vi que el mar verdadero era un muchacho que saltaba desnudo,
invitándome a un plato de estrellas y a un reposo de algas.
¡Sí, sí!  Ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido.
Pero tú, despertando, me hundiste en tus ojos.



El ángel falso

Para que yo anduviera entre los nudos de las raíces
y las viviendas óseas de los gusanos.
Para que yo escuchara los crujidos descompuestos del mundo
y mordiera la luz petrificada de los astros,
al oeste de mi sueño levantaste tu tienda, ángel falso.

Los que unidos por una misma corriente de agua me veis,
los que atados por una traición y la caída de una estrella me escucháis,
acogeos a las voces abandonadas de las ruinas.
Oíd la lentitud de una piedra que se dobla hacia la muerte.

No os soltéis de las manos.

Hay arañas que agonizan sin nido
y yedras que al contacto de un hombro se incendian y llueven sangre.
La luna transparenta el esqueleto de los lagartos.
Si os acordáis del cielo,
la cólera del frío se erguirá aguda en los cardos
o en el disimulo de las zanjas que estrangulan
el único descanso de las auroras: las aves.
Quienes piensen en los vivos verán moldes de arcilla
habitados por ángeles infieles, infatigables:
los ángeles sonámbulos que gradúan las órbitas de la fatiga.

¿Para qué seguir andando?
Las humedades son íntimas de los vidrios en punta
y después de un mal sueño la escarcha despierta clavos
o tijeras capaces de helar el luto de los cuervos.

Todo ha terminado.
Puedes envanecerte, en la caída marchita de los cometas que se hunden,
de que mataste a un muerto,
de que diste a una sombra la longitud desvelada del llanto,
de que asfixiaste el estertor de las capas atmosféricas.


Los ángeles muertos


Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.

Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.


En todo esto.
Mas en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.


Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.



Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.



Los ángeles feos


Vosotros habéis sido,
vosotros que dormís en el vaho sin suerte de los pantanos
para que el alba más desgraciada os reanime en una gloria de estiércol,
vosotros habéis sido la causa de ese viaje.

Ni un solo pájaro es capaz de beber en una alma
cuando sin haberlo querido un cielo se entrecruza con otro
y una piedra cualquiera levanta a un astro una calumnia.

Ved.

La luna cae mordida por el ácido nítrico
en las charcas donde el amoníaco aprieta la codicia de los alacranes.

Si os atrevéis a dar un paso,
sabrán los siglos venideros que la bondad de las aguas es aparente
cuantas más hoyas y lodos ocultan los paisajes.
La lluvia me persigue atirantando cordeles.
Será lo más seguro que un hombre se convierta en estopa.

Mirad esto:
ha sido un falso testimonio decir que una soga al cuello no es agradable
y que el excremento de la golondrina exalta al mes de mayo.

Pero yo os digo:
una rosa es más rosa habitada por las orugas
que sobre la nieve marchita de esta luna de quince años.

Mirad esto también, antes que demos sepultura al viaje:
cuando una sombra se entrecoge las uñas en las bisagras de las puertas
o el pie helado de un ángel sufre el insomnio fijo de una piedra,
mi alma sin saberlo se perfecciona.

Al fin ya vamos a hundimos.
Es hora de que me dierais la mano
y me arañarais la poca luz que coge un agujero al cerrarse
y me matarais esta mala palabra que voy a pinchar sobre las tierras que se derriten.


El ángel superviviente


Acordaos.
La nieve traía gotas de lacre, de lomo derretido
y disimulos de niña que ha dado muerte a un cisne.
Una mano enguantada, la dispersión de la luz y el lento asesinato.

La derrota del cielo, un amigo.

Acordaos de aquel día, acordaos
y no olvidéis que la sorpresa paralizó el pulso y el color de los astros.
En el frío, murieron dos fantasmas.
Por un ave, tres anillos de oro
fueron hallados y enterrados en la escarcha.
La última voz de un hombre ensangrentó el viento.
Todos los ángeles perdieron la vida.
Menos uno, herido, alicortado.







Rafael Alberti Merello

  • Nace: 16 de diciembre de 1902
  • Lugar:Puerto de Santa María, Cádiz
  • Efemérides:

  • Muere:28 de octubre de 1999
  • Lugar: Puerto de Santa María, Cádiz,
  • Efemérides: 28 de octubre de 1999

Biografía



Poeta español de la Generación del 27. 
Empieza el bachillerato en el Colegio de los Jesuitas del Puerto de Santa María. 

En 1917 se traslada a Madrid, donde abandona el bachillerato por la pintura, que ejerce una gran influencia en su obra; en 1922 realiza una exposición en el Ateneo. 

Por motivos de salud se traslada, poco después, a vivir en las sierras de Guadarrama y Rute, donde empieza a escribir sus primeras poesías, recogidas bajo el título de Marinero en tierra. 

Con este libro obtiene el Premio Nacional de Literatura (1924-25), otorgado por un jurado que integraban Antonio Machado, Menéndez Pidal y Gabriel Miró. 
A esta obra siguieron La Amante (1925) y El alba de alhelí (1925-26). 
En sus primeros libros se aprecia claramente la influencia de Gil Vicente, del Cancionero y Romancero españoles y de otros autores como Garcilaso, Góngora, Lope, Bécquer, Baudelaire, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado.

Su poesía es "popular" -según Juan Ramón Jiménez-, "pero sin acarreo fácil, personalísima, de tradición española, pero sin retorno innecesario, nueva, fresca y acabada a la vez, rendida, ágil, graciosa, parpadeante: andalucísima". 

La etapa neogongorista y humorista de Cal y canto (1926-1927) marca la transición de este autor a la fase superrealista de Sobre los ángeles (1927-1928)

A partir de entonces, y tras afiliarse al partido comunista, su obra adquiere tono político. 

Este giro le lleva a considerar su obra anterior como un cielo cerrado y una contribución irremediable a la poesía burguesa.

La poesía de Alberti cobra cada vez más un tono irónico y desgarrado, como los poemas burlescos Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos (1929), Sermones y moradas (1929-1930) y la elegía cívica Con los zapatos puestos tengo que morir (1930). 

A partir de 1931 aborda el teatro, estrenando El hombre deshabitado y El adefesio. 

Posteriormente recorre  varios países de Europa, pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios, para estudiar las nuevas tendencias del teatro.

En 1933 escribe Consignas y Un fantasma recorre Europa, y en 1935, 13 bandas y 48 estrellas. 

En 1939, al terminar la Guerra Civil española, emigra a la República Argentina, desde donde se traslada a Roma en 1962. 

En 1945 publica, en Buenos Aires, A la pintura: poema del color y la línea, y además un volumen que abarca la casi totalidad de su obra lírica, Poesía, donde se muestra cierta nostalgia por la patria. 

Regresa finalmente a España en 1977.
Su producción poética continúa con la misma intensidad en estos años, prolongándose sin fisuras hasta muy avanzada edad.

A su vuelta a España es elegido diputado por el Partido Comunista de España, pero renuncia a su escaño para proseguir su tarea literaria y dar recitales por toda España. 

Sus libros de memorias cosechan grandes éxitos en las distintas ediciones, cada vez más completas, de los diferentes volúmenes de su Arboleda perdida. 

Entre las numerosas distinciones y homenajes que se le dedican destaca el Premio Miguel de Cervantes, que le es concedido en el año 1983.