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sábado, 4 de diciembre de 2010

LA ESFINGE SIN SECRETO-Oscar Wilde-La manía del misterio


LA ESFINGE SIN SECRETO
UN AGUAFUERTE

Una tarde, estaba yo sentado en la terraza del Café de la Paix contemplando el esplendor y la miseria de la vida parisiense y maravillándome, mientras tomaba mi vermú, del extraño panorama de orgullo y de pobreza que pa¬saba ante mí, cuando oí que me llamaban por mi nombre. 
Me volví y vi que era lord Murchison. 
No nos habíamos vuelto a ver desde que íbamos juntos a la Universidad, hacía casi diez años, así es que estuve encantado de haber dado de nuevo con él, y nos estrechamos cordialmente la mano. 
En Oxford habíamos sigo grandes amigos. 
Yo le estimaba muchísimo, siendo como era bien parecido, muy alegre y honrado. 
Solíamos decir de él que hubiera sido el compañero perfecto si no hubiera dicho siempre la verdad, pero creo que en realidad le admirábamos más por su franqueza.
Le encontré muy cambiado.
Parecía preocupado y confuso, y daba la impresión de que le inquietaba alguna incertidumbre. 
Yo tuve la sensación de que no podía tratarse del escepticismo moderno, pues Murchison era el más firme de los conservadores, y creía en el Pentateuco con tanta seguridad como en la Cámara de los Pares; así es que saqué la conclusión de que se trataba de una mujer, y le pregunté si se había casado.
-No entiendo suficientemente bien a las mujeres -replicó.
-Mi querido Gerald -dije yo-, las mujeres están para ser amadas, no para ser comprendidas.
-Yo no puedo amar si no puedo confiar -contestó.
-Creo que hay un misterio en tu vida, Gerald -ex¬clamé; cuéntamelo todo.
-Vamos a dar un paseo en coche -respondió-; hay demasiada gente aquí. No, un coche amarillo no, de cual¬quier otro color... Ese verde oscuro nos valdrá.
Y unos minutos después íbamos al trote de los caballos por el bulevar, camino de la Madeleine.
-¿Adónde te parece que vayamos? -pregunté yo.
-¡Oh, adonde tú quieras! -contestó él-; al restau¬rante del Bois de Boulogne; cenaremos allí y me dirás cómo te van las cosas.
-Yo quiero que me hables primero de tu vida -dije-. Cuéntame tu misterio.
Sacó de su bolsillo un pequeño estuche de piel marroquí con cierre de plata y me lo entregó.
Lo abrí. 
Dentro había una fotografía de una mujer. 
Era alta y delgada, y extrañamente pintoresca, con sus grandes ojos indecisos y sus cabellos sueltos.
Parecía una clairvovante, y estaba envuelta en ricas pieles.(«Vidente», «adivinadora». En francés en el original.)
-¿Qué piensas de esa cara? -dijo-, ¿te parece sincera?
La examiné cuidadosamente. Me parecía el rostro de alguien que tuviera un secreto, pero yo no hubiera podido decir si ese secreto era bueno o malo. 
Su belleza era una belleza moldeada a base de misterios -de hecho, una belleza psicológica, no plástica- y la débil sonrisa que jugueteaba en sus labios era demasiado sutil para ser realmente dulce.
-Y bien -exclamó impaciente-, ¿qué dices?
-Es la Gioconda envuelta en pieles de cebellina -respondí-. Cuéntame todo lo referente a ella. -Ahora no -dijo-; después de la cena.
Y se puso a hablar de otras cosas.
Cuando el camarero nos hubo servido el café y los cigarrillos recordé a Gerald su promesa. Se levantó de su asiento, recorrió dos o tres veces la habitación, y arrellanándose en un sillón, me contó la siguiente historia:
«Una tarde, aproximadamente a las cinco -dijo-, estaba yo paseando por Bond Street. Había una tremenda aglomeración de carruajes, y el tráfico estaba casi detenido. 
Cerca de la acera estaba parado un pequeño coche amarillo tirado por un solo caballo que, por alguna razón, atrajo mi atención. 
Al pasar junto a él se asomó la cara que te mostré esta tarde. 
Me fascinó inmediatamente. 
Toda aquella noche no hice más que pensar en ella, y estuve paseando arriba y abajo esa maldita calle todo el día siguiente, escudriñando todos los carruajes, y esperando que fuera el amarillo de un caballo; pero no pude encontrar ma belle inconnue y, finalmente, empecé a pensar que no era más que un sueño.
Aproximadamente una semana después, fui invitado a cenar a casa de madame de Rastail. La cena iba a ser a las ocho, pero a las ocho y media estábamos todavía es¬perando en el salón. 
Por fin, el criado abrió la puerta y anunció a lady Alroy.
Era la mujer a quien había estado yo buscando.
Entró muy lentamente, pareciendo un rayo de luna vestida de encaje gris, y para mi inmenso gozo se me pidió que la acompañara al comedor. 
Después de habernos sentado, observé con la mayor inocencia:
-Creo que la he visto en Bond Street hace algún tiempo, lady Alroy.
Se puso muy pálida y me dijo en voz baja:
-Por favor, no hable tan alto, pueden oírle.
Me sentí desdichado por haber hecho tan malos co¬mienzos, y me sumergí temerariamente en el tema del teatro francés. 
Ella hablaba muy poco, siempre con la misma voz baja musical, y parecía como si temiera que alguien estuviera escuchando. 
Me sentí apasionada y es¬túpidamente enamorado, y la indefinible atmósfera de misterio que la rodeaba excitaba mi más ardiente curiosidad. 
Cuando iba a marcharse, lo que hizo muy pronto después de acabada la cena, le pregunté si podría ir a visitarla. 
Ella vaciló un instante, lanzó una mirada alrededor para ver si había alguien cerca de nosotros y luego dijo:
-Sí, mañana, a las cinco menos cuarto.
Pedí a madame de Rastail que me hablara de ella; pero todo lo que pude saber fue que era una viuda y que tenía una hermosa casa en Park Lane; y como algún pelmazo científico empezó una disertación sobre las viudas, poniéndolas como ejemplo de la supervivencia de los más aptos en la vida matrimonial, abandoné la reunión y me fui a casa.
Al día siguiente, llegué a Park Lane puntualmente a la hora, pero el mayordomo me dijo que lady Alroy acababa de salir. 
Me fui al club, sintiéndome muy desgraciado y muy desconcertado, y después de mucho considerarlo le escribí una carta, preguntándole si podía tener la esperanza de que se me permitiera probar suerte alguna otra tarde.
No obtuve respuesta en algunos días, pero finalmente recibí una pequeña nota diciéndome que estaría en casa el domingo a las cuatro, y con esta extraordinaria posdata: «Por favor, no vuelva a escribirme aquí; se lo explicaré cuando le vea.» 
Aquel domingo me recibió, y estuvo sumamente encantadora; pero cuando me iba, me pidió que si en alguna ocasión volvía a escribirle, dirigiera mi carta a mistress Knox, a la atención de la biblioteca Whittaker, de Green Street.
-Hay razones -dijo- por las que no puedo recibir cartas en mi propia casa.
Durante toda la temporada la vi con frecuencia, y la atmósfera de misterio nunca la abandonaba. 
Yo a veces pensaba que estaba bajo el poder de algún hombre, pero parecía tan inaccesible que no podía creerlo.
Era realmente muy difícil para mí llegar a ninguna conclusión, pues ella era semejante a uno de esos extraños cristales que se ven en algunos museos, que en un momento son transparentes y en el siguiente son opacos. 
Finalmente, me decidí a pedirle que fuera mi esposa; estaba harto y cansado del incesante sigilo que imponía a todas mis visitas y a las pocas cartas que le enviaba.
Le escribí con ese fin a la biblioteca para preguntarle si podría recibirme el lunes siguiente a las seis.
Respondió que sí, y yo me sentí transportado al séptimo cielo. 
Estaba loco por ella, a pesar de su misterio, pensaba yo entonces -a consecuencia de él, me doy cuenta ahora-. 
No; era a la mujer en sí a quien amaba. 
El misterio me turbaba, me enloquecía.»
-¿Por qué me puso el azar en la pista de ese misterio?
-¿Lo descubriste, entonces? -exclamé.
-Eso me temo -respondió-, puedes juzgar por ti mismo:
«Cuando llegó el lunes fui a almorzar con mi tío, y hacia las cuatro me encontraba en Mary Lebone Road. 
Mi tío, como sabes, vive en Regent's Park. Yo quería ir a Piccadilly, y acorté atravesando muchas viejas callejuelas. 
De pronto, vi frente a mí a lady Àlroy, con el rostro completamente cubierto por un velo y andando muy de prisa. 
Al llegar a la última casa de la calle, subió los es¬calones, sacó un llavín y entró.
«Aquí está el misterio», me dije.
Y avancé apresuradamente y examiné la casa. 
Parecía una especie de casa de viviendas de alquiler.
En el umbral de la puerta estaba su pañuelo, que se le había caído; lo recogí y me lo metí en el bolsillo. 
Luego empecé a considerar qué debía hacer. Llegué a la conclusión de que no tenía ningún derecho a espiarla, y me dirigí en coche a mi club. 
A las seis fui a visitarla.
Estaba reclinada en un sofá, con un vestido de tarde de tisú de plata sujeto con unas extrañas adularias que siempre llevaba.
Estaba muy bella.
-Me alegro mucho de verle -dijo-; no he salido en todo el día.
La miré lleno de asombro, y sacando el pañuelo de mi bolsillo se lo entregué.
-Se le cayó a usted esto en Cumnor Street esta tarde, lady Alroy -dije con toda calma.
Me miró aterrorizada, pero no hizo ninguna intención de coger el pañuelo.
-¿Qué estaba haciendo allí? -pregunté.
-¿Qué derecho tiene usted a hacerme preguntas? -respondió ella.
-El derecho de un hombre que la ama -repliqué-, he venido aquí a pedirle que sea mi esposa.
Ella ocultó el rostro entre las manos y estalló en un mar de lágrimas.
-Debe decírmelo -continué.
Se levantó, y mirándome directamente a la cara, replicó:
-Lord Murchison, no hay nada que decirle.
-Usted fue a reunirse con alguien -exclamé-; ese es su misterio.
Ella se puso terriblemente pálida, y dijo:
-No fui a reunirme con nadie.
-¿No puede decir la verdad? -exclamé.
-Ya la he dicho -respondió.
Yo estaba loco, furioso; no sé lo que dije, pero le dije cosas terribles. 
Por último, salí precipitadamente de la casa.
Me escribió una carta al día siguiente; se la devolví sin abrir, y emprendí un viaje a Noruega con Alan Colville. 
Volví al cabo de un mes, y lo primero que vi en el Mor¬ning Post fue la noticia de la muerte de lady Àlroy.
Había cogido un enfriamiento en la ópera, y había muerto a los cinco días de congestión pulmonar. 
Yo me encerré y no quise ver a nadie. ¡Tanto la había querido!, ¡tan locamente la había amado!
¡Dios mío, cómo había amado yo a aquella mujer!»
-¿Fuiste a la casa de aquella calle? -pregunté.
-Sí -respondió.
«Un día fui a Cumnor Street. No pude evitarlo; la duda me torturaba. 
Llamé a la puerta y me abrió una mujer de aspecto respetable. Le pregunté si tenía habitaciones para alquilar.
-Bueno, señor -replicó-, se supone que los salones están alquilados; pero hace tres meses que no veo a la señora y como debe la renta, puede usted quedarse con ellos.
-¿Es esta la señora? -dije, enseñándola la fotografía.
-Es ella, con toda seguridad -exclamó-; ¿y cuándo va a volver, señor?
-La señora ha muerto -repliqué.
-¡Oh, señor, espero que no sea así! -dijo la mujer-; era mi mejor inquilina. 
Pagaba tres guineas a la semana sólo por sentarse en mis salones de vez en cuando.
-¿Se reunía con alguien? -pregunté.
Pero la mujer me aseguró que no, que siempre iba sola y no veía a nadie.
-¿Qué demonios hacía aquí? -exclamé.
-Simplemente se estaba sentada en el salón, señor, leyendo libros, y a veces tomaba el té -contestó la mujer.
Yo no sabía qué decir, así que le di una libra y me marché.»
-Ahora bien, ¡,qué crees tú que significaba todo eso? ¿No irás a creer que la mujer decía la verdad?
-Pues sí lo creo.
-Entonces, ¿por qué iba allí lady Alroy?
-Mi querido Gerard -respondí-, lady Alroy era simplemente una mujer con la manía del misterio. 
Alquiló aquellas habitaciones por el placer de ir allí con el velo echado, e imaginarse que era un personaje de novela. 
Tenía pasión por el ocultamiento, pero era meramente una esfinge sin secreto.
-¿Realmente lo crees así?
-Estoy seguro de ello -repliqué.
Sacó el estuche de piel marroquí, lo abrió y miró la fotografía.
-Sigo cuestionándomelo -dijo al fin.

domingo, 21 de noviembre de 2010

CUENTOS REENCARNACIONISTAS: ¡NO SE LEVANTA!Historia de dos hermanas -2da. y última parte

CUENTOS REENCARNACIONISTAS
¡NO SE LEVANTA! 
Historia de dos hermanas

2da. y última parte



Al principio, la trató a Hortencia con fingida ternura y afabilidad,velando por su salud y bienestar, pero, transcurridos unos pocos días,su espíritu mercenario y calculista pasó a explotar todas lascircunstancias favorables, en base al estado calamitoso de su hermana.
Habiendo observado que la mejoría temporaria de Hortencia le reducía los ingresos materiales, Guiomar le comenzó a negar los mínimos recursos,respecto a la higiene y bienestar, cuidando adrede de darle un aspecto lúgubre, grotesco y trágico.

Llevaba a Hortencia a los lugares de mayor afluencia de público.
La levantaba de madrugada y la hacía caminar por las calles en busca de los primeros transeúntes; y a alta hora de la noche, la obligaba a quedarse en los puntos estratégicos para mejorar la cosecha de sus intereses. 
Obsesionada por la mórbida especulación sobre la deformación de la hermana, Guiomar algunas veces transportaba a Hortencia en automóvil, de un lugar a otro, a fin de llegar a tiempo a las fiestas de la iglesia o a la salida de los cinematógrafos. 
La llevaba casi a la rastra delante de los templos repletos de fieles, o le apuraba sus vacilantes pasos para que alcanzara la trajinada estación del ferrocarril.
Hortencia ya tenía treinta años y estaba horrenda. 
El cráneo alargado, sus cabellos erizados, el rostro amarillento y alargado, formaban un
esbozo humano mal acabado, como si hubiera sido esculpido por la mano de un grosero artista. Además, había perdido la mayoría de los dientes, y los que aún le quedaban eran puntiagudos, acentuándole el aspecto enmalezco.
Algunas personas de corazón magnánimo le compraron un carrito de ruedas,fácilmente movido con las manos. 
Guiomar se puso furiosa con esaprovidencia caritativa, que le reducía gran parte de las limosnas; y cierta noche oscura, cuando Hortencia dormía, puso el carrito en las vías del tren, destruyéndole el medio práctico de su movilidad, porque atentaba contra el cuadro miserable que ella intencionadamente quería que su hermana ofreciera ante la gente misericordiosa. 
Desde ese momento, comenzó a vigilar a Hortencia, como el felino vigila a su presa,


impidiéndole todo contacto con otras personas. Evitaba que la visitaran


las asociaciones benéficas y sólo le permitía el derecho de pedir una


limosna, por el amor de Dios. Toda la contextura espiritual primaria de


Guiomar se fue manifestando ante el estado progresivo de la hermana.


Golpeaba a Hortencia, cuando la recaudación del día había sido mala,


censurándole la ineficacia demostrada en el saber pedir; y la dejaba


intencionalmente sin comida hasta que consiguiera corregirse en el


aprendizaje impuesto. Ensayaba todas las posibilidades de corrección


para la enseñanza, comprobando que el hambre era lo único que mejoraba


la lección impartida a su hermana.

Un buen día, cierta organización espirita, condolida por la situación de
Hortencia, promovió una suscripción entre sus asociados y consiguió el
dinero suficiente para internarla en una Institución hospitalaria
adecuada a su enfermedad. Entregaron cierta e importante cantidad de
dinero a Guiomar para que le comprase ropas y elementos necesarios a su
hermana, pero, para sorpresa de todos, Guiomar desapareció con el
dinero, dejando a, su hermana en la más extrema de las miserias. Tiempo
después, se supo toda la verdad; Guiomar había retirado de la Caja de
Ahorro una abundante suma de dinero y se marchó hacia un lugar ignorado
en compañía de un conocido hombre de vida nocturna de esa Capital.

Pasaron los años y un día Hortencia desapareció de la institución en
donde había sido recogida. Tiempo después, en el villorrio de Taperibá,
era uno de esos días calurosos y sofocantes, que hasta los pájaros se
refugiaban en los árboles, pues el calor, parecía no dar alivio. En
medio del pasto amarillento, salpicado por la tierra rojiza, había un
camino que se bifurcaba de la ruta principal. Más allá, en el riacho,
bajo un puente, algunas mujeres lavaban ropas en sus tablas, después de
refregarlas con abundante jabón. Algunas de ellas fumaban cigarros de
paja, esparciendo por el aire el olor acre, característico de los
mestizos o viejos negros; otras conversaban animadamente y reían,
acompañándose con gestos, propios del mujerío que habitualmente cumplen
con esa tarea. Entretenidas en sus trabajos, y como ninguna poseía la
"facultad de videncia", no percibían la insólita escena que transcurría, 
justamente, sobre el puente del cual se
protegían del cáustico sol. Allí, sin preocuparse del tórrido calor, se
encontraban tres hombres de vestidos translúcidos, envueltos por una
luminosidad suave, color lila zafirino. Las lavanderas jamás podrían
oírles el diálogo mantenido, puesto que eran espíritus con un trabajo
importante a realizar en aquella zona.

— ¡Creo que estamos bien orientados! —exclamó el más viejo de los tres,
un señor de aspecto agradable, tipo latino, que vestía túnica de seda
blanca como los antiguos griegos, que caía armoniosamente un poco más
abajo de la cintura. Señalando hacia el atajo sinuoso, entre los
arbustos, anotó: — ¡Nuestra cliente debe agonizar en esa dirección!—. Y
sonrió, con cierto aire tra- vieso, pero cordial, al mencionar la
palabra "cliente".

Los otros dos compañeros vestían de blanco, parecían enfermeros. Cada
uno aseguraba un pequeño y plateado aparato que relucía bajo el color
verde pálido, que emanaba de sus propias auras. Enseguida se pusieron a
caminar, lentamente, hasta alcanzar el camino estrecho. Después de
algunos minutos de caminar en un cordial entretenimiento espiritual,
llegaron frente a una cabaña arruinada, que sólo por milagro se mantenía
en pie. Fueron recibidos por una mujer de mediana edad, envuelta en un
halo parduzco y sin claridad definida, cuya fisonomía se iluminó al ver
llegar a los espíritus.

— ¡Gracias a Dios! —dijo, poniéndose la mano sobre el pecho y señalando
con la otra hacia el interior de la cabaña—. Está sufriendo
horriblemente y no puede liberarse sin la ayuda desencarnatoria. Por
eso, les ruego me disculpen por mis insistentes súplicas.

Los tres espíritus penetraron y no pudieron ocultar el choque vibratorio
desagradable que los alcanzó, por causa de los fluidos densos,
mortificantes y la gran cantidad de miasmas, gérmenes y bacilos
psíquicos, activados por el desarrollo de su vida inferior. En un
costado, echada sobre un montón de trapos y paja infestada, Hortencia,
la mujer simiesca y repulsiva, se revolvía en tormentosa agonía, con los
ojos desorbitados y fijos en el destrozado techo de la cabaña. No tenía
semejanza a ser humano alguno, parecía una caricatura esculpida en el
tronco de un árbol carcomido. El espíritu más viejo se curvó hacia ella,
en un gesto de profunda conmiseración y al mismo tiempo la ob-
servación, como el técnico que busca alguna falla en la pieza
valiosa.Enseguida aclaró:

—Realmente, el cordón umbilical se rompió y el chakra laríngeo está
debilitándose por la evasión del éter físico, lo que se comprueba por la
pérdida de la voz al intentar hablar. Ya fue superada la fase
instintiva, y ahora nuestro trabajo se concentra en la región mental, en
donde queda vestigio de la última onda de vida carnal!

Los dos jóvenes se postraron al lado de Hortencia y conforme a las
instrucciones de su mentor, movían sus aparatos en complicados procesos,
los que despedían colores de un anaranjado brillante y algunas veces se
matizaba con un plateado luminoso. Después de un lapso de tiempo, se
podía ver perfectamente el doble astral de Hortencia, proyectado unos
quince centímetros por encima de su cuerpo físico, pero todavía ligado a
un cordón plateado,2 que resplandecía como un hilo eléctrico
incandescente. Algunos minutos después, el espíritu director tomó un
estuche castaño claro, de donde sacó una especie de tijera de podar
árboles, la que conectó a una caja que pendía de la cintura de uno de
los jóvenes compañeros, algo parecido a un transformador terreno.
Rápidamente partieron de la referida tijera millares de chispas
serpenteantes color azul acerado y al cortar el cordón, una parte quedó
colgando de la región bulbar del periespíritu de Hortencia, de donde
emanaba por la balanceante punta el "tonus vital", en cantidades
intermitentes. El venerable espíritu se volvió hacia Hortencia que a
partir de ese instante se encontraba amparada por otro espíritu
desencarnado, de aspecto modesto y humilde, y dirigiéndose a otras dos
entidades espirituales que habían sido convocadas para ese momento, agregó:

—Hermanos Margarita y Juan Bautista, les entregó el espíritu de
Hortencia, que fue su hija en la
tierra en la última existencia, y dejo a cargo de vosotros la asistencia
que ella pueda necesitar.
Retornaron por el mismo camino sinuoso, mientras el mentor comentaba:

— ¡El problema kármico en la tierra aún es complicado y muy tormentoso!
Sin embargo, cuando el espíritu acepta espontáneamente la prueba
redentora y la cumple con resignación, conformidad y estoicismo, es
natural que se le ayude a eliminar los últimos grillos de la carne.
¡Hortencia, la hermana que atendimos, a pesar del orgullo y ferocidad
manifestada en su pasado, aceptó y cumplió resignadamente la prueba
trágica y dolorosa, que se impuso a sí misma, para una rápida
rectificación espiritual.

—Hermano Demócrito —preguntó uno de los jóvenes espíritus—, ¿cuál fue la
causa que generó
un destino material tan horrible para esa hermana?
La simpática entidad, después de un momento de abstracción, explicó:

—Hortencia hace un siglo fue doña Francelina, esposa de un acaudalado
hacendado paulista. Mujer cruel y tiránica, que administraba
personalmente los bienes del marido, el cual consumía su vida y fortuna
en el bullicioso París, sustentando a una vanidosa y fútil amante. Doña
Francelina no había nacido para mujer de hogar, pues si hubiera sido
hombre, sería el peor de los tiranos. Era un espíritu de comportamiento
masculino, resoluto y despótico, vigilaba tiránicamente la vida y
movimientos de los esclavos. Sabía extraer al máximo el provecho que
ellos rendían. Esclavo que enfermaba o caía agotado, era vendido sin
clemencia alguna a otros hacendados menos privilegiados. No vacilaba en
separar a los hijos de sus padres. No disimulaba su dureza cuando
encontraba algún esclavo en falta grave, el que inmediatamente era
separado de sus familiares.

Demócrito hizo una pausa, como si estuviera coordinando recuerdos:

—La venganza más cruel y sádica de Doña Francelina, consistía en obligar
a las esclavas o esclavos en faltas a quedar en posición simiesca todo
el día, con las manos apoyadas en el suelo, permitiéndole únicamente que
se alimentaran con la boca, como hacen los perros. Ante cualquier gesto
o intención de burlar el castigo y librarse de la posición incómoda y
dolorosa, lo mandaba azotar.Y, mientras los verdugos castigaban las
espaldas de los infelices cautivos, ella gritaba, en un tono varonil y
con aire de soberana:

— ¡No se levanta!...¡No se levanta!...
Iban llegando al puente de cemento, cuando Demócrito dijo:

—Bajo la ley donde la "siembra es libre, pero la cosecha obligatoria",
Doña Francelina retornó a la tierra, en la localidad de Taperibá,
viviendo la figura de la infeliz Hortencia y en las condiciones
dramáticas que Uds. ya pudieron comprobar, modelando durante años su
deformidad insuperable y su posición simiesca, la misma configuración
que en el pasado le imponía cruelmente a sus infelices esclavos.
Considerando que el "amor une" y el "odio imanta" a las almas entre sí,
nació junto a Hortencia, su hermana Guiomar, la esclava más pérfida de
la hacienda, por la cual doña Francelina se vengaba de los esclavos. El
esposo bohemio, irresponsable y su amante pariense, también se aliaron a
la prueba de Hortencia en la carne, viviendo en las figuras de Juan
Bautista y Margarita, sus padres, a quienes hace unos momentos le
entregamos a su hija.

Mientras los dos espíritus jóvenes reflexionaban sobre la trama kármica
que reajusta a las entidades en falta para buscar la felicidad perdida, 
Demócrito, en un gesto de sincera ternura, apuntó:
— ¡Que sean muy felices; pero, en base a su graduación primaria en lo
espiritual, todavía necesitan de muchos siglos para alcanzar la ventura angélica!

domingo, 14 de noviembre de 2010

NINGUN LUGAR ESTA LEJOS-RICHARD BACH

NINGUN LUGAR ESTÁ LEJOS
Richard Bach

Ningún lugar está lejos sintetiza la particular filosofía de Richard Bach: nada es imposible para el que verdaderamente desea algo, y está dispuesto a prescindir de eso que llamamos “realidad objetiva”.Ninguna persona está lejos si existe el deseo y la voluntad de estar a su lado.

¡Rae! ¡Gracias por invitarme a tu fiesta de cumpleaños!
Tu casa está a miles de kilómetros de la mía, y viajo sólo si tengo una buena razón...
Una fiesta para Rae es la mejor razón y ansío estar contigo.
Inicié mi jornada en el corazón del colibrí al que tú y yo conocimos tiempo atrás.
Fue tan cordial como siempre, pero cuando le dije que la pequeña Rae estaba creciendo y que yo iba a su fiesta de cumpleaños con un regalo, quedó perplejo.
Volamos largo rato en silencio; por fin él dijo:
-Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que vayas a la fiesta.
-Por supuesto que voy a la fiesta –respondí-.  ¿Acaso es tan difícil de entender?
Calló, y cuando llegamos al hogar del búho, dijo:
-¿Es que los kilómetros pueden separarnos verdaderamente de los amigos?
Si quieres estar con Rae, ¿no estás ya allí?
-La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo- dijo el búho.
Tuve una extraña sensación al decir voy de esa manera, después de hablar con el colibrí, pero lo dije así para que el búho comprendiese.
También él voló en silencio largo rato.  Fue un silencio amistoso, pero cuando me depositaba a salvo en el hogar del águila, dijo:
-Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es que llames pequeña a tu amiga.
-Por supuesto que es pequeña –respondí-, porque no ha crecido.
¿Acaso eso es tan difícil de entender?
El búho me miró con sus profundos ojos ambarinos, sonrió y dijo:
-Piénsalo.
-La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo –dije al águila.  Tuve una extraña sensación al decir voy y pequeña después de hablar con el colibrí y el búho, pero lo dije así para que el águila comprendiese.
Juntos volamos sobre las colinas, y remontamos los vientos montañeses.
Por fin dijo:
-Entiendo muy poco de lo que dices, pero lo que menos entiendo es esta palabra cumpleaños.
-Por supuesto, cumpleaños –respondí-.
Vamos a celebrar la hora en que empezó Rae, y antes de la cual ella no era.  ¿Acaso eso es tan difícil de entender?
El águila curvó sus alas diestramente y aterrizó con soltura, posándose en la arena del desierto.
-¿Un tiempo antes que empezara la vida de Rae?  ¿No te parece más bien que es la vida de Rae la que empezó antes de que existiera el tiempo?
-La pequeña Rae está creciendo y voy a su fiesta de cumpleaños con un regalo –dije al halcón-.  Tuve  una sensación extraña al decir voy  y pequeña y cumpleaños después de hablar con el colibrí y el búho y el águila, pero lo dije así para que el halcón comprendiese.
Debajo de nosotros, a lo lejos, se derramaba el desierto, y al fin dijo:
-Mira, entiendo muy poco de lo que me dices, per lo que menos entiendo es crecer.
-Por supuesto, crecer –respondí-.  Rae está más cerca de ser adulta, un año más lejos de ser una niña-  ¿Acaso eso es tan difícil de entender?
El halcón aterrizó por fin en una playa desolada.
-¿Un año más lejos de ser una niña?
¡Eso no suena como crecer!
Y elevándose en el aire, partió.
Yo sabía que la gaviota era muy sabia.  Mientras volaba con ella pensé con sumo cuidado y elegí las palabras de modo que, cuando hablara, ella supiese que yo había estado aprendiendo.
-Gaviota –dije por fin-, ¿por qué vuelas conmigo a ver a Rae, cuando en verdad sabes que ya estoy con ella?
La gaviota descendió sobre el mar, sobre las colinas, sobre las calles, y suavemente aterrizó en su azotea.
-Porque lo importante –dijo-, es que tú sepas esa verdad. Hasta que la sepas, hasta que verdaderamente la comprendas, puedes mostrarla sólo de maneras más pequeñas, y con la ayuda externa de máquinas, personas y aves.
-Pero recuerda –agregó-, que el ser desconocida no impide a la verdad ser verdadera.
Y partió.
Ahora es tiempo de abrir tu regalo.
Los obsequios de latón y de vidrio se gastan en un día y desaparecen.
Pero yo tengo un regalo mejor para ti.
Es un anillo para que lo uses.
Centellea con una luz especial y nadie puede quitártelo; no se lo puede destruir.
Eres la única en el mundo entero que puede ver el anillo que hoy te entrego, tal como yo fui el único que pude verlo cuando era mío.
Tu anillo te otorga un nuevo poder.
Usándolo puedes elevarte en las alas de todas las aves que vuelan...
Puedes ver a través de los dorados ojos, puedes tocar el viento que sopla por entre sus aterciopeladas alas, puedes conocer el júbilo de llegar muy alto sobre el mundo y todas sus preocupaciones.
Puedes permanecer cuanto quieras en el cielo, después de la noche, durante la salida del sol, y cuando tengas ganas de bajar otra vez, tus preguntas tendrán respuestas y tus angustias habrán desaparecido.
Como cualquier cosa que no se puede tocar con las manos ni ver con los ojos, tu regalo se torna más poderoso a medida que lo usas.,
Al principio podrás usarlo solamente cuando estés al aire libre, observando al pájaro con el que vuelas.
Pero más tarde si lo usas bien, funcionará con aves a las que no puedes ver, y al final comprobarás que no necesitas anillo ni pájaro para volar sola sobre el silencio de las nubes.
Y cuando ese día te llegue, debes dar tu regalo a alguien que sepas que lo usará bien, y que pueda aprender que las únicas cosas que importan son las que están hechas de verdad y alegría, y no de latón y vidrio.
Rae, ésta es la última fiesta que celebraré contigo, después de haber aprendido lo que me enseñaron nuestros amigos, los pájaros.
No puede ir a estar contigo porque ya estoy allí.
No eres pequeña porque ya has crecido, jugando entre los momentos de tu vida como lo hacemos todos, por la diversión de vivir.
No tienes cumpleaños porque siempre has vivido; jamás naciste y nunca morirás.



No eres la hija de las personas a quienes llamas madre y padre, sino su compañera de aventuras en una luminosa jornada para comprender las cosas que son.
Cada regalo de un amigo es un deseo de felicidad, como este anillo lo es para ti.
Vuela libre y dichosa más allá de los cumpleaños y a través de la eternidad, y nos encontraremos alguna que otra vez, cuando lo deseemos, en medio de la celebración que jamás puede terminar.

lunes, 18 de octubre de 2010

We are free now Una experiencia de belleza audiovisual más allá de esta realidad-Edición de fragmentos de Final Fantasy X con música de Lisa Gerrard

We are free now
Edición de fragmentos de Final Fantasy X con música de Lisa Gerrard
Una experiencia de belleza audiovisual más allá de esta realidad



En mi perfil, comento de mi aficción por el animé, género de animación que ha crecido muchísimo en perfección de imágenes y movimientos en su diseño a partir de nuevas herramientas digitales.
Tal es el caso de toda la saga de" Final Fantasy", una de mis favoritas.
En el video elegido para el posteo de hoy, el autor del mismo, incurre en dos errores, que harían poner el grito en el cielo a aquellos puristas de la edición de videos, que hay muchos, sobre todo en Youtube, donde los usuarios son despiadados cuando encuentran yerros.
El primer error, es la confusión con la voz que ejecuta el tema : no es Enya, la intérprete de la canción sino Lisa Gerrard, es muy notoria la diferencia entre el tono de una y otra.
Por otra parte ,dicho tema musical, fué el "soundtrack" de la película "Gladiador" ganadora de 5 premios Oscar, con una temática muy emocional, épica, y motivacional adecuado para el momento final del film.
El otro error es el título, debería decir "Now we are free", ya que supuestamente el idioma en que se canta este tema es muy particular, "We are free now" ( el que figura en el video) sería un título más convencional.
Con estas cuestiones planteadas es de imaginar que la opinión sería lapidaria: imposible desconocer el nombre correcto tanto de la intérprete como de la canción en cuestión, si se lo utiliza en la edición de un video, ya que supone el respaldo musical a la simbología que las imágenes dispensan.
Pero como el ensamble de fragmentos de video,es impecable, con escenas de "Final Fantasy 10",donde la edición tiene un efecto visual y sonoro impactante, bellísimo, a pesar de los fallos mencionados, los visitantes le han perdonado todo.
Lo más destacable es que es el primer video realizado por el usuario...lo cual significa que hay un talento intuitivo magnífico.
De hecho, en Youtube el video ha sido visto o reproducido más de 9 millones de veces... nada más y nada menos...y los comentarios son en su mayoría buenos...
La elección de la canción, creo que es un detalle muy importante : acompaña estéticamente a las imágenes,le aporta mucha fuerza, y las variaciones calzan justo con cada cambio de imágenes.
Averiguando un poco más, al conocer la letra del tema musical, conceptualmente se accede al intenso significado de liberación que desprende, y el poder de los colores de la voz de Lisa Gerrard, dan como resultado final ,un conjunto muy exótico y atrapante.
Según Lisa Gerrard, el lenguaje es una idioma antiguo llamado"Melisma", basado en sonidos antiguos y remontados a las primera palabras de la cultura humana, por esta razón, muchos se han confundido creyendo que podía ser, hebreo, o gálico antiguo.(* ver nota al final)
Sin importar el real origen, la canción habla de la liberación, de la libertad en su modo más lírico.
De todas formas, la visualización de este video es inspirador, intenso y muy emocional...al menos para mí...
Disfrútenlo...


'Ahora somos libres'

Libertad Todopoderosa
Todopoderosa liberadora del alma
Sé libre
Camina conmigo
A través de los campos dorados
tan preciosa
preciosa
Nos arrepentimos de nuestros pecados, pero...
Hilvanamos nuestro propio destino y
bajo mi máscara permanezco débil
bajo mi máscara, sonrío
Incluso solo,con miedo
bajo mi máscara estaré esperando

Corre conmigo ahora soldado de Roma
Corre y juega en el campo con los caballos
Libertad Todopoderosa
Todopoderosa liberadora del alma
Sé libre
Sé libre
e imagina
Libre en paz al final
Es preciosa
Es preciosa, esta tierra
que nadie puede creer ni entender
Cuan lejos llegué tan solo por mi preciosa familia
Debí haber estado ahí
con ellos cuando el mundo se destruyó
pero ahora ellos descansan conmigo.
Nunca olvidaré
cómo sentí ese momento
en el que me liberé.

'Now We Are Free' 
(English translation)

Almighty Freedom
Almighty freer of the soul
Be free
Walk with me
Through the golden fields
So lovely
Lovely
We regret our sins, but...
We sew our own fate and
Under my face I remain feeble
Under my face, I smile
Even alone/afraid
Under my face I will be waiting
Run with me now soldier of Rome
Run and play in the field with the ponies
Run with me now soldier of Rome
Run and play in the field with the ponies
Run with me now soldier of Rome
Run and play in the field with the ponies
Run with me now soldier of Rome
Run and play in the field with the ponies
Almighty Freedom
Almighty freer of the soul
Be free
Be free
And imagine
Free with peace at last
It's lovely
It's lovely, this land
No one can believe or understand
How far I came just for my lovely family
I should have been there
with them when the world crashed down
But now they rest with me.
I'll never forget
How I felt that moment
I became free.

ORIGINAL LYRICS /LETRA ORIGINAL
Anol Shalom
Anol sheh lay komud de ne um (Shaddai)
Flavum
Nom
de leesh
Ham de nam um das
La um de
Flavne...
We de ze zu
bu
We de sooo a ru
Un va-a pesh a lay
Un vi-i bee
Un da la
pesh ni sa (Aaahh)
Un di-i lay na day
Un ma la pech a nay
mee di nu ku
(Fast tempo, 4 times)
La la da pa da le na da na
Ve va da pa da le na da dumda
Anol Shalom
Anol Sheh ley
Kon-nud de ne um
Flavum
Flavum
M-ai shondol-lee
Flavu... (live on)
Lof flesh lay
Nof de lis
Ham de num um dass
La um de Flavne...
Flay
Shom de nomm
Ma-lum des
Dwondi
Dwwoondi
Alas Sharum du koos
Koot-tum

 Controversia sobre el Lenguaje usado en el tema Now we are free por Lisa Gerrard
En varias ocasiones, Lisa Gerrard ha explicado que el lenguaje usado es el "Melisma," una vertiente primitiva de los albores de la expresión humana.
Esta técnica vocal utiliza el recurso de trasladar notas musicales a sílabas, lo que en las culturas antiguas se utilizaba para generar un trance hipnótico, para los ritos de iniciación, como en los Misterios Eleusianos, el modo de recitar la Torá en la cultura Hebrea, la recitación de mantras y vedas en la India; los gitanos herederos de esta tradición le llaman en Flamenco “Cante Jondo” o “Profundo”, los muecín encargados de llamar a la oración en el Islam también lo utilizan.
En la cultura de las islas del Pacífico, los y las elegidas para cantar los rituales deben contar con un tono e intensidad de voz para exteriorizar lo sagrado de sus cantos.
El cristianismo fue influido por los ritos bizantinos, para posteriormente adaptarse a los cantos gregorianos. En el Mesías de Handel, se puede ejemplificar el Melisma.
El ingeniero de sonido de Lisa ha reconocido que esto les ha hecho blanco de unas cuantas críticas, pero simplemente contesta que no se trata de en cual idioma esté, sino de sentir la música.
(Fuente: foros20.es)

Leonardo da Vinci Aforismos- Teodicea,Psicología y Moral.

Leonardo da Vinci

Aforismos


********* 
1-Leonardo al lector 
2-Teodicea
3-Psicología
4-Moral
***************



Leonardo al lector
1.- Considerando que no podía encontrar una materia de gran utilidad
o agrado, puesto que los hombres nacidos antes que yo habían tomado para
sí todos los temas útiles y necesarios, haré como el que, a causa de su
pobreza, llega el último a la feria y, no pudiendo surtirse de otro modo,
compra cosas ya vistas por los otros y desechadas por ellos a causa de su
escaso valor.
2.- Emplearé en la adquisición de esa mercadería despreciada,
rechazada y proveniente de muchos mostradores, mi escaso peculio, y así
recorreré no las grandes ciudades, sino los pobres caseríos, distribuyendolas cosas de que dispongo y recibiendo por ellas el precio que merecen.
3.- Empezado en Florencia, en la casa de Braccio Martelli, el 22 de
marzo de 1508, todo esto forma una recopilación sin orden de muchas hojas
sueltas, a la espera de clasificarlas según la materia de que tratan. Creo
que, antes de llegar al fin, repetiré muchas veces las mismas cosas. Si
ello ocurre, no me critiques, lector. Las cosas son en gran número y la
memoria no puede reténerlas todas. Yo no quisiera escribir lo que ya he
dicho; mas para no incurrir en ese error, sería menester que cada vez que
agrego algo, releyese todo lo pasado, lo que me ocuparía mucho tiempo,
pues escribo a largos intervalos y fragmento por fragmento.
4.- Que no me lea quien no sea matemático, porque yo lo soy siempre
en mis principios.
Teodicea
5.- Te bendigo, Señor, ante todo por el amor que, de acuerdo con mi
razón, debo sentir por ti; y luego, porque Tú sabes abreviar o prolongar
la vida de los hombres.
6.- Tú vendes, ¡oh Dios!, todos los bienes a los hombres al precio de
su esfuerzo.
7.- ¡Admirable justicia la tuya, Causa Primera! Tú no has permitido
que ninguna fuerza falte al orden y calidad de sus efectos necesarios.
8.- ¡Quiera Nuestro Autor que yo haya demostrado bien la naturaleza
del hombre y sus facultades, mediante mis figuras descriptivas!
9.- Que el Señor, luz de todas las cosas, se sirva iluminarme, a fin
de que yo trate dignamente de la luz.
10.- No tocaré a las sagradas escrituras, porque ellas son la suprema
verdad.
11.- El amor a un objeto, cualquiera que sea, es hijo de su
conocimiento. El amor es tanto más ferviente cuanto más cierto es el
conocimiento; pero la certidumbre nace del conocimiento integral de todas
las partes, que reunidas forman el todo que debe ser amado. Si no conoces
a Dios, no podrás amarlo; si lo amas por el bien que de Él esperas y no
por su virtud soberana, imitas al perro que menea la cola y festeja con
sus saltos a quien le va a dar un hueso; si el animal conociera la
superioridad del hombre, lo amaría mejor.
12.- ¿Cuál es la cosa que cesaría de existir si se la pudiera
definir? El infinito, que sería finito si pudiera ser definido. Porque
definir es limitar la cosa definida con otra que la circunscribe en sus
extremos, de modo que lo que no tiene términos no puede ser definido.
13.- La verdad es de tal excelencia que, cuando elogia pequeñas
cosas, las ennoblece.
14.- Hay, sin duda, la misma proporción de la mentira y la verdad que
de las tinieblas a la luz; y la verdad es tan elevada esencia que, aun si
se aplica a materia humilde y baja, sobrepasa incomparablemente las vagas
y mentirosas amplificaciones y los más grandes y sublimes discursos.
Aunque nuestro espíritu, en efecto, tenga a la mentira por quinto elemento
(agregado a los cuatro que componen el mundo: aire, tierra, fuego y agua),
no deja de ser cierto que la verdad es la soberana alimentación no de los
espíritus vagabundos, pero sí de las inteligencias agudas. Mas tú, que
vives de ensueños, preferirás los sofismas y las mentiras de los
charlatanes en las cosas grandes e inciertas, a las verdades naturales,
bien que menos pretenciosas.
15.- ¡Oh, contemplador!, yo no te ensalzo porque conoces las cosas
ordinarias que la naturaleza dirige por sí misma; pero te envidio cuando
alcanzas a descubrir el fin de las cosas impresas en tu mente.
16.- La proporción entre la obra humana y la naturaleza es la misma
que media entre el hombre y Dios.
17.- Con poca esperanza pueden los míseros estudiosos aguardar el
premio de su virtud. En tal caso me encuentro yo, seguro de incurrir en no
pocas enemistades, ya que ninguno creerá lo que yo pueda decir de él. Muy
contados son los hombres a quienes desagradan sus propios vicios; antes
bien, sólo repugna generalmente el vicio a los que, por naturaleza, son
contrarios a él; muchos odian a sus padres o pierden la amistad de quienes
los reprenden, y no quieren saber de ejemplos de virtudes contrarias, ni
oír ningún humano consejo.
18.- Si encontráis a un hombre virtuoso y bueno, no lo apartéis de
vosotros; honradlo para que no tenga que huir de vosotros y refugiarse en
desiertos o cavernas u otros lugares solitarios, lejos de vuestras
insidias; miradlos como a dioses terrestres, merecedores de estatuas y
simulacros.
19.- Pero cuidad de no hacer como en algunas regiones de la India,
donde, si alguno de tales simulacros opera un milagro, o lo que allí creen
ser un milagro, los sacerdotes lo cortan en trozos (son de madera) y lo
venden a los habitantes; y cada uno pulveriza la parte que le ha tocado,
la esparce sobre el primer manjar que come y se queda persuadido de haber
devorado su Santo, que lo protegerá de todo peligro.
20.- En el número de los tontos, hay una secta de hipócritas que se
dedican continuamente a engañarse a sí mismos y a engañar a los otros, más
a los otros que a sí mismos, aunque de hecho se engañan más a sí mismos
que a los otros. Y son éstos los que reprenden a los pintores, porque
estudian los días de fiesta cosas atingentes al verdadero conocimiento de
todas las figuras con que se muestran las obras de la naturaleza y,
solícitamente, se ingenian en adquirir ese conocimiento hasta donde les es
posible.
21.- ¡Callen los tales reprensores, que éste es el modo de conocer al
Operador de tantas cosas admirables, y de amar a tan sublime Inventor! El
gran amor nace del gran conocimiento de la cosa que se ama; y si tú no la
conoces, poco o nada podrás amarla; y si la amas por el provecho que de
ella esperas y no por su virtud suma, harás como el perro que menea la
cola y hace fiestas a quien puede darle un hueso. Pero si conociese la
virtud de su amo, lo amaría bastante más, siempre que ella respondiera a
su propósito.
22.- Siendo los hechos más antiguos que las letras, no es de extrañar
que en nuestros días no se encuentre ninguna descripción escrita sobre los
mares que ocuparon tantos países; y si alguna escritura aparecía, las
guerras, los incendios, los diluvios de agua, las mutaciones de lenguas y
de leyes han consumido toda antigüedad; pero nos bastan los testimonios de
los seres nacidos en aquellas aguas saladas y que encontramos en altos
montes alejados de los mares de entonces.
Muchos tienen tienda abierta engañando a la necia multitud, y si
alguien denuncia su impostura se le castiga.

Psicología
23.- En la descripción del hombre deben comprenderse los animales de
la especie, tales como el mono, el babuino y muchos otros similares.
24.- La marcha del hombre tiene el carácter general de la del
cuadrúpedo, que mueve las patas en cruz. Como el caballo que trota, el
hombre agita sus cuatro miembros en cruz: si adelanta el primero el pie
derecho, adelantará al mismo tiempo el brazo izquierdo, o viceversa.
25.- Los antiguos llamaban al hombre un mundo menor, designación
justa, porque está compuesto de tierra, agua, aire y fuego como el cuerpo
terrestre, y a él se asemeja. Si el hombre tiene sus huesos, que le sirven
de armadura y sostienen su carne, el mundo tiene sus rocas que sostienen
su tierra; si el hombre tiene dentro de sí un lago de sangre, donde crece
y decrece el pulmón para su respiración, el cuerpo de la tierra tiene su
mar océano que, cada seis horas, crece y decrece también para su
respiración; si de aquel lago de sangre derivan las venas que van
ramificándose por todo el organismo, análogamente el mar océano llena el
cuerpo terrestre con innumerables venas de agua; pero faltan a nuestro
globo los nervios, que no le han sido dados porque ellos están destinados
al movimiento, y el mundo, en su perpetua estabilidad, carece de
movimiento, y donde no hay movimiento los nervios son inútiles. Pero, en
todo lo demás, el hombre y el mundo son semejantes.
26.- Si la naturaleza hubiera fijado una sola regla para la calidad
de los miembros, las fisonomías de todos los hombres serían semejantes, y
no sería posible distinguirlas unas de otras; pero ella ha variado de tal
modo las cinco partes del rostro que, aunque haya establecido una regla
general para la proporción, no ha seguido ninguna para la calidad; de
manera que es fácil reconocer cada semblante.
27.- Yo he encontrado en la constitución del cuerpo humano, como en
la de los otros animales, la más obtusa y grosera inventiva. Compuesto sin
ingenio, de instrumentos en parte inapropiados para recibir el vigor de
los sentidos.
28.- Como los ojos de la especie leonina ocupan una gran parte de la
cabeza, los nervios ópticos comunican inmediatamente con el cerebro. En el
hombre pasa lo contrario: los agujeros de los ojos toman poco lugar en la
cabeza, y los nervios ópticos, livianos, largos, débiles, operan
flojamente; el hombre ve poco durante el día y menos durante la noche; los
animales citados ven mejor de noche que de día: cosa que no les molesta
porque salen de noche y duermen de día, como hacen también las aves
nocturnas.
 29.- El ojo, a una distancia y en condiciones medias, se equivoca
menos en su oficio que cualquiera de los otros sentidos, porque no ve sino
por líneas rectas: las que componen la pirámide base del objeto y las que
la conducen al ojo, como espero demostrarlo.
30.- En cambio, el oído suele engañarse en cuanto a la situación y
distancia de sus objetos; porque las representaciones de éstos no llegan a
él por líneas rectas, como para el ojo, sino por líneas tortuosas y
reflejas; y ocurre muchas veces que las cosas remotas parecen más cercanas
que las próximas, por culpa de los recorridos del sonido. La voz del eco,
sin embargo, sólo por líneas rectas se encamina al oído.
31.- El olfato indica con menos certeza el lugar de donde procede un
olor; pero el gusto y el tacto sólo tienen la exacta noción del objeto que
tocan.
32.- El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y
falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una
pequeña certeza que un gran engaño.
33.- No me parece que los hombres groseros, de costumbres bajas y de
poco ingenio, merezcan tan bello organismo ni tal variedad de rodajes como
los hombres especulativos y de gran talento. Los primeros no son más que
un saco a donde entra y de donde sale lo que comen, pues nada me prueba
que participen de la naturaleza humana, salvo en la voz y en la figura; en
todo lo demás son bastante semejantes a las bestias. Debiera llamárseles
fabricantes de estiércol y rellenadores de letrinas, porque no es otro su
oficio en el mundo. Ninguna virtud ponen en práctica. Letrinas llenas, es
todo lo que queda de su paso por la Tierra.
34.- El alma parece residir en la inteligencia, y ésta en el lugar a
donde concurren todos los sentidos, el cual se llama común sentido o
cerebro. El alma no está toda en todo el cuerpo, como muchos han creído,
sino toda ella en el cerebro, porque si estuviera desparramada en todas
partes, o toda en cada parte, los instrumentos de los sentidos no
necesitarían concurrir a un solo lugar; antes bien bastaría que el ojo
llenara el oficio de la sensación sobre su propia superficie, sin tener
que mandar por la vía de los nervios ópticos, hasta el cerebro, la
representación de las cosas vistas; pues el alma, por las razones dichas,
podría sentirlas en la superficie del ojo.
35.- De un modo semejante, al sentido del oído bastaría la voz que
resuena en las concavidades porosas del hueso pétreo, que se halla en el
oído, sin que fuera necesario que ella recorriera el camino hasta el
cerebro.
36.- El sentido del olfato se ve también necesariamente obligado a
concurrir al cerebro. Las sensaciones del tacto pasan por los nervios al
cerebro, y estos nervios se derraman en infinitas ramificaciones hasta la
piel que circunda los miembros del cuerpo y las vísceras.
37.- Los nervios transmiten también la sensación y la voluntad a los
músculos, los cuales obedecen, actualizando su obediencia en contracciones
y tumefacciones Los nervios se internan, a través de los músculos, hasta
los extremos de los dedos, y llevan finalmente al cerebro la sensación
táctil.
38.- Los músculos con sus tendones obedecen a los nervios, como los
soldados a sus capitanes; y los nervios están subordinados al cerebro,
como los capitanes al supremo comandante; la coyuntura obedece, pues, al
tendón, el tendón al músculo, el músculo al nervio y el nervio al cerebro.
El cerebro es el sitio del alma, cuya proveedora es la memoria y cuya
consejera es la sensibilidad.
39.- El común sentido (que reside en el cerebro) juzga de las cosas
que los otros sentidos le transmiten y entra en acción mediante las
mismas. Los objetos exteriores mandan sus imágenes a los cinco sentidos,
las cuales son transferidas a la sensibilidad y percepción, y de ésta al
común sentido; y después de ser allí examinadas, pasan a la memoria, que
las conserva más o menos, según la potencia de cada una.
40.- Los cinco sentidos son: la vista, el oído, el tacto, el gusto y
el olfato.
41.- Los antiguos pensadores habían llegado a la conclusión de que la
facultad de juzgar concedida al hombre tiene su causa en un instrumento al
que se refieren los otras cinco mediante la percepción, y a dicho
instrumento designaron con el nombre de común sentido, afirmando que se
halla situado dentro de la cabeza. Le aplican este hombre de común sentido
sólo porque él es el juez común de los otros cinco sentidos, a saber:
vista, oído, tacto, gusto y olfato. El común sentido entra en acción
mediante la percepción, que se halla entre ella y los sentidos. La
percepción es excitada por las imágenes que le envían los instrumentos
superficiales, es decir, los sentidos, colocados entre las cosas
exteriores y la percepción, y actuados a su vez por los objetos. Los
objetos también mandan sus imágenes a los sentidos, los sentidos las
transfieren a la percepción, ésta al común sentido y de allí pasan a la
memoria, en la cual permanecen más o menos según la importancia o poder de
cada una.
42.- La naturaleza ha distribuido en el cuerpo del hombre los
músculos, que estiran los tendones y mueven los miembros de acuerdo con la
voluntad y deseo del común sentido, a semejanza de los oficiales
distribuidos por su señor en varias provincias y ciudades, los cuales en
dichos lugares lo representan y obedecen a su voluntad. Y el oficial que
una vez haya obedecido a las indicaciones directas de su señor, hará
después espontáneamente, en igual caso, lo necesario, sin desviarse de la
voluntad superior.
43.- Así hacen frecuentemente los dedos que han aprendido muy
dócilmente a ejecutar, con discernimiento, sobre un instrumento de música,
una pieza cualquiera, y que sabrán después tocarla sin intervención de
aquella facultad.
44.- Esto te aparecerá claro si observas cómo agitan los paralíticos
y los entumecidos de frío sus miembros temblorosos, su cabeza y sus manos,
sin licencia del alma, la cual, con todo su esfuerzo, no podría impedirlo.
Y ello ocurre asimismo en los epilépticos y en los miembros mutilados,
como por ejemplo en la cola de un lagarto separada del cuerpo del animal.
45.- Piensa, ¡oh lector!, lo que podemos creer de nuestros
antepasados cuando han pretendido definir lo que es el alma y la vida,
cosas indemostrables, porque no son cosas que la experiencia puede
claramente conocer y probar, ya que durante tantos siglos han sido
ignoradas o falsamente creídas.
46.- La esperanza y el deseo de repatriarse y volver al primitivo
estado, es como la luz para la mariposa; el hombre, con perpetuo deseo,
aspira a nueva primavera, a un nuevo estado, a próximos meses y a nuevos
años; y cuando llegan las cosas deseadas es demasiado tarde, y el hombre
advierte que aspira así a su ruina.
47.- Pero este deseo es la quintaesencia de los espíritus elementales
que se hallan encerrados, por el alma, en el cuerpo humano; el hombre
aspira sin cesar a volver a su mandatario. Y es sabido que ese mismo deseo
y esa quintaesencia son compañeros de la naturaleza, como el hombre es
modelo del mundo.
48.- El hombre es víctima de una soberana demencia que le hace sufrir
siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida le escapa mientras
espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes
esfuerzos.
49.- Si queréis saber cómo habita el alma en el cuerpo, os bastará
observar cómo usa el cuerpo de su cotidiana habitación: si ésta es
desordenada y confusa, desordenado y confuso será el cuerpo poseído por el
alma.
50.- Siempre se verán sobre la Tierra animales que combaten entre sí,
con grandes perjuicios y frecuentemente la muerte para cada partido.
51.- Su malignidad no tiene límites; sus brazos salvajes arrojan por
tierra los más grandes árboles de las selvas del mundo; y para conseguir
el sustento que alimente sus deseos, desencadenarán la muerte, las penas,
los dolores, las guerras y la devastación sobre todo ser viviente. En su
prodigioso orgullo se elevarían contra el cielo, si el peso demasiado
grande de sus miembros no los mantuviera sobre la Tierra. Nada, ni en la
tierra, ni bajo ella, deja de ser perseguido, perturbado, aniquilado por
ellos; pasan de un país a otro y el cuerpo de esta ralea se convierte en
sepultura y pasaje de todos los cuerpos de animales muertos.
52.- ¡Oh, mundo!, ¿cómo es que no te abres para arrojar al fondo de
tus barrancos, precipicios y abismos, y no mostrar más a la luz un
monstruo tan cruel y tan implacable?



Moral
53.- Todos los males presentes y pasados puestos por el hombre en
acción no satisfarían el deseo de su ánimo inicuo. Yo no podría, aunque
dispusiera de largo tiempo, describir su naturaleza.
54.- Digamos, para no salir de las cosas humanas, una suma crueldad,
que no se observa en los animales terrestres, por cuanto entre ellos no
los hay que devoren, otros de su propia especie, salvo por extravío del
instinto, cosa que solamente ocurre entre los animales rapaces: leones,
leopardos, panteras, lobos, gatos y otros animales semejantes, que a veces
devoran a sus hijos.
55.- Pero tú no sólo comes a tus hijos, sino también a tu padre, a tu
madre, a tus hermanos, a tus amigos; y como eso no te basta, vas a lejanas
islas a la caza de otros hombres, los castras para que engorden y los
matas para satisfacer tu gula. ¿No produce acaso la naturaleza vegetales
en cantidad suficiente, y no puedes, mezclándolos, preparar platos
compuestos como los que describe Platina y otros autores de gastronomía?
56.- Los ambiciosos que no se contentan con el beneficio de la vida y
la belleza del mundo, tienen por castigo el no comprender la vida y el
quedar insensibles a la utilidad y belleza del universo.
57.- La sabiduría es hija de la experiencia.
58.- ¡Oh, dormilón!, ¿qué cosa es el sueño? Es la imagen de la
muerte. ¿Por qué, pues, no conduces a buen fin alguna obra que, después de
muerto, te dé una semblanza de vida perfecta, a ti, que mientras vives te
asemejas por el sueño a los míseros muertos?
59.- Una vida bien cumplida el siempre larga.
60.- Como un día bien empleado procura un dulce sueño, así una vida
bien utilizada conduce a una dulce muerte.
61.- ¡Oh, tiempo!, por tu causa los duros dientes de la vejez, poco a
poco y con lenta muerte, consumen todas las cosas. Elena, mirando al
espejo las marchitas arrugas de la vejez en su rostro, dolíase y pensaba
que había sido raptada dos veces.
62.- Los hombres buenos son naturalmente deseosos de saber.
63.- La adquisición de cualquier conocimiento es siempre útil al
intelecto, que sabrá descartar lo malo y conservar lo bueno.
64.- Es imposible amar algo ni odiar algo, sin empezar por conocerlo.
65.- Adquiere en tu juventud de qué compensar el perjuicio de la
vejez. Si comprendes que la vejez tiene por sustento la sabiduría, te
esforzarás durante tus jóvenes años para que, en los últimos, no carezcas
de alimento.
66.- Cornelio Celso: «El soberano bien es la sabiduría; el soberano
mal es el dolor del cuerpo.» Pero compuestos como estamos de dos cosas:
alma y cuerpo, de las cuales la primera es la mejor y la segunda la peor,
y la sabiduría perteneciendo a la parte mejor y el sumo mal a la peor,
será óptima cosa la sabiduría y pésima cosa el dolor del cuerpo. Por
consiguiente, así como el sumo mal es el dolor corpóreo, la sabiduría es
el sumo bien del alma en el hombre consciente: nada hay que pueda serle
comparado.
67.- El conocimiento del tiempo pasado y del estado de la Tierra en
él son el ornato y el alimento del espíritu humano.
68.- El renombre del rico termina con su vida; se recuerda el tesoro,
pero no al atesorador. Muy otra es la gloria de la virtud de los mortales
que la de sus tesoros.
69.- Cuántos emperadores y príncipes han pasado sin dejar recuerdo.
Sólo se propusieron conquistar Estados y riquezas para que les
sobreviviera su memoria. Cuántos, al contrario, vivieron pobres de dinero,
para poder adquirir virtudes: y su deseo se ha cumplido en tanto cuanto la
virtud sobrepasa a la riqueza.
70.- ¿No ves tú que el tesoro no honra a su acumulador, después de su
vida, como hace la ciencia, que atestigua y proclama a su creador, porque
es hija de quien la genera y no hijastra como la pecunia?
71.- Demetrio solía decir que no hay diferencia entre las palabras y
la voz de los tontos ignorantes y los ruidos del vientre que provienen del
exceso de gases.
72.- La lujuria es causa de la generación. La gula mantiene la vida.
El miedo o el temor la prolongan. El dolor es la salvación del organismo.
73.- Así como la animosidad entraña peligro para la vida, el miedo es
causa de seguridad para ella.
74.- La paciencia obra contra la s injurias como los vestidos contra
el frío. Si multiplicas los abrigos según la intensidad del frío, éste no
podrá perjudicarte. Así, frente a las injurias, redobla la paciencia, y
ellas no podrán alcanzarte.
75.- Nuestro juicio no aprecia las cosas hechas en distintos períodos
de tiempo ni en distancia relativa; porque los hechos ocurridos antes nos
parecen próximos y casi actuales, y otras muchas cosas muy vecinas en el
tiempo nos parecen lejanas, porque tienen por antigüedad la época de
nuestra juventud.
76.- He aquí una cosa que rechazamos cuanto más la necesitamos: el
consejo. De mala gana lo escucha quien más lo necesitaría, a saber: el
ignorante.
77.- He aquí otra cosa que más nos persigue cuanto más huimos de
ella: la miseria, que en la medida que pretendemos evitarla nos agobia sin
darnos reposo.
78.- Cuando la obra satisface al juicio, es una triste señal para el
juicio; cuando la obra supera al juicio, éste es pésimo, como ocurre
cuando alguien se maravilla de su trabajo; pero cuando el juicio supera a
la obra, he ahí un signo perfecto; y si un joven se halla en tal
disposición, llegará sin duda a ser un excelente artista, aunque sólo
compondrá pocas obras, pero llenas de cualidades que detendrán a los
hombres para admirar sus perfecciones.
79.- Quien no pone freno a su voluptuosidad, desciende al nivel de
los brutos.
80.- El placer y el dolor pueden representarse aparejados, porque
jamás están separados uno del otro: vueltos de espaldas, porque son
contrarios uno al otro, y colocados sobre un mismo cuerpo, pues tienen el
mismo fundamento, desde que el placer está en el esfuerzo contra el
desagrado, y este último se halla en el fondo de todos los placeres. Y lo
figuramos con una caña en la mano, símbolo de la vanidad sin fuerza, pero
cuyos pinchazos son, no obstante, venenosos. Se emplean las cañas en la
Toscana para soporte de los lechos, significando que ellos son el teatro
de vanos ensueños, que en ellos se consume gran parte de la vida y se
pierde mucho tiempo útil, especialmente en la mañana, cuando la mente está
sobria y reposada, y el cuerpo apto para nuevas fatigas; y allí, en fin,
nos entregamos a muchos vanos placeres, ya con la mente, imaginando cosas
imposibles, o gozando con el cuerpo de placeres que disminuyen la
vitalidad. Es por estos motivos por los que la caña se emplea a tales
fines.
81.- Si tú me dices que la visión impide la fija y sutil cogitación
mental que penetra en las divinas ciencias, y que tal impedimento condujo
a un filósofo a privarse de la vista, responderé que el ojo, como señor de
los sentidos, cumple con su deber impidiendo las disputas confusas y
engañosas, que nada tienen que ver con la ciencia y que van siempre
acompañadas de ruidosas exclamaciones y grandes gestos; y el mismo deber
incumbiría al sentido del oído, que sufre, más aún que el de la vista, de
aquellas disputas; porque ellas malogran su deseo de concordancia entre
los dos sentidos. Y si aquel filósofo se arrancó los ojos para razonar
mejor, tal acto fue digno de fruto de su cerebro enfermo y de aquellas
vanas disputas; porque todo ello fue locura. ¿No podía, en efecto, al
entrar en semejante frenesí, haber cerrado los ojos y no abrirlos de nuevo
hasta que el furor se calmase? ¡Pero el hombre estaba sin duda loco, y
loco era su razonamiento que lo llevó estúpidamente a privarse de la
vista!
82.- La parte tiende a reunirse con su todo para huir de su
imperfección. El alma desea permanecer unida al cuerpo, porque, sin los
instrumentos orgánicos del mismo, no puede obrar ni sentir.
83.- La cosa amada atrae al amante como lo sensible al sentido, hasta
que se unen en un solo objeto. La obra es lo primero que nace de esa
unión. Si la cosa amada es vil, el amante se torna vil. Cuando la unión
conviene al que la realiza, resulta para él deleite, placer, satisfacción.
Cuando el amante se une a la cosa amada, reposa en ella.
84.- De oscuras y tenebrosas cavernas saldrá una cosa que infundirá a
toda la especie humana grandes inquietudes y peligros mortales. A muchos
que lo buscarán, el oro dará, tras múltiples afanes, algunos placeres, y
el que esté privado de él morirá entre sufrimientos y calamidades.
85.- Inspirará infinitas traiciones; arrastrará a todos los hombres a
cometer asesinatos, robos y perfidias; sembrará la sospecha entre los
partidarios, arrebatará el estado a las ciudades libres, quitará a muchos
la vida, enemistará a los hombres entre sí con muchos artificios, engaños
y traiciones.
86.- ¡Oh, animal monstruoso, cuánto mejor sería para los hombres que
volvieses al infierno! ¡Por tu culpa las grandes selvas quedarán desnudas
de sus vegetaciones e infinitos animales perderán la vida!87.- Y tú,
hombre, que consideras en este trabajo mío las obras admirables de la
naturaleza, si admites que sería cosa nefanda destruirlo, piensa qué cosa
nefandísima sería quitar la vida al hombre. Si juzgas que su composición
corpórea es un maravilloso artificio, has de reconocer, sin embargo, que
ella es nada, comparada con el alma que habita en semejante arquitectura;
y, a la verdad, tal como es, es cosa divina. Déjala, pues, ocupar su obra
a su gusto, y no quieras que tu cólera o malignidad destruya tan hermosa
vida, pues quien no la estima no la merece. Es contra su voluntad como el
alma se separa del cuerpo; y cuando lo hace, su queja y su dolor no son
sin causa.
88.- Los médicos nos atribuyen enfermedades que ellos mismos no
conocen.
89.- Si quieres conservar tu salud, lo conseguirás en la medida que
sepas evitar a los médicos, porque sus remedios son del mismo género que
la Alquimia, la cual ha producido tantos tratados como la Medicina.
90.- ¡Oh, Naturaleza negligente! ¿Por qué eres tan parcial y no
tratas a tus hijos como una buena madre, sino como una cruel e implacable
madrastra? Veo a tus hijos entregados al servicio ajeno, sin ninguna
ventaja para ellos, recibiendo por remuneración del bien que nos hacen
cruelísimos martirios, y agotando su vida en beneficio de su verdugo.
(Acémilas.)
91.- Los más duros trabajos, recompensados por el hambre, la sed, el
dolor, los garrotazos, los puñetazos, las maldiciones y vil trato. (Los
asnos.)
92.- ¿La belleza y la utilidad no pueden, acaso, ir juntos como en
los castillos y en los hombres?
93.- Las bellezas y las fealdades aparecen más potentes las unas por
las otras.
94.- ¡Oh, miseria humana, a cuántas cosas te sometes por el dinero!
95.- Tanto da hablar bien del malvado como hablar mal del bueno.
96.- La constancia no está en empezar, sino en perseverar.
97.- Un vaso de arcilla cruda, si se rompe puede repararse, pero no
el de arcilla cocida.
98.- No siempre es bueno lo que es bello... Ejemplo de este error dan
los que hablan con elegancia, pero sin doctrina.
99.- Debes reprender en secreto a tu amigo y alabarlo en público.
100.- Pide consejo al que sabe corregirse a sí mismo.
101.- El mal que no me perjudica es como el bien que no me aprovecha.
102.- No reneguemos del pasado.
103.- Las amenazas sólo son armas para el amenazado.
104.- Quien no castiga el mal ordena que se haga.
105.- El que pretende enriquecerse en un día, se verá apremiado
durante un año.
106.- He aquí una cosa que cuanto más se necesita menos se estima: el
consejo.
107.- Mal haces si alabas, y peor si reprendes una cosa que no
entiendes bien.
108.- La justicia requiere poder, inteligencia y voluntad, y se
asemeja al águila.
109.- No existe mayor ni menor señorío que el sí mismo.
110.- Se expone a daños quien se gobierna por el consejo de los
jóvenes.
111.- Donde entra la ventura, la envidia le pone asedio y la combate.
Cuándo nos abandona, nos deja el dolor y el arrepentimiento.
112.- Quien no estima la vida no la merece.
113.- Cosa bella mortal pasa y no dura.
114.- La hiedra tiene larga vida.
115.- Cuando la fortuna viene, tómala a mansalva y por delante, pues
por detrás es calva.
116.- Las palabras que no satisfagan al oyente, le causan fastidio y
disgusto; ello se manifiesta generalmente por copiosos bostezos. Cuando
hables, pues, a hombres cuya benevolencia quieres captarte, si observas en
ella tales muestras de aburrimiento, abrevia tu discurso o cambia de
terna; si no lo haces, recogerás en vez de la benevolencia que deseas,
odio y enemistad.
117.- Y si quieres saber lo que a uno deleita, sin necesidad de que
te lo diga, háblale de diversos asuntos, y cuando lo observes escuchando
atento, sin bostezos ni fruncimiento de cejas, ni otros signos semejantes,
puedes estar seguro de que la cosa de que hablas es la que le deleita.
118.- Bien sé que por no ser yo literato, algún presuntuoso podrá
razonablemente reprocharme mi falta de letras. ¡Gente necia! Ignoran los
tales que yo podría, como Mario a los patricios romanos, contestarles que
los que a sí mismos se adornan con ajenos trabajos, son los que se niegan
a concederme el mérito de los míos.
119.- Dirán que, por carecer de letras, no podré expresar bien lo que
deseo. No saben ellos que mis cosas valen más por ser fruto de la
experiencia y no de palabras ajenas, experiencia que fue maestra de los
buenos escritores y que yo por tal la reconozco y no cesaré de alegarla en
todos los casos.
120.- ¡Oh, tontería humana! ¿No echas de ver que aunque has pasado
toda tu vida contigo mismo, no has logrado reconocer lo que mejor posees,
a saber: tu locura? Siguiendo la multitud de los sofistas, te engañas y
engañas a los otros. Desprecias las ciencias matemáticas, que contienen la
verdadera noción de las cosas que son de tu dominio; pasas luego a tratar
de los milagros, pretendiendo saber cosas que escapan a la capacidad de la
mente humana y no pueden demostrarse con ningún ejemplo natural; y piensas
haber realizado un milagro cuando has deteriorado la obra de algún ingenio
especulativo, sin advertir que incurres en el mismo error que el que
despoja una planta del ornamento de sus ramos, llenos de hojas, de
olorosas flores y de frutas.
121.- Tal hizo Justino, abreviador de las Historias escritas por
Trogo Pompeyo, que había relatado con admirable ornamento de arte las
grandes hazañas de sus antepasados. Compuso una obra desnuda y digna tan
sólo de los espíritus impacientes, para quienes es perder el tiempo
emplearlo útilmente en el estudio de las obras de la naturaleza y de las
cosas humanas.
122.- Pero quédense ellos en compañía de las bestias; háganles
cortejo los perros y otros animales rapaces, y corran junto con éstos tras
los inocentes animales que, obligados por el hambre, en la época de las
grandes nieves, se acercan a tu casa a pedirte limosna como a su tutor.
123.- Felices los que prestan oído a los muertos: leamos los buenos
libros y pongamos en práctica sus enseñanzas.
124.- Ninguna investigación puede ya permitirnos escribir algo nuevo.
125.- Las ciencias imitables son aquellas en que los discípulos
igualan al maestro y pueden producir frutos semejantes. Éstas son útiles
al imitador, pero no alcanzan tanta excelencia como aquéllas, que no
pueden dejarse en herencia como otras sustancias.
126.- Entre las ciencias inimitables está en primer lugar la pintura.
Ella no se enseña a quien no tiene don natural, al contrario de las
matemáticas, en las que el discípulo recibe tanto cuanto el maestro le
enseña; ni se copia como las letras, en las que tanto vale la copia como
el original; ni se modela como en la escultura en la que el objeto
modelado equivale al original; y en cuanto a la fecundidad de la obra,
ésta no produce infinitos hijos como ocurre con los libros impresos. Sólo
ella conserva su nobleza, sólo ella honra a su autor, y queda preciosa y
única sin parir hijos iguales a ella.
127.- Como se ve a los soberanos reyes del Oriente andar velados y
cubiertos, pensando que disminuiría su fama si publicaran y divulgaran su
presencia, así vemos con frecuencia las pinturas que representan las
divinas deidades, cubiertas con preciosos cortinados, y no se las descubre
sin previas solemnidades eclesiásticas de diversas músicas y cantos. Y
apenas descubiertas, la gran multitud del pueblo congregado se prosterna
adorando y pidiendo el restablecimiento de la salud perdida o la salvación
eterna, ni más ni menos que si el Ser figurado por la pintura estuviera
allí presente y vivo.
128.- Esto no pasa con ninguna otra ciencia u obra humana. Y si
pretendieras que no es la fuerza del pintor la que entonces opera, sino la
propia virtud de la cosa imitada, te responderé que, si así fuera, la
imaginación podría satisfacerse quedándonos cómodamente en cama, en vez de
emprender difíciles y peligrosos peregrinajes, como los que vemos hacer
continuamente.
129.- Pero, si a pesar de todo, esos peregrinajes se realizan con
tanta frecuencia, ¿qué motivo los decide sin necesidad? Ciertamente
confesarás que ese motivo no es otro que el simulacro o pintura que
representa en efigie y potencia la idea de la divinidad, y que tal
resultado podrían alcanzar todas las escrituras imaginables. Parecería,
pues, que esa idea ama tal pintura y a quienes la aman y veneran, y que se
complace más en ser adorada en esa que en otra manera de imitación, y, en
fin, que por ella concede gracias y dones de salud -según creen los que a
tal lugar concurren.