User-agent: * Allow: / Wonalixia Arte©

Páginas

sábado, 19 de junio de 2010

José Saramago: 18 de junio de 2010-Poema No diré-Biografía-

No diré
(José Saramago)
No diré:
que el silencio me sofoca y me amordaza.
Callado estoy, callado quedaré,
ya que la lengua que hablo es de otra raza.

Las palabras consumidas se acumulan,
se contienen, cisterna de aguas extinguidas,
penas ácidas en limos transformadas,
fondo vaciado con raíces torcidas.

No diré:
que ni siquiera el esfuerzo de decirlas merecen,
palabras que no digan lo que sé
en este retiro en que no me conocen.

Ni sólo lodos se arrastran, ni sólo limos,
ni sólo animales flotan, muertos, miedos,
turgentes frutos en racimos entretejidos,
en el negro pozo desde donde suben dedos.

Sólo diré,
crispadamente recogido y mudo,
que el que se calla cuando me callé
no podrá morir sin decirlo todo..

Não direi
Não direi:
Que o silêncio me sufoca e amordaça.
Calado estou, calado ficarei,
Pois que a língua que falo é de outra raça.

Palavras consumidas se acumulam,
Se represam, cisterna de águas mortas,
Ácidas mágoas em limos transformadas,
Vaza de fundo em que há raízes tortas.

Não direi:
Que nem sequer o esforço de as dizer merecem,
Palavras que não digam quanto sei
Neste retiro em que me não conhecem.

Nem só lodos se arrastam, nem só lamas,
Nem só animais bóiam, mortos, medos,
Túrgidos frutos em cachos se entrelaçam
No negro poço de onde sobem dedos.

Só direi,
Crispadamente recolhido e mudo,
Que quem se cala quando me calei
Não poderá morrer sem dizer tudo.

 

José Saramago

16 de noviembre de 1922-18 de junio de 2010

José Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, comunista hormonal, caballero a la antigua y blogger, hombre enamorado e intelectual comprometido, murió ayer al mediodía en su cama, en su casa, en la isla de Lanzarote donde había elegido vivir. Murió acompañado por su familia. Tranquilo. De a poco. Humanamente.

El parte dirá “fallo multiorgánico después de una larga enfermedad”. Los cables contarán que tenía una leucemia de larga data. Las precisiones indicarán que había cumplido 87 años.
El cable no dirá que, aunque su biografía es luminosa, el hombre estaba enojado. “Dejo un mundo peor que el que encontré”, repetía en los últimos años. Y él estaba en esta Tierra para otra cosa.
Bajo un olivo, el que como una revancha hizo plantar en su jardín de Lanzarote, descansará el autor. Hoy el cuerpo será trasladado a Lisboa, donde habrá un funeral de Estado, y mañana será cremado. Las cenizas se repartirán entre algún lugar de Portugal, seguramente Azinhaga, y su tierra de adopción. 
( Fragmento a propósito de la muerte de José Saramago)
.
BIOGRAFÍA
José Saramago es uno de los novelistas más apreciados en el mundo entero, nació en la aldea portuguesa Azinhaga el 16 de noviembre de 1922 . Este escritor autodidacta publicó su primera novela "Tierra de pecado " en 1947. Aunque con esta obra recibió muy buenas críticas Saramago decidió permanecer sin publicar más de veinte años. Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de Salazar. Se sumó a la llamada "Revolución de los Claveles" que llevó la democracia a Portugal, en el año 1974.
Escéptico e intelectual mantuvo y mantiene una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, y comprometido con el género humano. Comprometido con el género humano, de forma general en sus obras hay una gran originalidad dada fundamentalmente por su controvertida visión de la historia y de la cultura.
Obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1998, siendo el primer escritor portugués en conseguirlo. Ha sido distinguido por su labor con numerosos galardones y doctorados honoris causa (por las Universidades de Turín, Sevilla, Manchester, Castilla-La Mancha y Brasilia). Ha recibido el Premio Camoes, equivalente al Premio Cervantes en los países de lengua portuguesa.
Su obra esta considerada por los críticos de todo el mundo como una de las más importantes de la literatura contemporánea. Su obra, narrativa en su mayor parte, es un acercamiento cálido a la vida cotidiana.
En la actualidad, consagrado como escritor universal, divide su residencia entre Lisboa y la isla española de Lanzarote (Canarias). Alzado del suelo (1980) fue la novela que le reveló como el gran novelista maduro y renovador portugués. Se trata de una novela histórica, situada en el Alentejo entre 1910 y 1979, con un lenguaje campesino, una estructura sólida y documentada y un estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la atención en su momento. Siguieron obras de gran interés como Memorial del convento (1982), El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), La balsa de piedra (1986), Historia del cerco de Lisboa (1989), El evangelio según Jesucristo (1991) y Ensayo sobre la ceguera (1995), obra en la que el autor desde planteamientos éticos advierte sobre "la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron". Saramago, escéptico pero solidario, reflexiona en esta novela sobre si cabrá la esperanza tras este nuevo milenarismo que la humanidad está viviendo.
Saramago había nacido en Azinhaga, un pueblo que se dedicaba al cultivo del olivo, a unos cien kilómetros de Lisboa, en noviembre de 1922. Bajo un olivo, el que como una revancha hizo plantar en su jardín de Lanzarote, descansará el autor. Hoy el cuerpo será trasladado a Lisboa, donde habrá un funeral de Estado, y mañana será cremado. Las cenizas se repartirán entre algún lugar de Portugal, seguramente Azinhaga, y su tierra de adopción.

BIBLIOGRAFÍA:

Biográfica
1997 Cadernos de Lanzarote (Cuadernos de Lanzarote, recopilación (1993/95))
2001 Cadernos de Lanzarote (Cuadernos de Lanzarote, recopilación (1996/97))
2006 As pequenas memórias. (Las pequeñas memorias, memorias de su infancia)

Poesía
1966 Os poemas possíveis (Poemas posibles)
1970 Provavelmente alegría (Probablemente alegría)
1975 O Ano de 1993 (El año de 1993)
2005 Poesía completa (Antología)

Relatos
1978 Objeto quase (Casi un objeto, cuentos)
1979 Poética dos cinco sentidos: o ouvido (Los cinco sentidos: El oído)
1998 O conto da ilha desconhecida (Cuento de la isla desconocida, "Todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarquemos en ellas")
2001 A maior flor do mundo (La flor más grande del mundo, relato infantil)
2009 El cuaderno (Recopilación del blog de Saramago)

Novela
1947 Terra de pecado (Tierra de pecado)
1948 Clarabóia (Claraboya, novela nunca publicada)
1977 Manual de pintura e caligrafía (Manual de pintura y caligrafía, novela filosófica acerca de la figura del artista)
1980 Levantado do chão (Levantado del suelo, historia de varias generaciones de campesinos portugueses, testigos de las penurias del campo y de un tiempo aciago, que culmina con el triunfo de la Revolución de los Claveles)
1982 Memorial do convento (Memorial del convento, la traducción de Basilio Losada mereció el Premio Nacional de traducción)
1984 O ano da morte de Ricardo Reis (El año de la muerte de Ricardo Reis)
1986 A jangada de pedra (La balsa de piedra, la península ibérica se desprende del resto de Europa y comienza a navegar por el Atlántico)
1989 História do Cerco de Lisboa (Historia del cerco de Lisboa, en 1147)
1991 O Evangelho Segundo Jesus Cristo (El Evangelio según Jesucristo, original visión de la vida del fundador del cristianismo)
1995 Ensaio sobre a Cegueira (Ensayo sobre la ceguera, una extraña epidemia condena a una ciudad a la ceguera blanca)
1997 Todos os nomes (Todos los nombres, novela acerca de don José, un kafkiano burócrata que al encontrar en el registro civil la ficha de una mujer, de la que no conoce siquiera la cara, queda perdidamente enamorado, y sale a buscarla)
2000 A caverna (La Caverna (novela), novela que parte del mito platónico y critica el consumismo)
2002 O homem duplicado (El hombre duplicado, dos hombres milimétricamente idénticos se encuentran: explora la angustia del ser anónimo perdido en una sociedad masificada)
2004 Ensaio sobre a lucidez (Ensayo sobre la lucidez, investiga los límites de la democracia)
2005 As intermitências da morte (Las intermitencias de la muerte, acerca de un país donde la gente deja de morir)
2008 A Viagem do Elefante (El viaje del elefante)
2009 Caín

Crónicas
1971 Deste mundo e do outro (De este mundo y del otro, Crónicas publicadas en el diario "A Capital")
1973 A bagagem do viajante (El equipaje del viajante, Crónicas publicadas en los diarios "A Capital" y "Jornal do Fundão")
1974 As opiniões que o DL teve (Las opiniones que DL tuvo, Crónicas políticas)
1977 Os Apontamentos (Apuntes, Crónicas publicadas en los diarios "Diário de Lisboa"(1972/73) y en el "Diário de Noticias" (1975))

Guía turística
1981 Viagem a Portugal (Viaje a Portugal)

Teatro
1979 A noite (La noche)
1980 Que farei com este livro? (¿Qué haré con este libro?)
1987 A segunda vida de Francisco de Assis (La segunda muerte de Francisco de Asís)
1993 In nómine Dei
2005 Don Giovanni ou O dissoluto absolvido

PREMIOS
Beca de Honor de la Residencia de Estudiantes de la Universidad Carlos III (Madrid, España)
Caballero de la Orden de las Artes y las Letras (Francia)
Comendador de la Orden Militar de Santiago de Espada (Portugal)
Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma del Estado de México (México)
Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Madrid (España)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Brasilia (Brasil)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca (España)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Castilla-La Mancha (España)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de El Salvador ( El Salvador)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Costa Rica
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Mánchester (Reino Unido)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Sevilla (España)
Doctor Honoris Causa por la Universidad de Turín (Italia)
Doctor Honoris Causa por la Universidad Politécnica de Valencia (21 de enero de 1999)
Gran Premio de Teatro, de la Associação Portuguesa de Escritores
Grande Premio de Romance e Novela (da Associação Portuguesa de Escritores), 1991 (Evangelio según Jesucristo).
Miembro honorario de la Academia Canaria de la lengua
Miembro correspondiente de la Academia Argentina de Letras
Miembro de la Academia Europea de Yuste (Yuste, España)
Miembro de la Academia Universal de las Culturas (París)
Miembro del Parlamento Internacional de Escritores (Estrasburgo)
Miembro del Patronato de Honra de la Fundación César Manrique (Lanzarote, Canarias)
Miembro honoris causa del Consejo del Instituto de Filosofía del Derecho y de Estudios Histórico-Políticos de la Universidad de Pisa (Italia)
Premio Arzobispo Juan de San Clemente (Santiago de Compostela)
Premio Brancatti (Zafferana, Italia), 1992 (Ensayo sobre la ceguera).
Prémio Camões (1995)
Premio Cidade de Lisboa, 1980 (Levantado del suelo).
Premio de Consagração de Carreira da Sociedade Portuguesa de Autores, 1995.
Premio de la Crítica (de la Associação Portuguesa de Críticos), 1985 (El año de la muerte de Ricardo Reis).
Premio Dom Dinis (Fundação da Casa de Mateus), 1986 (El año de la muerte de Ricardo Reis).
Premio Ennio Ennio Flaiano (Italia), 1992 (Levantado del suelo).
Premio Europeu de Comunicació "Jordi Xifra Heras" (Gerona)
Premio Grinzane - Cavour (Alba, Italia), 1987 (El año de la muerte de Ricardo Reis).
Premio Literario Internacional Mondello (Palermo, Italia), 1992 (Ensayo sobre la ceguera).
Premio Literario Municipio de Lisboa, 1983 (Memorial del convento).
Premio Literario Municipio de Lisboa
Premio Nobel de Literatura (8 de octubre de 1998).
Premio Pen Club portugués, 1983 (Memorial del convento).
Premio Pen Club, 1985 (El año de la muerte de Ricardo Reis).
Premio Penne (Mosca, Penne, Italia)
Premio Rosalía de Castro (Vigo)
Premio Scanno (Universidad Gabriele d'Annunzio, Chieti)
Premio Vida Literária de la Associação Portuguesa de Escritores, 1993.
Presidente de Honor no ejecutivo de la empresa Sintratel [1]
Socio Honorario de la Sociedad Portuguesa de Autores (Lisboa)
The Independent Foreign Fiction Award (Inglaterra), 1993 (El año de la muerte de Ricardo Reis).
Hijo Predilecto de Andalucía, 2007. 


 Fuentes consultadas:
www.escritores.org

domingo, 6 de junio de 2010

Poemas -Théophile Gautier-En la noche-El Arte-Último Deseo-Humo-Tristeza en Mar-El pino de las landas-Níobe-Pastel-Las Palomas-A una joven italiana-Punto de vista- Watteau-Lied-,

  Poemas

 Théophile Gautier


En la noche

Cuando oímos crujir sordamente los muros,
cuando en la chimenea brotan múltiples ecos
que no son de este mundo, y con un ruido extraño
los tizones crepitan rodeados de un fuego
entre pálido y lívido, cuando hay viejos retratos
que hacen muecas por obra de los cambios de luz;
solitario, sentado, lejos de cualquier ruido,
¿es que acaso no os gusta mecer vuestras veladas
con relatos de aquellas maravillas de antaño?


Para mí es un placer; si en un viejo castillo
por azar he encontrado un pesado librote
entre el polvo de góticas librerías vetustas
hace tiempo olvidado, pero que tiene márgenes
con antiguas viñetas y fantásticas flores
y que brilla lo mismo que una extraña vidriera
con colores intensos ya no puedo dejarlo.


Virelais y baladas, láis, leyendas de santos
milagreros que curan los posesos del Diablo
y los pobres leprosos con tan sólo trazar
una cruz en el aire; cuando no son las crónicas
de las gestas de aquellos paladines sin miedo;
todo, todo mis ojos lo devoran ansiosos;
los relojes en vano doce veces avisan,
y es inútil que el búho chille al darse a la fuga
cuando hiere su vista la luz del candelabro

que ilumina el salón; continúo leyendo
mientras sobre la mesa de sepulcro la cera
se derrama formando oleadas y veo
que enrojece el cristal y que asoma a lo lejos
por oriente, en el cielo, el fulgor de la aurora,
la luz nueva del sol que amanece sonriendo.

Paisaje


No se mueve ni una hoja,
no hay ni un pájaro que cante,
sobre el rojizo horizonte
de vez en cuando un relámpago;
a un lado algunos espinos,
surcos a medio anegar,
lienzos grises de murallas,
sauces nudosos plegados;
al otro un campo limita
una zanja llena de agua,
y hay una vieja cargada
con un fardo muy pesado;
luego el camino se pierde
entre colinas azules,
y lo mismo que una cinta
se alarga en pliegues sinuosos.

El Arte


Sí, es más bella la obra trabajada
con formas más rebeldes, como el verso,
o el ónice o el mármol o el esmalte.
¡Huyamos de postizas sujeciones!
Pero acuérdate, oh Musa, de calzar,
un estrecho coturno que te apriete.
Rehúye siempre cualquier ritmo cómodo
como un zapato demasiado grande
en el que todo pie puede meterse.
Y tú, escultor, rechaza la blandura
del barro al que el pulgar puede dar forma,
mientras la inspiración flota lejana;
es mejor que te midas con carrara
o con el paros * duro y exigente,
que custodian los más puros contornos;
o pídele quizá a Siracusa
su bronce en que resalta firmemente
el rasgo más altivo y delicioso;
con la delicadeza de tu mano
descubre dibujando en una veta
de ágata el perfil del dios Apolo.
Huye, pintor, de la acuarela y fija
el color demasiado desvaído
en el horno de los esmaltadores.
Haz que sean azules las sirenas
y retuerzan de cien modos distintos
los heráldicos monstruos sus figuras;
en el lóbulo triple de su nimbo,
la Virgen con el Niño, en cuya mano
hay la esfera con una cruz encima.
Todo pasa. Tan sólo el arte fuerte
posee la eternidad. Únicamente
el busto sobrevive a la ciudad.
Y la moneda rústica y austera
que un labriego ha encontrado bajo tierra,
recuerda que existió un emperador.
Hasta los mismos dioses al fin mueren.
Mas los versos perfectos permanecen
y duran más que imágenes de bronce.
Artista, esculpe, lima o bien cincela;
que se selle tu sueño fluctuante
en el bloque que opone resistencia.


* El carrara y el paros son dos mármoles blancos de gran fama.

Último Deseo


Hace ya tanto tiempo que te adoro,
dieciocho años atrás son muchos días...
Eres de color rosa, yo soy pálido;
yo soy invierno y tú la primavera.
Lilas blancas como en un camposanto
en torno de mis sienes florecieron;
y pronto invadirán todo el cabello
enmarcando la frente ya marchita.
Mi sol descolorido que declina
al fin se perderá en el horizonte
y en la colina fúnebre, a lo lejos,
contemplo la morada que me espera.
Deja al menos que caiga de tus labios
sobre mis labios un tardío beso,
para que así una vez esté en mi tumba,
en paz el corazón, pueda dormir.


Lo Que Dicen Las Golondrinas

CANCIÓN DE OTOÑO


Aquí y allá se ven las secas hojas
sobre campos de hierba amarillenta;
desde el alba a la noche el viento es fresco,
éste es el fin del tiempo de verano.
Veo abrirse las flores que conserva
el jardín como un último tesoro:
quiere lucir la dalia su divisa,
la maravilla su dorada toca.
La lluvia en el estanque hace burbujas;
y tienen conciliábulos extraños
las golondrinas sobre los tejados:
¡Ya ha llegado el invierno con sus fríos!
Se reúnen por cientos con el fin
de llegar a un acuerdo sobre su éxodo.
Una dice: «Qué bien se está en Atenas,
viéndolo todo desde la muralla.
Todos los años voy allí y anido en
metopas del mismo Partenón.
En los frisos mi nido disimula
el hueco de una bala de cañón.»
Otra dice: «Yo tengo mi cuartito
en Esmirna, en el techo de un café;
sus granos de ámbar cuentan los hayíes (1)
en el umbral que recalienta el sol.
Entro y salgo, avezada como estoy
a los rubios vapores de las pipas,
y entre mares humosos rozo siempre
los turbanes y feces al pasar.»
Ésta dice: «Yo habito en un triglifo,
en el frontón de un templo, allá en Baalbek;
allí me poso y me sujeto, encima
de mis crías de pico puntiagudo.»
Otra dice: «Sabed mi dirección:
Rodas, palacio de los caballeros; (2)
cada invierno mi tienda se alza allí
en capiteles de negros pilares.»
Y la quinta: «Yo voy a descansar,
pues la edad no permite largos vuelos,
en las blancas terrazas que hay en Malta,
entre el azul del agua y el del cielo.»
La sexta: «¡Hay que ver qué bien se está
en El Cairo y sus altos minaretes!
Recubro con el barro un ornamento
y mi cuartel de invierno ya está listo.»
«Pues yo tengo mi nido», dice la última
«donde está la segunda catarata; (3)
el exacto lugar está indicado
en el psen de un monarca de granito».
«Mañana cuántas leguas», dicen todas,
«nuestra bandada habrá dejado atrás,
pardas llanuras, picos blancos, mares
azules con bordados espumosos».
Entre tanto chillido y aleteo,
sobre estrechas cornisas de la altura,
conversan entre sí las golondrinas
viendo cómo la herrumbre invade el bosque.
Comprendo las palabras que se dicen
porque al fin el poeta es como un pájaro;
pero, ay, está cautivo, y sus impulsos
se rompen contra redes invisibles.
¡Alas quiero tener, dadme unas alas!,
como dice aquel cántico de Rückert, (4)
para volar con ellas hacia el oro
del sol, hacia la primavera verde.


(1) Se da el título de hayí al musulmán que ha realizado la peregrinación a La Meca y Medina.

(2) De la orden de San Juan de Jerusalén, que conquistaron la isla a comienzos del siglo XIV.

(3) Del Nilo.

(4) Poeta alemán (1788-1866) autor de una composición donde pide alas para volar, y que el propio Gautier había traducido en 1856.

Bottom of Form

Humo

Bajo los árboles hay
una choza corcovada;
con el tejado vencido,
rotas paredes y musgo
en el umbral de la puerta.
Ciega está por sus postigos
la ventana, pero igual
que cuando hace mucho frío
se ve como un tibio aliento
de la casa que respira.
Un tirabuzón de humo
gira en hilillos azules
y así del alma encerrada
en aquel tugurio lleva
noticias frescas a Dios.

Lied


Es rosada la tierra en el abril,
como la juventud, como el amor;
y casi no se atreve, siendo virgen,
a enamorarse de la Primavera.
En junio, con un pálido semblante
y el corazón turbado de deseos,
con el Verano de tostada piel
se apresura a ocultarse en los trigales.
En agosto, bacante color cobre,
al Otoño le ofrece sus dos pechos,
con su piel atigrada se revuelca
y hace brotar la sangre de las vides.
En diciembre es la anciana que se encorva,
empolvada de blanco por la escarcha;
en sus sueños quisiera despertar
al Invierno que ronca junto a ella.

Tristeza en Mar


Vuelan como jugando las gaviotas;
y los blancos corceles de la mar,
encabritados sobre el oleaje,
sus despeinadas crines dan al aire.
Cae la tarde y una fina lluvia
apaga las hogueras de la noche;
a su paso el vapor escupe hollín
y abate su penacho largo y negro.
Más pálido que el cielo sin color,
me dirijo a la tierra del carbón,
donde reinan la niebla y el suicidio; (1)
—Hace un tiempo ideal para matarse.
Siento ahogarse mis ávidos deseos
en el abismo amargo que blanquea;
se arremolina el agua, danza el barco,
el viento cada vez se hace más fresco.
¡Está tan dolorida el alma mía!
El océano se hincha, suspirando,
y su desesperado pecho me parece
como un amigo fiel que me comprende.
¡Penas de amor perdidas, adelante,
esperanzas truncadas, ilusiones
apeadas de alturas ideales,
podéis saltar hasta los surcos húmedos!
¡Id al mar, sufrimientos del pasado
que volvéis nuevamente para hurgar
en vuestras cicatrices mal cerradas
intentando otra vez que lloren sangre!
Id al mar los fantasmas de mis sueños,
congojas de mortales palideces
en este corazón con siete espadas
como lleva la Madre dolorosa.
Cada fantasma se sumerge y lucha
durante unos momentos con el agua
que lo cubre al final de su voluta
y lo engulle lanzando un gran sollozo.
¡Oh, pesado equipaje, lastre de alma,
tesoros miserables y queridos
hundíos y después de este naufragio
yo mismo os seguiré al fondo del mar!
Lívido, hinchado e irreconocible,
mecido por las olas que susurran
en la húmeda almohada de la arena
sé que voy a dormir bien esta noche.
... Pero hay una mujer que con su capa,
en el puente sentada y solitaria,
una mujer encantadora y joven,
de repente me mira desde lejos.
En su mirada, a mi desolación
la Simpatía de brazos abiertos
habla y sonríe, hermana o bien amante.
¡Qué ojos azules! ¡Agua verde, adiós!
Vuelan como jugando las gaviotas
y los blancos corceles de la mar,
encabritados sobre el oleaje,
sus despeinadas crines dan al viento.
(1) Inglaterra.

El pino de las landas


Sólo veo al pasar por las Landas desiertas,
un Sahara francés, mar de arena muy blanca,
entre hierbas resecas y verdosos charcales,
estos pinos que llevan una herida en su flanco,
pues, queriendo sus lágrimas de resina robarle,
ese avaro verdugo de las cosas, el hombre,
que no sabe vivir más que a costa del crimen,
en su tronco doliente abre un surco profundo.
Sin llorar por su sangre gota a gota vertida,
da su bálsamo el pino con la savia que hierve,
y le vemos erguido cual si fuera un soldado
que aunque herido quisiera ver la muerte de pie.
El poeta es lo mismo en las landas del mundo;
si no tiene una herida su tesoro conserva.
Necesita llevar en el pecho una muesca
para darnos sus versos como lágrimas de oro.

La Maceta


Cuando una semillita encuentra el niño,
sus colores tan vivos le deslumbran,
y la planta en un tiesto, porcelana
con flores raras y un dragón azul.
Se alarga la raíz como culebras,
asoma y echa flor, se hace arbolillo;
día a día sus pies vellosos hunde
hasta hacer estallar el recipiente.
Vuelve el niño y contempla el estropicio,
con la planta que yergue verdes dagas;
va a arrancarla, pero el tallo es tenaz,
se ensangrienta los dedos con los dardos.
Germinó por sorpresa en mí el amor;
yo creía sembrar una flor pasajera,
y es un áloe cuya raíz rompe
la porcelana de color magnífico.

Níobe *

Sobre un trozo de peña un fantasma de mármol,
el mentón en la mano, la rodilla en el codo,
los pies fijos en tierra cual raíces de un árbol,
llanto eterno derrama sin alzar la cabeza.
¿Qué dolor dobla, pues, tu cabeza abatida?
¿De qué pozos de luto sacan agua tus ojos?
¿Qué hay en tu corazón afligido de estatua
que da un raro temblor a tu pecho esculpido?
Estas lágrimas tuyas, al caer de tus párpados,
gota a gota, incesantes y en el mismo lugar,
en tu muslo de piedra han cavado un hoyuelo
en el cual el pardillo bebe y moja sus alas.
¡Oh, tú, símbolo mudo de la humana congoja,
Níobe sin sus hijos, Dolorosa inmortal!
En el Athos  o bien en el monte Calvario,
di, ¿qué río de América es mayor que tu llanto?


* Níobe, reina legendaria de Frigia, hija de Tántalo y esposa de Anfión, tuvo siete hijos y siete hijas, y, sintiéndose orgullosa de su fecundidad, se jactó de ser superior a Leto, quien sólo había tenido dos hijos, Apolo y Artemisa. La ofendida Leto pidió a sus hijos que vengaran esta ofensa, y Apolo y Artemisa mataron a flechazos a todos los hijos de Níobe en el monte Sípilo. El dolor de Níobe fue tan grande que Zeus, accediendo a sus súplicas, la convirtió en roca de aquel mismo monte, y de ella mana, a manera de lágrimas, una fuente inagotable.

Bottom of Form

Pastel


No me canso de veros en los marcos ovales,
amarillos retratos de beldades de antaño
en la mano unas rosas quizá ya un poco pálidas,
como es propio de flores de cien años atrás.
El invierno al rozar vuestras frescas mejillas
marchitó lo que en ellas era lirio y clavel,
ahora sólo lucís algún lunar de barro,
y aquí estáis en los muelles, ensuciados, manchados.
Aquel dulce reinado de las bellas pasó;
tanto la Parabère como la Pompadour *
sólo indóciles súbditos hoy tendrían tan sólo,
y en sus mismos sepulcros también yace el amor.
Pero, oh viejos retratos olvidados, aún
os conmueve aspirar vuestra flor sin perfume,
y podéis sonreír, melancólicamente
recordando a galanes hace un siglo difuntos.

* La condesa de Parabère fue la favorita del regente entre 1716 y 1721, y la marquesa de Pompadour (1721-1764) es la célebre favorita de Luis XV.
Bottom of Form

Las Palomas

En el collado aquel de los sepulcros
una palmera y su penacho verde
se yerguen donde acuden las palomas
a anidar por la noche y guarecerse.
Con el alba desertan de las ramas:
como un collar que se desgrana, vemos
—blancas, dispersas, en el aire azul—
que algún tejado buscan aún más lejos.
Todas las noches es un árbol mi alma
donde se posan con las alas trémulas
enjambres blancos de visiones locas
para echar a volar cuando clarea.

A una joven italiana


Aquel mes de febrero tiritaba en su albura
de la escarcha y la nieve; azotaba la lluvia
con sus rachas el ángulo de los negros tejados;
tú decías: ¡Dios mío! ¿Cuándo voy a poder
encontrar en los bosques las violetas que quiero?
Nuestro cielo es llorón, en las tierras de Francia
la estación es friolera como si aún fuera invierno,
y se sienta a la lumbre; París vive entre fango
cuando en tan bellos meses ya Florencia desgrana
sus tesoros que adorna un esmalte de hierba.
Mira, el árbol negruzco su esqueleto perfila;
se engañó tu alma cálida con su dulce calor;
no hay violetas excepto en tus ojos azules,
y no hay más primavera que tu rostro encendido.

El Hipopótamo


El hipopótamo de vientre enorme
suele vivir en selvas como Java,
y allí en el fondo de las cuevas hay
monstruos que no se pueden ni soñar.
La boa que se agita entre silbidos,
el tigre que tan bien sabe rugir,
el búfalo enfadado que resopla;
él sólo duerme o pace siempre en calma.
El kris y la azagaya no le asustan,
contempla al hombre sin darse a la huida,
se ríe del cipayo y de sus balas
que no hieren su piel y que rebotan.
Por eso yo soy como el hipopótamo;
me protege mi fuerte convicción,
armadura que me hace invulnerable,
y así por el desierto ando sin miedo.

Punto de vista

En primer plano un olmo de corteza musgosa
sacudiendo en la bruma su rojiza cabeza,
una charca muy sucia donde nadan los patos
asordando los ecos con sus gritos nasales;
matorrales escasos con los frutos aún verdes,
como un pobre la mano tienden flacos ramajes;
una casa viejísima, desconchada, con grietas
que abren en las paredes prolongados bostezos.
En segundo, molinos que levantan sus alas
y recortan en negro sus perfiles tan frágiles,
como una telaraña en el cielo brumoso.
Luego, al fondo, París, lleno de humo y sombrío,
donde ya como brillos en las casas oscuras,
un sinfín de faroles igual que ojos fulguran;
con tejados hendidos y esas torres que son,
o parecen de lejos, como cuellos de buitres;
campanarios agudos con la flecha dentada
como un peine que muerde de las nubes las greñas.

Watteau

No lejos de París, en el campo, un crepúsculo,
cuando andaba siguiendo el carril de un camino,
siempre a solas conmigo, y sin más compañero
que el dolor, que a mi lado me tendía la mano.
Eran campos severos y sombríos, acordes
con la misma apariencia que tenían los cielos
en el llano sin límites se veía tan sólo
el verdor de aquel parque con sus árboles viejos.
Largo rato miré a través de la verja,
era un parque que acaso recordaba a Watteau:
olmos finos, glorietas, tejos negros, senderos
bien peinados, trazados simplemente a cordel.
Me alejé con el alma cautivada y muy triste.
Al mirar por la verja comprendí lo siguiente:
que aquél era el ensueño de mi vida, y también que
mi dicha quedaba tras de aquellos barrotes. 


jueves, 3 de junio de 2010

EL FLAUTISTA DE HAMELIN Der Rattenfänger von Hameln - ANÓNIMO

EL FLAUTISTA DE HAMELIN
Der Rattenfänger von Hameln
ANÓNIMO
Rattenfanger by Eugene Arenhaus


Había una vez..una pequeña ciudad al norte de Alemania, llamada Hamelin. 
Su paisaje era placentero y su belleza era exaltada por las riberas de un río ancho y profundo que surcaba por allí. 
Y sus habitantes se enorgullecían de vivir en un lugar tan apacible y pintoresco.

Pero... un día, la ciudad se vio atacada por una terrible plaga: ¡Hamelin estaba lleno de ratas!

Había tantas y tantas que se atrevían a desafiar a los perros, perseguían a los gatos, sus enemigos de toda la vida; se subían a las cunas para morder a los niños allí dormidos y hasta robaban enteros los quesos de las despensas para luego comérselos, sin dejar una miguita. ¡Ah!, y además... Metían los hocicos en todas las comidas, husmeaban en los cucharones de los guisos que estaban preparando los cocineros, roían las ropas domingueras de la gente, practicaban agujeros en los costales de harina y en los barriles de sardinas saladas, y hasta pretendían trepas por las anchas faldas de las charlatanas mujeres reunidas en la plaza, ahogando las voces de las pobres asustadas con sus agudos y desafinados chillidos.

¡La vida en Hamelin se estaba tornando insoportable!

...Pero llegó un día en que el pueblo se hartó de esta situación. Y todos, en masa,  fueron a congregarse frente al Ayuntamiento.

¡Qué exaltados estaban todos!

No hubo manera de calmar los ánimos de los allí reunidos.

-¡Abajo el alcalde! - gritaban unos. 

-¡Ese hombre es un pelele! - decían otros.

-¡Que  los del Ayuntamiento nos den una solución! - exigían los de más allá.

 Con las mujeres la cosa era peor.

- Pero, ¿qué se creen? - vociferaban -. ¡Busquen el modo de librarnos de la plaga de las ratas! ¡O  hallan el remedio de terminar con esta situación o los arrastraremos por las calles! ¡Así lo haremos, como hay Dios!

Al oír tales amenazas, el alcalde y los concejales quedaron consternados y temblando de miedo.

¿Qué hacer?

Una larga hora estuvieron sentados en el salón de la alcaldía discurriendo en la forma de lograr atacar a las ratas. Se sentían tan preocupados, que no encontraban ideas para lograr una buena solución contra la plaga.

Por fin, el alcalde se puso de pie para exclamar:

-¡Lo que yo daría por una buena ratonera!

Apenas se hubo extinguido el eco de la última palabra, cuando todos los reunidos oyeron algo inesperado. En la puerta del Concejo Municipal sonaba un ligero repiqueteo.

-¡Dios nos ampare! - gritó el alcalde, lleno de pánico -. Parece que se oye el roer de una rata. ¿Me habrán oído?

Los ediles no respondieron, pero el repiqueteo siguió oyéndose.

-¡Pase adelante el que llama! - vociferó el alcalde, con voz temblorosa y dominando su terror.

Y entonces entró en la sala el más extraño personaje que se puedan imaginar.

Llevaba una rara capa que le cubría del cuello a los pies y que estaba formada por recuadros negros, rojos y amarillos. Su portador era un hombre alto, delgado y con agudos ojos azules, pequeños como cabezas de alfiler. El pelo le caía lacio y era de un amarillo claro, en contraste con la piel del rostro que aparecía tostada, ennegrecida por las inclemencias del tiempo. Su cara era lisa, sin bigotes ni barbas; sus labios se contraían en una sonrisa que dirigía a unos y otros, como si se hallara entre grandes amigos.

Alcalde y concejales le contemplaron boquiabiertos, pasmados ante su alta figura y cautivados, a la vez, por su estrambótico atractivo.

El desconocido avanzó con gran simpatía y dijo:

- Perdonen, señores, que me haya atrevido a interrumpir su importante reunión, pero es que he venido a ayudarlos. Yo soy capaz, mediante un encanto secreto que poseo, de atraer hacia mi persona a todos los seres que viven bajo el sol. Lo mismo da si se arrastran sobre el suelo que si nadan en el agua, que si vuelan por el aire o corran sobre la tierra. Todos ellos me siguen, como ustedes no pueden imaginárselo. Principalmente, uso de mi poder mágico con los animales que más daño hacen en los pueblos, ya sean topos o sapos, víboras o lagartijas. Las gentes me conocen como el Flautista Mágico.

En tanto lo escuchaban, el alcalde y los concejales se dieron cuenta que en torno al cuello lucía una corbata roja con rayas amarillas, de la que pendía una flauta. También observaron que los dedos del extraño visitante se movían inquietos, al compás de sus palabras, como si sintieran impaciencia por alcanzar y tañer el instrumento que colgaba sobre sus raras vestiduras.

El flautista continuó hablando así: - Tengan en cuenta, sin embargo, que soy hombre pobre. Por eso cobro por mi trabajo. El año pasado libré a los habitantes de una aldea inglesa, de una monstruosa invasión de murciélagos, y a una ciudad asiática le saqué una plaga de mosquitos que los mantenía a todos enloquecidos por las picaduras. Ahora bien,  si los libro de la preocupación que los molesta, ¿me darían un millar de florines?

-¿Un millar de florines? ¡Cincuenta millares!- respondieron a una el asombrado alcalde y el concejo entero.

Poco después bajaba el flautista por la calle principal de Hamelin. Llevaba una fina sonrisa en sus labios, pues estaba seguro del gran poder que dormía en el alma de su mágico instrumento.

De pronto se paró. Tomó la flauta y se puso a soplarla, al mismo tiempo que guiñaba sus ojos de color azul verdoso. Chispeaban como cuando se espolvorea sal sobre una llama.

Arrancó tres vivísimas notas de la flauta.

Al momento se oyó un rumor. Pareció a todas las gentes de Hamelin como si lo hubiese producido todo un ejército que despertase a un tiempo. Luego el murmullo se transformó en ruido y, finalmente, éste creció hasta convertirse en algo estruendoso.

¿Y saben lo que pasaba? Pues que de todas las casas empezaron a salir ratas. Salían a torrentes. Lo mismo las ratas grandes que los ratones chiquitos; igual los roedores flacuchos que los gordinflones. Padres, madres, tías y primos ratoniles, con sus tiesas colas y sus punzantes bigotes. Familias enteras de tales bichos se lanzaron en pos del flautista, sin reparar en charcos ni hoyos.

Y el flautista seguía tocando sin cesar, mientras recorría calle tras calle. Y en pos iba todo el ejército ratonil danzando sin poder contenerse. Y así bailando, bailando llegaron las ratas al río, en donde fueron cayendo todas, ahogándose por completo.

Sólo una rata logró escapar. Era una rata muy fuerte que nadó contra la corriente y pudo llegar a la otra orilla. Corriendo sin parar fue a llevar la triste nueva de lo sucedido a su país natal, Ratilandia.

Una vez allí contó lo que había sucedido.

- Igual les hubiera sucedido a todas ustedes. En cuanto llegaron a mis oídos las primeras notas de aquella flauta no pude resistir el deseo de seguir su música. Era como si ofreciesen todas las golosinas que encandilan a una rata. Imaginaba tener al alcance todos los mejores bocados; me parecía una voz que me invitaba a comer a dos carrillos, a roer cuanto quería, a pasarme noche y día en eterno banquete, y que me incitaba dulcemente, diciéndome: "¡Anda, atrévete!" Cuando recuperé la noción de la realidad estaba en el río y a punto de ahogarme como las demás. ¡Gracias a mi fortaleza me he salvado!

Esto asustó mucho a las ratas que se apresuraron a esconderse en sus agujeros. Y, desde luego, no volvieron más a Hamelin.

¡Había que ver a las gentes de Hamelin!

Cuando comprobaron que se habían librado de la plaga que tanto les había molestado, echaron al vuelo las campanas de todas las iglesias, hasta el punto de hacer retemblar los campanarios.

El alcalde, que ya no temía que le arrastraran, parecía un jefe dando órdenes a los vecinos:

-¡Vamos! ¡Busquen palos y ramas! ¡Hurguen en los nidos de las ratas y cierren luego las entradas! ¡Llamen a carpinteros y albañiles y procuren entre todos que no quede el menor rastro de las ratas!

Así estaba hablando el alcalde, muy ufano y satisfecho. Hasta que, de pronto, al volver la cabeza, se encontró cara a cara con el flautista mágico, cuya arrogante y extraña figura se destacaba en la plaza-mercado de Hamelin.

El flautista interrumpió sus órdenes al decirle:

- Creo, señor alcalde, que ha llegado el momento de darme mis mil florines.

¡Mil florines! ¡Qué se pensaba! ¡Mil florines!

El alcalde miró hoscamente al tipo extravagante que se los pedía. Y lo mismo hicieron sus compañeros de corporación, que le habían estado rodeando mientras mandoteaba.

¿Quién pensaba en pagar a semejante vagabundo de la capa coloreada?

-¿Mil florines... ?- dijo el alcalde -. ¿Por qué?

- Por haber ahogado las ratas - respondió el flautista.

-¿Que tú has ahogado las ratas? - exclamó con fingido asombro la primera autoridad de Hamelin, haciendo un guiño a sus concejales -. Ten muy en cuenta que nosotros trabajamos siempre a la orilla del río, y allí hemos visto, con nuestros propios ojos, cómo se ahogaba aquella plaga. Y, según creo, lo que está bien muerto no vuelve a la vida. No vamos a regatearte un trago de vino para celebrar lo ocurrido y también te daremos algún dinero para rellenar tu bolsa. Pero eso de los mil florines, como te puedes figurar, lo dijimos en broma. Además, con la plaga hemos sufrido muchas pérdidas... ¡Mil florines! ¡Vamos, vamos...! Toma cincuenta.

El flautista, a medida que iba escuchando las palabras del alcalde, iba poniendo un rostro muy serio. No le gustaba que lo engañaran con palabras más o menos melosas y menos con que se cambiase el sentido de las cosas.

-¡No diga más tonterías, alcalde! – exclamó -. No me gusta discutir. Hizo un pacto conmigo, ¡cúmplalo!

-¿Yo? ¿Yo, un pacto contigo? - dijo el alcalde, fingiendo sorpresa y actuando sin ningún remordimiento pese a que había engañado y estafado al flautista.

Sus compañeros de corporación declararon también que tal cosa no era cierta.

El flautista advirtió muy serio:

-¡Cuidado! No sigan excitando mi cólera porque darán lugar a que toque mi flauta de modo muy diferente.

 Tales palabras enfurecieron al alcalde.

-¿Cómo se entiende? – bramó -. ¿Piensas que voy a tolerar tus amenazas? ¿Que voy a consentir en ser tratado peor que un cocinero? ¿Te olvidas que soy el alcalde de Hamelin? ¿Qué te has creído?

El hombre quería ocultar su falta de formalidad a fuerza de gritos, como siempre ocurre con los que obran de este modo.

Así que siguió vociferando:

-¡A mí no me insulta ningún vago como tú, aunque tenga una flauta mágica y unos ropajes como los que tú luces!

-¡Se arrepentirán!

-¿Aun sigues amenazando, pícaro vagabundo?- aulló el alcalde, mostrando el puño a su interlocutor -. ¡Haz lo que te parezca, y sopla la flauta hasta que revientes!

El flautista dio media vuelta y se marchó de la plaza.

Empezó a andar por una calle abajo y entonces se llevó a los labios la larga y bruñida caña de su instrumento, del que sacó tres notas. Tres notas tan dulces, tan melodiosas, como jamás músico alguno, ni el más hábil, había conseguido hacer sonar. Eran arrebatadoras, encandilaban al que las oía.

Se despertó un murmullo en Hamelin. Un susurro que pronto pareció un alboroto y que era producido por alegres grupos que se precipitaban hacia el flautista, atropellándose en su apresuramiento.

       Numerosos piececitos corrían batiendo el suelo, menudos zuecos repiqueteaban sobre las losas, muchas manitas palmoteaban y el bullicio iba en aumento. Y como pollos en un gran gallinero, cuando ven llegar al que les trae su ración de cebada, así salieron corriendo de casas y palacios, todos los niños, todos los muchachos y las jovencitas que los habitaban, con sus rosadas mejillas y sus rizos de oro, sus chispeantes ojitos y sus dientecitos semejantes a perlas. Iban tropezando y saltando, corriendo gozosamente tras del maravilloso músico, al que acompañaban con su vocerío y sus carcajadas.

El alcalde enmudeció de asombro y los concejales también.

Quedaron inmóviles como tarugos, sin saber qué hacer ante lo que estaban viendo. Es más, se sentían incapaces de dar un solo paso ni de lanzar el menor grito que impidiese aquella escapatoria de los niños.

No se les ocurrió otra cosa que seguir con la mirada, es decir, contemplar con muda estupidez, la gozosa multitud que se iba en pos del flautista.

Sin embargo, el alcalde salió de su pasmo y lo mismo les pasó a los concejales cuando vieron que el mágico músico se internaba por la calle Alta camino del río.

¡Precisamente por la calle donde vivían sus propios hijos e hijas!

Por fortuna, el flautista no parecía querer ahogar a los niños. En vez de ir hacia el río, se encaminó hacia el sur, dirigiendo sus pasos hacia la alta montaña, que se alzaba próxima. Tras él siguió, cada vez más presurosa, la menuda tropa.

Semejante ruta hizo que la esperanza levantara los oprimidos pechos de los padres.

-¡Nunca podrá cruzar esa intrincada cumbre! - se dijeron las personas mayores -. Además, el cansancio le hará soltar la flauta y nuestros hijos dejarán de seguirlo.

Mas he aquí que, apenas empezó el flautista a subir la falda de la montaña, las tierras se agrietaron y se abrió un ancho y maravilloso portalón. Pareció como si alguna potente y misteriosa mano hubiese excavado repentinamente una enorme gruta.

Por allí penetró el flautista, seguido de la turba de chiquillos. Y así que el último de ellos hubo entrado, la fantástica puerta desapareció en un abrir y cerrar de ojos, quedando la montaña igual que como estaba.

Sólo quedó fuera uno de los niños. Era cojo y no pudo acompañar a los otros en sus bailes y corridas.

A él acudieron el alcalde, los concejales y los vecinos, cuando se les pasó el susto ante lo ocurrido.

Y lo hallaron triste y cariacontecido.

Como le reprocharon que no se sintiera contento por haberse salvado de la suerte de sus compañeros, replicó:

-¿Contento? ¡Al contrario! Me he perdido todas las cosas bonitas con que ahora se estarán recreando. También a mí me las prometió el flautista con su música, si le seguía; pero no pude.

-¿Y qué les prometía? - preguntó su padre, curioso.

- Dijo que nos llevaría a todos a una tierra feliz, cerca de esta ciudad donde abundan los manantiales cristalinos y se multiplican los árboles frutales, donde las flores se colorean con matices más bellos, y todo es extraño y nunca visto. Allí los gorriones brillan con colores más hermosos que los de nuestros pavos reales; los perros corren más que los gamos de por aquí. Y las abejas no tienen aguijón, por lo que no hay miedo que nos hieran al arrebatarles la miel. Hasta los caballos son extraordinarios: nacen con alas de águila.

- Entonces, si tanto te cautivaba, ¿por qué no lo seguiste?

- No pude, por mi pierna enferma- se dolió el niño -. Cesó la música y me quedé inmóvil. Cuando me di cuenta que esto me pasaba, vi que los demás habían desaparecido por la colina, dejándome solo contra mi deseo.

¡Pobre ciudad de Hamelin! ¡Cara pagaba su avaricia!

El alcalde mandó gentes a todas partes con orden de ofrecer al flautista plata y oro con qué rellenar sus bolsillos, a cambio de que volviese trayendo los niños.

Cuando se convencieron de que perdían el tiempo y de que el flautista y los niños habían partido para siempre, ¡cuánto dolor experimentaron las gentes! ¡Cuántas lamentaciones y lágrimas! ¡Y todo por no cumplir con el pacto establecido!

Para que todos recordasen lo sucedido, el lugar donde vieron desaparecer a los niños lo titularon Calle del Flautista Mágico. 
Además, el alcalde ordenó que todo aquel que se atreviese a tocar en Hamelin una flauta o un tamboril, perdiera su ocupación para siempre. 
Prohibió, también, a cualquier hostería o mesón que en tal calle se instalase, profanar con fiestas o algazaras la solemnidad del sitio.

Luego fue grabada la historia en una columna y la pintaron también en el gran ventanal de la iglesia para que todo el mundo la conociese y recordasen cómo se habían perdido aquellos niños de Hamelin.