EL IDEALISMO ROMÁNTICO
JOSÉ INGENIEROS
Fragmento de"El hombre mediocre"
BIOGRAFÍA
Los idealistas románticos son exagerados porque son insaciables.
Sueñan lo más para realizar lo menos; comprenden que todos los ideales contienen una partícula de utopía y pierden algo al realizarse: de razas o de individuos, nunca se integran como se piensan.
En pocas cosas el hombre puede llegar al Ideal que la imaginación señala: su gloria está en marchar hacia él, siempre inalcanzado e inalcanzable.
Después de iluminar su espíritu con todos los resplandores de la cultura humana, Goethe muere pidiendo más luz; y Musset quiere amar incesantemente después de haber amado, ofreciendo su vida por una caricia y su genio por un beso.
Todos los románticos parecen preguntarse, con el poeta: "¿Por qué no es infinito el poder humano, como el deseo?"
Tienen una curiosidad de mil ojos, siempre atenta para no perder la más imperceptible titilación del mundo que la solicita.
Su sensibilidad es aguda, plural, caprichosa, artista, como si los nervios hubieran centuplicado su impresionabilidad.
Su gesto sigue prontamente el camino de las nativas inclinaciones: entre diez partidos adoptan aquel subrayado por el latir más intenso de su corazón.
Son dionisiacos.
Sus aspiraciones se traducen por esfuerzos activos sobre el medio social o por una hostilidad contra todo lo que se opone a sus corazonadas y ensueños.
Construyen sus ideales sin conceder nada a la realidad, rehusándose al contralor de la experiencia, agrediéndola si ella los contraría.
Son ingenuos y sensibles, fáciles de conmoverse, accesibles al entusiasmo y a la ternura; con esa ingenuidad sin doblez que los hombres prácticos ignoran.
Un minuto les basta para decidir de toda una vida.
Su idea cristaliza en firmezas inequívocas cuando la realidad los hiere con más saña.
Todo romántico está por Don Quijote contra Sancho, por Cyrano contra Tartufo, por Stockmann contra Gil Blas; por cualquier ideal contra toda mediocridad.
Prefiere la flor al fruto, presintiendo que éste no podría existir jamás sin aquélla.
Los temperamentos acomodaticios saben que la vida guiada por el interés brinda provechos materiales; los románticos creen que la suprema dignidad se incuba en el ensueño y la pasión.
Para ellos un beso de tal mujer vale más que cien tesoros de Golconda.
Su elocuencia está en su corazón: disponen de esas "razones que la razón ignora", que decía Pascal.
En ellas estriba el encanto irresistible de los Musset y los Byron: su estuosidad apasionada nos estremece, ahoga como si una garra apretara el cuello, sobresalta las venas, humedece los párpados, entrecorta el aliento.
Sus heroínas y sus protagonistas pueblan los insomnios juveniles, como si los describieran con una vara mágica entintada en el cáliz de una poetisa griega: Safo, por caso, la más lírica.
Su estilo es de luz y de color, siempre encendido, ardiente a veces.
Escriben como hablan los temperamentos apasionados, con esa elocuencia de las voces enronquecidas por un deseo o por un exceso, esa "voce calda" que enloquece a las mujeres finas y hace un Don Juan de cada amador romántico.
Son ellos los aristócratas del amor, con ellos sueñan todas las Julietas e Isoldas.
En vano se confabulan en su contra las embozadas hipocresías mundanas; los espíritus zafios desearían inventar una balanza para pesar la utilidad inmediata de sus inclinaciones.
Como no la poseen, renuncian a seguirlas.
El hombre incapaz de alentar nobles pasiones esquiva el amor como si fuera un abismo; ignora que él acrisola todas las virtudes y es el más eficaz de los moralistas.
Vive y muere sin haber aprendido a amar.
Caricaturiza a este sentimiento guiándose por las sugestiones de sórdidas conveniencias.
Los demás le eligen primero las queridas y le imponen después la esposa.
Poco le importa la fidelidad de las primeras, mientras le sirvan de adorno; nunca exige inteligencia en la otra, si es un escalón en su mundo.
Musset le parece poco serio y encuentra infernal a Byron; habría quemado a Jorge Sand y la misma Teresa de Avila resúltale un poco exagerada.
Se persigna si alguien sospecha que Cristo pudo amar a la pecadora de Magdala.
Cree firmemente que Werther, Joselyn, Mimí, Rolla y Manón son símbolos del mal, creados por la imaginación de artistas enfermos.
Aborrece la pasión honda y sentida, detesta los) manticismos sentimentales.
Prefiere la compra tranquila a la conquista comprometedora.
Ignora las supremas virtudes del amor, que es ensueño, anhelo, peligro, toda la imaginación convergiendo al embellecimiento del instinto, y no simple vértigo brutal de los sentidos.
En las eras de rebajamiento, cuando está en su apogeo la mediocridad, los idealistas se alinean contra los dogmatismos sociales, sea cual fuere el régimen dominante.
Algunas veces, en nombre del romanticismo político, agitan un ideal democrático y humano. Su amor a todos los que sufren es justo encono contra los que oprimen su propia individualidad.
Diríase que llegan hasta amar a las víctimas para protestar contra el verdugo indigno; pero siempre quedan fuera de toda hueste, sabiendo que en ella puede incubarse una coyunda para el porvenir.
En todo lo perfectible cabe un romanticismo; su orientación varía con los tiempos y con las inclinaciones.
Hay épocas en que más florece, como en las horas de reacción que siguieron al sacudimiento libertario de la revolución francesa.
Algunos románticos se creen providenciales y su imaginación se revela por un misticismo constructivo, como en Fourier y Lamennais, precedidos por Rousseau, que fue un Marx calvinista, y seguidos por Marx, que fue un Rousseau judío.
En otros, el lirismo tiende, como en Byron y Ruskin, a convertirse en religión estática. En Mazzini y Kossouth toma color político.
Habla en tono profético y trascendente por boca de Lamartine y de Hugo.
En Stendhal acosa con ironía los dogmatismos sociales y en Vigny los desdeña amargamente.
Se duele en Musset y desespera en Amiel.
Fustiga a la mediocridad con Flaubert y Barbey d'Aurevilly.
Y en otros conviértese en rebelión abierta contra todo lo que amengua y domestica al individuo, como en Émerson, Stirner, Guyau, lbsen o Nietzsche...
José Ingenieros
- Nace: 24 de abril de 1877
- Lugar: Palermo (Italia)
- Efemérides: 24 de abril
- Muere: 31 de octubre de 1925.
- Lugar: Buenos Aires,Argentina
- Efemérides:31 de octubre
Biografía
José Ingenieros fue médico, filósofo y escritor argentino.
Nació en Palermo (Italia) el 24 de abril de 1877 y a él se le deben numerosos trabajos en el campo de la psiquiatría y la criminología- fue un importante referente intelectual de su tiempo en los campos de la filosofía y la psicología y un gran divulgador de los más grandes pensadores argentinos.
Estudió Medicina, carrera en la cual tuvo como maestro a José María Ramos Mejía.
A la hora de especializarse Ingenieros eligió la psiquiatría y la criminología y se centró fundamentalmente en el estudio de las patologías mentales.
Su tesis, La simulación de la Locura -premiada por la Academia de Medicina de París y ganadora de la Medalla de Oro de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires- fue su carta de presentación como científico descollante.
Enseguida obtuvo un importante puesto en la Cátedra de Neurología de Ramos Mejía y también pasó a desempeñarse en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Capital.
Tenía entonces 23 años y ya era un destacado psiquiatra, sociólogo y criminalista.
Sus trabajos en el ámbito de la psicología -disciplina de la que fue un gran impulsor- comenzaron en 1904, cuando ganó por concurso la suplencia de la Cátedra de Psicología Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras.
En 1908 fundó la Sociedad de Psicología y dio término a su obra Principios de Psicología que sería el primer sistema completo de enseñanza de esa materia en el país.
Ingenieros tuvo una gran oportunidad de llevar a la práctica sus saberes científicos cuando se hizo cargo del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires.
En ese mismo momento ya se había disparado su faceta sociológica, que tendría un hito en 1913 con la publicación de La sociología argentina y que culminaría cuando, terminando ya la década del 10, vieron la luz los dos tomos de La evolución de las ideas argentinas.
Ciento cuarenta y cuatro obras escritas por los más grandes pensadores argentinos formaron la colección La cultura argentina, esta serie fue editada por Ingenieros, que más o menos al mismo tiempo fundó la Revista de Filosofía, un periódico bimestral guía del pensamiento argentino de la época durante diez años.
Además de su obra clínica y sociológica, Ingenieros fue el responsable de la expresión filosófica más sistemática e importante de toda Latinoamérica, sosteniendo una posición que adhería al positivismo de principios de siglo.
Siendo aun muy joven se alejó de la vida universitaria.
Cuando José Ingenieros murió, en 1925, era uno de los intelectuales de mayor peso en la cultura argentina y latinoamericana.
Murió en Buenos Aires el 31 de octubre de 1925 , a los 48 años,luego de una vida intensa y prolífica.
Obra
José Ingenieros fue un representante destacado del pensamiento
positivista, sobre todo en sus primeros años.
También fue uno de los fundadores del socialismo en Argentina, aunque no participó orgánicamente en la actividad partidaria.
También fue uno de los fundadores del socialismo en Argentina, aunque no participó orgánicamente en la actividad partidaria.
A partir de la década del '10 comenzó a
profundizar una línea de pensamiento más relacionada con los aspectos morales y
políticos, aspectos ambos que Ingenieros veía íntimamente relacionados,
inspirando a la juventud latinoamericana que realizó la Reforma
Universitaria desde 1918 y lo nombró Maestro de la Juventud
de América Latina.
A partir de 1920 se implicó en política, adoptando una postura
de izquierdas que derivó en una militancia anarquista.
Sus desarrollos sobre la identidad latinoamericana y el antiimperialismo tuvieron
gran influencia sobre varias generaciones del continente.
Publicaciones
Primer período
La psicopatología en el arte, Buenos Aires, 1902
La simulación en la lucha por la vida, Buenos Aires, 1902
Simulación de la locura, Buenos Aires, 1903
Histeria y sugestión, Buenos Aires, 1904
Patología del lenguaje musical, París, 1906
Crónicas de viaje, Buenos Aires, 1906
La locura en la Argentina, Buenos Aires, 1907
Segundo período
Principios de psicología, Buenos Aires, 1911
El hombre mediocre (libro), Madrid, 1913
Hacia una moral sin dogmas, Buenos Aires, 1917
Ciencia y filosofía, Madrid, 1917
Sociología Argentina, Buenos Aires, 1918
Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía, Buenos
Aires, 1918
Evolución de las ideas Argentinas, Buenos Aires, 1918
Las Doctrinas de Ameghino, Buenos Aires, 1919
Los tiempos nuevos, Buenos Aires, 1921
Emilio Boutroux y la filosofía francesa, Buenos Aires, 1922
La cultura filosófica en España, Buenos Aires, 1922
Las fuerzas morales, obra póstuma
Tratado del amor, obra póstuma
Artículos
El contenido filosófico de la cultura argentina, Revista de
Filosofía, Buenos Aires, enero de 1915.
El elogio de la risa, Chinón, 1905.
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