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sábado, 27 de agosto de 2011

CÓDIGO DE HAMMURAPI Primera parte-Hice de la Verdad y la Equidad el asunto más importante me ocupé del bienestar del pueblo.


CÓDIGO DE HAMMURAPI
Versión basada en la
edición de Joaquín Sanmartín.
Primera parte

"Hammurapi, príncipe devoto (y) respetuoso de los dioses, para que yo mostrase la Equidad al País, para que yo destruyese al malvado y al inicuo, para que el prepotente no oprimiese al débil, para que yo, como el divino Shamash, apareciera sobre los «Cabezas Negras» e iluminara la tierra, para que promoviese el bienestar de la gente, me impusieron el nombre.... Cuando Marduk me mandó a gobernar el pueblo, a enseñarle al País el buen camino, yo hice de la Verdad y la Equidad el asunto mas importante: me ocupé del bienestar del pueblo."


Al final de su reinado (1752?), Hammurapi de Bábil (Hammurabi de Babilonia) edictó sus disposiciones, escritas en varios ejemplares. Uno, posiblemente de Sippar, fue tomado por los elamitas y llevado a Susa en el s. -XII. 
Hallado en 1902, está en el Louvre (estela de diorita de 2,23 m). Sus párrafos, en casillas verticales, son arcaizantes y solemnes. Los modernos han numerado 282 , aislados a menudo por la palabra shumma, ³si².
Una pauta orientativa del contenido es ésta:
1-5. Litigios.
6-25. Pena capital.
26-41. Sistema fiscal (ilkum).
42-126. Patrimonio.
128-193. Familia y sucesión.
196-240. Lesiones, daños.
241-277. Trabajo.
278-282. Esclavos.

El rey preside la estela ofreciendo su obra a Shamash, dios solar de la Equidad (o, acaso, a Marduk, dios de Babilonia).
NOTAS. Se traducen: awilum por hombre; mushkenum por individuo común, wardum por esclavo y amtum por esclava. En Babilonia un talento son 60 kg; una mina, 500 g; un siclo, 8,33 g; un grano, 0,046 g; un kur, 300 l; una fanega, 60 l; un celemín, 10 l; un sila, 1 l; un bur, 64.800 m2 = 6,5 ha; un iku, 3.600 m2 = 0,36 ha; un sar, 36 m2; una ninda, 6 m; una caña, 3 m; un codo, 50 cm; un dedo, 1,66 cm; un grano, 0,28 cm. (Véase léxico religioso al final).



Prólogo

Cuando Anum, el Altísimo, Rey de los Anunnakus, (y) el divino Enlil, señor de cielos y tierra, que prescribe los destinos del País, otorgaron al divino Marduk, primogénito del dios Ea, la categoría de Enlil [soberano] de todo el pueblo, (y) lo magnificaron entre los Igigus; cuando impusieron a Babilonia su sublime nombre (y) la hicieron la más poderosa de los Cuatro Cuadrantes; (cuando) en su seno aseguraron a Marduk un reino eterno de cimientos tan sólidos como los de cielo y tierra, en aquellos días, Anum y el divino Enlil también a mí, Hammurapi, príncipe devoto (y) respetuoso de los dioses, para que yo mostrase la Equidad al País, para que yo destruyese al malvado y al inicuo, para que el prepotente no oprimiese al débil, para que yo, como el divino Shamash, apareciera sobre los «Cabezas Negras» e iluminara la tierra, para que promoviese el bienestar de la gente, me impusieron el nombre.


Yo soy Hammurapi: El Pastor Elegido del divino Enlil, el acumulador de la abundancia y de la opulencia, el que ha llevado a buen fin cuanto concierne a Nippur‑Duranki (y es) devoto cuidador del Ekur ; el Rey Eficiente que ha restaurado Eridu en su lugar (y) purificado el ritual del E'abzu; el Huracán de los Cuatro Cuadrantes; el Engrandecedor del nombre de Babilonia, el agrado del corazón de Marduk, su señor, el que acude a diario a servir al Esagil; la Semilla Regia generada por el divino Sin, el enriquecedor de Ur, el humilde, el fervoroso, el que aportó la abundancia al Ekishnugal; el Rey Prudente, obediente al divino Shamash, el poderoso que ha consolidado los cimientos de Sippar, el que ha revestido de frondosidad la capilla superior de Aya, el que ha hecho del Ebabbar un templo excelso, semejante a la morada de los cielos; el Guerrero Compasivo con Larsa, el renovador del Ebabbar para el divino Shamash, su aliado; el Señor Revitalizador de Uruk, el suministrador de aguas de la abundancia a su pueblo, el que ha levantado la cúspide del Eanna, el que ha acumulado abundancia para Anum y la divina Ishtar; el Protector del País, el que ha reunido a las gentes dispersas de Isin, el que ha colmado de abundancia el templo de Egalmaj; el Dragón de los Reyes, el hermano predilecto del divino Zababa, el consolidador de los cimientos de Kish, el que ha rodeado con un aura resplandeciente el Emete¹ursag, el celebrante fiel de los solemnes ritos de Utar, el administrador del templo Jursagkalamma; la Malla Captora de enemigos, a quien Erra, su compañero, concedió el logro de sus deseos; el engrandecedor de Kuta, el que ha acrecentado inmensamente todo lo del Meslam; el Búfalo Fiero que cornea a los enemigos, el predilecto de Tutu, la alegría de Borsippa, el devoto que no abandona sus deberes para con el Ezida; el Dios de los Reyes [superior a los demás reyes], el sabio perspicaz, el ampliador de los cultivos de Dilbad, el que colmó los silos para el divino Urash, el audaz; ‑ el Señor Merecedor del cetro y la corona a quien hizo perfecto la sabia diosa Mama; el diseñador de los planos de Kesh; el suministrador de los alimentos puros de la divina Nintu;‑ el Prudente, el Perfecto, el que proveyó pastos y abrevaderos a Lagash y a Girshu, el que suministró las magnas ofrendas al Eninnu; el Captor de Enemigos, el predilecto de Telitum que cumple los oráculos de Sugal, que alegra el corazón de Etar; el Príncipe Puro cuyas oraciones acepta el divino Adad; el que, en Karkara, aplaca el corazón del divino Adad, el guerrero; el proveedor continuo de lo que es debido en el E'udgalgal; el Rey Vivificador de Adab, el organizador del templo Emah; el Príncipe de los Reyes, irresistible en la guerra; el que donó la vida a Mashkan Shapir, el que hartó de agua al Emeslam; el Sabio, el Buen Ecónomo; el que alcanzó las profundidades de la sabiduría; el que amparó a los habitantes de Malgum en la catástrofe, el cimentador de sus casas; el que, en la abundancia, decretó para el divino Ea y la divina DamgaInunna ‑magnificadores de su reino‑ ofrendas eternamente puras; el Primero entre los Reyes, el sometedor de los pueblos del Éufrates por orden del divino Dagán, creador suyo; el que se apiadó de los habitantes de Mari y de Tuttul; el Príncipe Piadoso que hizo brillar el rostro del divino Tishpak, el que preparó banquetes santos al divino Ninazu; el salvador de su pueblo en la dificultad, el que consolidó sus cimientos en medio de Babilonia, en paz; el Pastor de la Gente, cuyas obras son del agrado de Ishtar ; el que aseguró la presencia de Ishtar en el E¹ulmash, en el centro de Acad; el Proclamador de la ley inmutable, el caudillo de los pueblos, el restaurador de su Virtud Protectora a la ciudad de Asur; el Silenciador de Rebeldes; el rey que, en el Emesmes de Nínive, proclamó los títulos de la divina Ishtar; el Piadoso Orante ante los Grandes Dioses; el descendiente de Sumula¹el, el poderoso heredero de Sinmuballit, la semilla eterna de la realeza; el rey poderoso, Sol de Babilonia que hace amanecer la luz sobre el País de Súmer y Acad , rey sometedor de los Cuatro Cuadrantes , el protegido de Ishtar.  
Cuando Marduk me mandó a gobernar el pueblo, a enseñarle al País el buen camino, yo hice de la Verdad y la Equidad el asunto mas importante: me ocupé del bienestar del pueblo. En aquellos días.


Leyes

1 § Si un hombre acusa a otro hombre y le imputa un asesinato pero no puede probarIo, su acusador será ejecutado.
2 § Si un hombre le imputa a otro hombre actos de brujería pero no puede probarlo, el que ha sido acusado de magia tendrá que acudir al divino Río y echarse al divino Río y, si el divino Río se lo lleva, al acusador le será lícito quedarse con su patrimonio. Pero si el divino Río lo declara puro y sigue sano y salvo, quien le acusó de magia será ejecutado. El que se echó al divino Río se quedará con el patrimonio de su acusador.
3 § Si un hombre acude ante un tribunal con falso testimonio y luego no prueba su declaración , si se trata de un caso con pena de muerte, ese hombre será ejecutado.
4 § Si acude a atestiguar en un proceso sobre cebada o dinero, pagará la multa de ese proceso.
5 § Si un juez instruye un caso, dicta sentencia y extiende veredicto sellado, pero luego modifica su sentencia, al juez le probarán que ha cambiado la sentencia y la suma de la sentencia la tendrá que pagar 12 veces. Además, en pública asamblea, le echarán de su sede judicial de modo irrevocable y nunca más podrá volver a sentarse con jueces en un proceso.
6 § Si un hombre roba algo propiedad del dios o del Palacio será ejecutado y el que haya aceptado de sus manos lo robado sera ejecutado también.
7 § Si un hombre compra o recibe en depósito plata u oro o un esclavo o esclava o un buey, o una oveja, o un asno, o lo que sea, de manos de un hijo de un hombre o del esclavo de un hombre sin testigos ni contrato, ese hombre es un ladrón; será ejecutado.
8 § Si un hombre roba un buey o una oveja, o un asno, o un cerdo, o una barca, sean del dios o del Palacio, lo devolverá 30 veces; si son de un individuo común, lo devolverá 10 veces. Si el ladrón no tiene con qué devolver, será ejecutado.
9 § Si un hombre que ha perdido una cosa suya halla lo perdido en manos de otro hombre, y el hombre en cuyas manos se halla lo perdido declara: «Un vendedor me lo vendió; lo compré ante testigos», y si el dueño de lo perdido declara: «Voy a presentar testigos que conocen la cosa perdida por mí», y si el comprador presenta al vendedor que se la vendió y a los testigos ante los que compró y el dueño de lo perdido presenta también a los testigos que conocían lo perdido por él, los jueces examinarán sus declaraciones; además, tanto los testigos ante los que se compró como los testigos que conocían lo perdido declararán lo que saben ante [el] dios. Si según ello, el ladrón es el vendedor; que sea ejecutado. El dueño de lo perdido recuperará lo perdido. El comprador recuperará el dinero que pagó del patrimonio del vendedor .
10 § Si el comprador no presenta al vendedor que se lo vendió ni a los testigos ante los que compró, mientras que el dueño de lo perdido presenta a los testigos que conocen lo perdido, el ladrón es el comprador; que sea ejecutado. El dueño de lo perdido recuperará lo que perdió.
11 § Si el dueño de lo perdido no presenta testigos que reconozcan lo perdido, es un embaucador: ha extendid rumores calumniosos; que sea ejecutado.
12 § Si al vendedor le llega su última hora, el comprador se resarcirá con 5 veces lo que reclamaba en el caso.
13 § Si ese hombre no tiene entonces los testigos a mano, los jueces fijarán un plazo de hasta 6 meses. Si no presenta a sus testigos en 6 meses, ese hombre es un embaucador; que cargue con toda la multa del juicio.
14 § Si un hombre rapta un hijo menor de edad de otro hombre, será ejecutado .
15 § Si un hombre deja que un esclavo del palacio o una esclava del palacio o un esclavo de un individuo común o una esclava de un individuo común salgan por la puerta principal de la ciudad, será ejecutado [Si permite su fuga?].
16 § Si un hombre oculta en su casa un esclavo o una esclava escapados del Palacio o incluso de un individuo común y cuando los pregonan no los saca, ese dueño de casa será ejecutado .
17 § Si un hombre captura en el campo a un esclavo o esclava fugitivos y los lleva a su amo, el amo le dará 2 siclos de plata.
18 § Si el esclavo no quiere dar el nombre de su dueño, lo llevará al palacio; allí se estudiará su caso y luego lo llevarán a su dueño.
19 § Si retiene a ese esclavo en su casa y luego el esclavo es hallado en su poder, ese hombre será ejecutado .
20 § Si el esclavo huye también del poder de su captor, que éste, a petición del dueño del esclavo, lo jure públicamente por la vida del dios y no tendrá castigo.
21 § Si un hombre abre un boquete en una casa, lo ejecutarán y lo dejarán colgado frente al boquete.
22 § Si a un hombre saqueador lo detienen, ese hombre será ejecutado.
23 § Si el saqueador no es detenido, el hombre saqueado declarará públicamente lo que haya perdido ante (el) dios; la ciudad y el prefecto en cuyo territorio y jurisdicción ocurriese el saqueo le repondrán lo perdido.
24 § Si ha habido alguna víctima mortal, la ciudad y el prefecto pagarán una mina de plata a sus parientes.
25 § Si en la casa de un hombre hay un incendio y algún hombre que había venido a apagarlo desea algún objeto y se queda con el objeto del dueño de la casa, ese hombre será quemado en ese mismo fuego.
26 § Si un soldado de leva o un militar que recibe orden de ir a una campaña del rey, no va, o contrata a un mercenario para que vaya en su lugar, ese soldado ‑o ese militar‑ será ejecutado; el que lo denuncie se quedará con su patrimonio.
27 § Caso que un soldado o un militar haya caído cautivo estando de servicio en una fuerza del rey, y su campo o su huerta se hayan confiado ‑en su ausencia‑ a otro y ése haya ido cumpliendo con sus cargas fiscales: si consigue volver y regresar a su ciudad, le devolverán su campo y su huerta, y él cumplirá con sus cargas fiscales .
28 § Caso que un soldado o un militar haya caído cautivo estando de servicio en una fuerza del rey, ­si su hijo puede cumplir con sus cargas fiscales, que su campo y su huerta se los den a él, y él cumplirá con las cargas fiscales de su padre.
29 § Si su hijo fuera pequeño e incapaz de cumplir con las obligaciones fiscales, le entregarán una tercera parte del campo y de la huerta a su madre, de modo que su madre lo críe.
30 § Si un soldado o un militar deja las cargas fiscales por su campo, su huerta y su casa y se ausenta, y otro, en lugar suyo, se queda con su campo, su huerta y su casa y cumple con sus cargas fiscales durante 3 años, si aquél vuelve y reclama su campo, su huerta y su casa, que no se los den; el que cargó y cumplió con sus cargas fiscales, ése seguirá.
31 § Si se ausenta sólo por un año y luego vuelve, le darán su campo, su huerta y su casa, y él seguirá con sus cargas fiscales.
32 § Si a un soldado o a un militar que ha caído cautivo estando de servicio en una fuerza del rey lo rescata un mercader y logra que vuelva a su ciudad, si su patrimonio [mueble] dan para su rescate, que se lo pague; si su patrimonio no da para su rescate, que sea rescatado por el templo del dios de la ciudad; si el templo del dios de la ciudad no tiene para su rescate, que lo rescate el Palacio. Ni su campo, ni su huerta, ni su casa podrán ser dados para el rescate.
33 § Si un oficial o un suboficial recluta desertores o admite y alista mercenarios como substitutos (de reclutas), ese oficial o suboficial será ejecutado.
34 § Si un oficial o un suboficial se queda con cosas de un soldado, estafa a un soldado, alquila a un soldado, entrega al soldado en un proceso a un poderoso o se queda las recompensas que el rey otorga al soldado, ese oficial o suboficial será ejecutado .
35 § Si un hombre compra a un soldado el ganado mayor o menor que haya dado el rey al soldado, perderá el dinero que pague.
36 § El campo o la huerta o la casa de un soldado o de un militar o de un colono no puede venderse.
37 § Si un hombre compra el campo, la huerta o la casa de un soldado, de un militar o de un colono, que la tablilla sea rota y que pierda su dinero: el campoo la huerta o la casa volverán a su dueño.
38 § Un soldado o un militar o un colono no podrá escriturar parte alguna de su campo, su huerta o su casa en favor de su esposa y de su hija, ni darlos para saldar una deuda.
39 § Sólo el campo o la huerta o la casa que uno posea por haberlo comprado podrá escriturarlo en favor de su esposa y de su hija, o darlo para saldar una deuda.
40 § Una (sacerdotisa) naditum o un mercader o quienquiera sujeto a otro tipo de carga fiscal podrá vender su campo, su huerta y su casa; el comprador cumplirá con las cargas fiscales por el campo, la huerta y la casa que haya comprado.
41 § Si un hombre le cambia el campo, la huerta o la casa a un soldado o a un militar o a un colono y le paga un traspaso, que el soldado o el militar o el colono vuelva a hacerse cargo de su campo, de su huerta o de su casa; además, se quedará con lo que haya entregado de traspaso.
42 § Si un hombre arrienda un campo para explotarlo pero luego no produce cebada en el campo, que le prueben que no lo cultiva bien y él le dará al dueño tanta cebada como produzca su vecino.
43 § Si no explota el campo y lo deja yermo, le dará al dueño tanta cebada como produzca su vecino, y el campo que dejó yermo se lo devolverá, desfondado y rastrillado, a su dueño.
44 § Si un hombre arrienda un yermo por 3 años para roturarlo y luego se cruza de brazos y no lo rotura, que el cuarto año desfonde el campo, lo cave, lo rastrille y se lo devuelva al dueño del campo; además, le abonará 10 kures de cebada por cada bur.
45 § Si un hombre arrienda su campo a un arrendatario y recibe la renta de su campo, si el divino Adad devasta el campo o se lo lleva una riada, los perjuicios serán sólo del arrendatario.
46 § Si no hubiese recibido aún la renta de su campo ‑tanto si arrendó el campo a medias o a tercias‑, la cebada que haya quedado en el campo se la repartirán el arrendatario y el dueño del campo según la proporción pactada.
47 § Si el arrendatario, al no ver compensado su trabajo el año anterior, declara querer seguir cultivándolo, que el dueño del campo no objete; su arrendatario seguirá cultivando y luego, al cosechar, que se quede con la cebada según contrato.
48 § Si un hombre contrae una deuda y el divino Adad devasta su campo o se lo lleva una riada, o, por falta de agua, no se produce cebada en el campo, en ese año no le devolverá cebada a su acreedor; que moje su tablilla y no pague el interés de ese año. [Tablilla mojada: se deshace el barro, como el ³papel mojado². El contrato desaparece].
49 § Si un hombre toma dinero prestado de un mercader y le entrega al mercader un campo listo para el cultivo de cebada o de sésamo y le dice: «Cultiva el campo, coséchalo y quédate con la cebada o el sésamo que se críen», si luego un arrendatario cría en el campo cebada o sésamo, que, al cosechar, sea el dueño del campo quien se quede con la cebada o sésamo que se críen; pero la cebada debida por el dinero que haya tomado del mercader, con su interés, más una indemnización por los gastos de cultivo, se los entregará al mercader.
50 § Si entrega un campo sembrado [de cebada] o un campo sembrado de sésamo, será el dueño del campo quien se quede con la cebada o el sésamo nacidos en el campo, y luego le devolverá al mercader el dinero y su interés.
51 § Si no tiene dinero para devolver, le dará al mercader [cebada o] sésamo, a precio de mercado, por el dinero ‑y sus intereses‑ que él tomó prestado del mercader, según la ley del rey.
52 § Si el arrendatario no cría en el campo ni cebada ni sésamo, que no se modifique el contrato.
53 § Si un hombre descuida reforzar el dique de su campo y no refuerza su dique y, por ello, se abre una brecha en la margen y deja que el agua se lleve el mantillo, el hombre en cuyo dique se ha abierto la brecha compensará por la cebada que haya echado a perder.
54 § Si no puede compensar la cebada, que lo vendan a él y sus bienes, y que, después, los que tenían las tierras cuya cebada se llevó el agua, se lo repartan.
55 § Si un hombre abre su acequia para regar y luego se descuida y deja que el agua se lleve el campo de un vecino, pagará una indemnización en cebada según la cosecha de su vecino.
56 § Si un hombre suelta el agua de modo que deja que el agua se lleve el trabajo del campo de su vecino, pagará una indemnización de 10 kures de cebada por cada bur.
57 § Si un pastor, al tratar de las hierbas para pasto de ovejas, no se pone de acuerdo con el dueño de un campo y sin consentimiento del dueño del camp‑ apacienta las ovejas en el campo, que el dueño del campo coseche su campo; el pastor que apacentó las ovejas en el campo le pagará, además, 20 kures de cebada por cada bur.
58 § Si una vez que las ovejas hayan subido de las tierras de cultivo y se hayan instalado ya cerca de puerta principal de la ciudad las cubas del abrevadero comunal‑ el pastor lleva las ovejas a las tierras de cultivo y las apacienta en un campo, el pastor se hará cargo del campo en el que apacentó y, al llegar la siega, pagará una indemnización al dueño del campo de 60 kures de cebada por cada bur. [Fin de temporada de pasto en tierras bajas. Los rebaños no han de estar allí].
59 § Si un hombre sin permiso del dueño de una huerta‑ corta un árbol en la huerta de un hombre, le pagará 1/2 mina de plata .
60 § Si un hombre confía un campo a un hortelano para que plante una huerta y el hortelano la planta, que él la cultive cuatro años, y el quinto año, que se la repartan en partes iguales; el dueño de la huerta elegirá primero la parte que quiera quedarse.
61 § Si el hortelano no termina de plantar la huerta y deja una zona yerma, que incluya la zona yerma en la parte que le toca.
62 § Si no plantase una huerta en el campo confiado ‑y si se trata de un campo labrado‑, que pague al dueño del campo, como indemnización por la producción del campo durante los años en que estuvo abandonado, lo que haya cosechado su vecino; además, tendrá que poner el campo en condiciones y devolvérselo al dueño.
63 § Si es un campo baldío, que lo ponga en condiciones de cultivo y se lo devuelva al dueño del campo; además, pagará una indemnización de 10 kures de cebada por cada bur al año.
64 § Si un hombre le confía su huerta a un hortelano para que lo polinice, el hortelano, mientras tiene la huerta, le entregará al dueño de la huerta 2 partes de la producción de la huerta, y él se quedará con la tercera. [Probabl.: polinización manual de palmeras].
65 § Si el hortelano no poliniza y deja que baje la producción, el hortelano [le] [pagará una indemnización] [al dueño de la huerta] por la producción de la huerta [según lo que obtenga] su vecino.
[Laguna de 7 columnas raspadas por los elamitas para grabar una nueva dedicación que quedó sin hacer. Se suple por otras copias del texto].
66 § Si un hombre toma dinero prestado de un mercader y su mercader se lo reclama pero no hay con qué devolverlo, y ya le ha entregado la huerta polinizada al mercader diciéndole: «Quédate los dátiles que se han criado en la huerta a cambio de tu dinero», que ese mercader no dé su conformidad; el dueño de la huerta será quien se quede con los dátiles y, luego, le pagará el dinero y su interés al mercader a tenor de su tablilla [contrato]; los dátiles sobrantes producidos en la huerta, que se los quede el dueño de la huerta.
67 § Si un hombre va a hacerse una casa, y su vecino [...]
67 § [Si ... ], que no le pida precio por ello; si entrega cebada, dinero o un objeto propio por una casa sujeta a carga fiscal que pertenece al patrimonio de su vecino y que él quiere comprar, perderá todo lo que haya dado; que la casa vuelva a su dueño. Si esa casa no está sujeta a carga fiscal, que la compre; podrá pagarla con cebada, dinero o un objeto propio.
68 § Si un hombre trabaja un campo baldío [de su vecino] sin el consentimiento de su vecino, en la casa su vecino [...]
§ [Si un hombre le dice al dueño de una casa en mal estado]: «Repara el derrumbe que de tu muro, que pueden pasar a esta parte desde tu casa», o si le dice al dueño de un campo baldío: «Trabaja tu campo baldío, que pueden abrir una brecha en mi casa desde tu campo baldío», y presenta testigos, si un ladrón [entra] utilizando el derrumbe, el dueño [de la casa en mal estado resarcirá todo lo que desapareció al] pasar por el muro; si [un ladrón entra pasando por el campo baldío], el dueño [del campo baldío] resarcirá todo [lo que haya desaparecido ... ]; pero si [...].
§ [Si ... ] casa [ ... §].
69 § Si [un hombre alquila una casa ... y] el inquilino le da de una vez el alquiler de un año al dueño, y luego el dueño de la casa exige al inquilino que salga sin que haya expirado el plazo, el dueño de la casa, por echar de su casa al inquilino sin haber expirado el plazo, perderá el dinero que le haya dado el inquilino.
§ [Si] un arrendatario compra [la casa de un individuo común [... ] del alquiler a pagar [para] comprar la casa de individuo [...] que ha puesto [...] lo ponga [...]; si ... [...] del individuo; si no llega a efectuar la compra, perderá [el dinero que] haya recibido y [...] volverá a su dueño.
§ [Si un hombre toma dinero prestado [...] , que, al llegar la cosecha, [pague] su dinero y su interés; si no hay nada para dar, [le dará] cualquier objeto propio, o cebada; si hay [...] para dar [...].
§ Si un mercader quiere [...] [...] por 5 siclos de plata [...] no extiende en su favor una tablilla sellada el hijo de un hombre no [...] que lo ejecuten.
§ Si el esclavo de un hombre [...], que pague 1/3 de mina de plata, y ese esclavo [...] todo [...] sea ejecutado.
§ [Si] un hombre [...] a otro hombre [...] la plata § [Si [...]; si el hombre [...] que pierda [...] del dinero que haya dado.
§ Si un esclavo [o una esclava ..., que vuelvan] a su dueño; si [...] golpea [...], que no vuelvan [a su dueño].
70 § Si un mercader presta cebada o dinero con interés, se quedará con un interés de 100 silas por cada kur; si lo que presta es dinero, se quedará con un interés 1/6 de siclo y 6 granos por cada siclo de plata.
71 § Si un hombre que tiene una deuda no tiene el dinero para devolver, que se quede con cebada o dinero según la ley del rey, siendo su interés anual de 1 fanega por cada kur; si el mercader aumenta el interés [por la cebada a 100 silas] por kur [o a más de] de siclo y 6 granos [por siclo de plata] y se queda con ello, perderá lo que haya prestado.
72 § Si un mercader presta cebada o dinero con interés y luego se queda con [... del] cebada o del dinero según su capital [..., que] la cebada o el dinero, su capital y su interés [ ... y que] la tablilla [contrato] sea rota.
73 § Si un mercader [...] recibe [...] con interés [...] y luego no descuenta los pagos ya cobrados en cebada o dinero, o no extiende otra tablilla, o suma el interés al capital, ese mercader devolverá por partida doble la cebada [o el dinero] cobrada.
74 § Si un mercader hace un préstamo de cebada o dinero que genera intereses y, cuando hace el préstamo, entrega el dinero según una pesa pequeña o la cebada según un celemín pequeño, pero luego, cuando cobra, cobra el dinero según una pesa grande o la cebada según un celemín grande, perderá todo lo que haya prestado.
75 § Si [un mercader] efectúa un préstamo de [...], perderá todo lo que haya prestado. § Si un hombre toma prestados cebada o dinero de un mercader y luego no tiene ni cebada ni dinero para devolver, pero tiene otros objetos propios, que le entregue a su mercader lo que tenga a mano, en presencia de testigos, según lo que valga: que el mercader no se oponga, que lo acepte.
76 § [...] será ejecutado.
77 § Si un hombre le entrega dinero a otro hombre para una sociedad ganancial, que se repartan ante el dios por partes iguales las ganancias y las pérdidas que se originen.
78 § Si un mercader le entrega dinero a un agente para que venda y compre, y lo manda de gira, que el agente, durante la gira, [...]; si, en el lugar a donde fue, hace buen negocio, que se apunte el interés de todo el dinero que haya conseguido, que cuente sus días y que luego le pague a su mercader.
101 § Si en el lugar a donde fue no hace ganancias, el agente entregará al mercader el doble del dinero que hubiera recibido.
102 § Si el mercader le anticipa dinero para la gira al agente y éste, en el lugar a donde fue, sufre pérdidas, devolverá al mercader sólo el capital.
103 § Si, estando de gira, un enemigo le obliga a dejar cuanto lleva, que el agente lo jure por la vida del dios, y no tendrá castigo.
104 § Si un mercader da a un agente cebada, lana, aceite o cualquier mercancia para su venta, que el agente vaya apuntando el dinero que devuelve al mercader; el agente se procurará un recibo sellado por el dinero que le haya ido entregando al mercader.
105 § Si un agente es descuidado y no se procura recibo sellado por el dinero que haya dado al mercader, el dinero que no conste en recibo sellado no se contará en el balance.
106 § Si un agente recibe dinero de un mercader pero luego se lo niega a su mercader, que ese mercader le pruebe ante el dios y ante testigos al agente que ya recibió el dinero, y el agente devolverá al mercader 3 veces el dinero que haya recibido.
107 § Si un mercader da un crédito a un agente y el agente le ha devuelto a su mercader todo lo que el mercader le había dado, pero el mercader le niega al agente haber recibido nada de él, que ese agente se lo pruebe al mercader ante el dios y ante testigos, y el mercader, por habérselo negado a su agente, le devolvera 6 veces al agente todo lo que se quedó.
108 § Si una tabernera no cobra cebada como precio por la cerveza y cobra en dinero según una pesa grande y rebaja el valor de cerveza en relación al valor de la cebada, que se lo prueben y la tiren al agua .
109 § Si una tabernera en cuyo local suelan reunirse embusteros [= conspiradores] no agarra a esos embusteros y los lleva a Palacio, que esa tabernera sea ejecutada.
110 § Si una (sacerdotisa) naditum [o] una (sacerdotisa) ugbabtum que no reside en un convento gagu abre una taberna o entra por cerveza en una taberna, a esa mujer, que la quemen.
111 § Si una tabernera da 1 cántaro de cerveza a cuenta, cobrará, al llegar la cosecha, 50 silas de cebada.
112 § Si un hombre se halla de gira y le confía a otro hombre plata, oro, pedrería o un objeto suyo y le encarga que lo transporte como mercancía, y ese hombre no entrega toda esa mercancía en el lugar al que debía llevarla, y se la queda, que el dueño de la mercancía le pruebe a ese hombre que no ha entregado toda la mercancía, y ese hombre le devolverá 5 veces al dueño de la mercancía todo lo que le había confiado.
113 § Si un hombre tiene derecho a reclamarle ya a otro hombre cebada o dinero y ‑sin permiso del dueño de la cebada‑ se le lleva cebada del granero o de la era, que le prueben a ese hombre que se ha llevado cebada del granero o de la era sin permiso del dueño, y devolverá toda la cebada que se hubiera llevado y, además, perderá su derecho sobre lo que hubiera prestado.
114 § Si un hombre no tiene aún derecho a reclamarle a otro hombre cebada o dinero, pero le embarga un rehén, pagará por cada rehén 1/3 de mina de plata.
115 § Si un hombre tiene derecho a reclamarle ya a otro hombre cebada o dinero y le embarga un rehén, y luego, al rehén, en casa del que la tomó como garantía, le llega su última hora y se muere, en este caso ha lugar una reclamación judicial.
116 § Si el rehén, en casa del que lo embargó, muere a golpes o por malos tratos, que el dueño del rehén se lo pruebe a su mercader; si fuera un hijo del hombre, ejecutarán a un hijo suyo; si fuera un esclavo del hombre, pagará 1/3 de mina de plata; además, perderá sus derechos sobre todo lo que hubiera prestado.
117 § Si las deudas se apoderan de un hombre y tiene que vender a su esposa, a su hijo o a su hija, o andar ofreciéndoles para que sirvan por la deuda, que trabajen 3 años para la casa del que los compró o los tomó en servicio; el cuarto año serán libres.
118 § Si lo que da para que sirva por las deudas es un esclavo o una esclava, que el mercader deje pasar el plazo, [y luego] proceda a su venta; no habrá reclamación.
119 § Si las deudas se apoderan de un hombre y tiene que vender a una esclava que ya le haya dado hijos y el dueño de la esclava paga todo el dinero que le había prestado el mercader, que redima a su esclava.
120 § Si un hombre quiere guardar su cebada y la guarda en casa de otro hombre y luego hay una pérdida en un silo, o el dueño de la casa abre el granero y se queda con grano, o niega haber guardado en su casa cebada alguna, que el dueño de la cebada declare públicamente su cebada ante el dios, y el dueño de la casa pagará 2 veces la cebada que había aceptado al dueño de la cebada.
121 § Si un hombre guarda cebada en casa de otro hombre, pagará por año y kur de cebada 5 silas de cebada como almacenaje.
122 § Si un hombre da a otro hombre en depósito plata, oro o lo que sea, que todo lo que entrega lo enseñe a testigos, que redacte un contrato y que luego haga la entrega.
123 § Si efectúa la entrega sin testigos ni contrato y luego se lo niegan en el lugar en que lo entregó, en ese caso no podrá haber reclamación judicial.
124 § Si un hombre da a otro hombre en custodia plata, oro o lo que sea ante testigos y luego él se lo niega, que se lo prueben a ese hombre, y pagará 2 veces todo lo que niega.
125 § Si un hombre da algo suyo en custodia y luego ‑por un boquete o un derrumbe de la pared‑ desaparece lo suyo y también bienes del dueño de la casa, que el dueño de la casa, por negligente, reemplace todo lo que había recibido en depósito y ha permitido que desaparezca, y lo restituya al propietario; luego, el dueño de la casa seguirá buscando lo que haya desaparecido, y que se lo quite a quien se lo robó.
126 § Si un hombre ‑sin que le haya desaparecido nada‑ dice: «Me ha desaparecido algo», y acusa al barrio, que el barrio le pruebe públicamente ante el dios que no le ha desaparecido nada, y él, todo lo que reclamaba, lo pagará 2 veces y lo pagará a su barrio.
127 § Si un hombre señala con el dedo a una (sacerdotisa) ugbabtu o a la esposa de otro hombre, y luego no lo prueba, a ese hombre que lo azoten ante los jueces; y le raparán media cabeza.
128 § Si alguien toma esposa, pero no redacta un contrato sobre ella, esa mujer no es esposa.
129 § Si la esposa de un hombre es sorprendida acostada con otro varón, que los aten y los tiren al agua; si el marido perdona a su esposa la vida, el rey perdonará también la vida a su súbdito.
130 § Si un hombre fuerza a la esposa de otro hombre, que no había conocido varón y vivía aún en la casa de su padre, y yace con ella, y lo sorprenden, que ese hombre sea ejecutado; esa mujer no tendrá castigo.
131 § Si a la esposa de un hombre la acusa su marido y no ha sido descubierta acostada con otro varón, que ella jure públicamente por la vida del dios, y volverá a su casa.
132 § Si a la esposa de un hombre, a causa de otro varón, se la señala con el dedo, ella, aunque no haya sido descubierta acostada con el otro varón, tendrá que echarse al divino Río por petición de su marido.
133a § Si alguien está preso y en su casa hay aún de comer, que su esposa, [mientras] su [esposo está preso], guarde su cuerpo [y no] entre [en casa de otro].
133b § Si esa mujer no guarda su cuerpo y entra en casa de otro, que se lo prueben a esa mujer y que la tiren al agua.
134 § Si alguien es hecho preso y en su casa no hay de comer, que su esposa entre en casa de otro; esta mujer no tiene culpa.
135 § Si alguien está preso y en su casa no hay de corner, y su esposa, antes de que él vuelva, entra en casa de otro y alumbra hijos, y luego su marido logra volver y regresa a su ciudad, que esa mujer vuelva con su primer marido; los hijos seguirán a su padre.
136 § Si un hombre abandona su ciudad y se fuga, y, tras irse, su esposa entra en casa de otro, si ese hombre vuelve y pretende retomar a su esposa: que, por haber sentido rechazo hacia su ciudad y haber huido, la esposa del fugitivo no vuelva a su marido.
137 § Si un hombre quiere divorciarse de una (sacerdotisa) shugitum que le ha dado hijos, o de una (sacerdotisa) naditumque le ha dado hijos, que a esa mujer le devuelvan su dote; además le darán la mitad del campo, de la huerta y de los bienes muebles, y criará a sus hijos; desde que haya criado a sus hijos, que a ella, de todo lo que les fue entregado a sus hijos, le den una parte como a un heredero más, y que case con ella el marido que a ella le guste.
138 § Si un hombre se divorcia de su esposa principal, que no le ha dado aún hijos, le dará todo el dinero de su precio de novia; y le restituirá toda la dote que trajo de casa de su padre; luego, que se divorcie de ella.
139 § Si no ha habido precio de novia, le pagará 1 mina de plata como compensación por el repudio.
140 § Si es un individuo común, le pagará 1/3 de mina de plata como compensación por el repudio.
141 § Si la esposa de un hombre que vive en la casa del hombre planea irse y hace sisa, dilapida su casa, es desconsiderada con su marido, que se lo prueben; si su marido declara su voluntad de divorcio, que se divorcie de ella; no le dará nada para el viaje ni como compensación por repudio. Pero, si su marido no declara su voluntad de divorcio, que el marido tome a otra mujer y que la primera viva como una esclava en casa de su marido.
142 § Si una mujer siente rechazo hacia su marido y declara: «Ya no vas a tomarme», que su caso sea decidido por el barrio y, si ella guardó su cuerpo y no hay falta alguna, y su marido suele salir y es muy desconsiderado con ella, esa mujer no es culpable; que recupere su dote y marche a casa de su padre.
143 § Si no ha guardado su cuerpo, ha estado saliendo, ha dilapidado la casa y ha sido desconsiderada con su marido, a esa mujer la tirarán al agua.
144 § Caso que un hombre haya tomado (por esposa) a una (sacerdotisa) naditum y esa naditum le haya ofrecido una esclava a su marido y ella le haya hecho tener hijos, si luego ese hombre se propone tomar (¿por concubina?) a una shugitum [por la esterilidad de la esposa], que no se lo concedan a ese hombre; no tomará a la shugitum.
145 § Caso que un hombre haya tomado (por esposa) a una (sacerdotisa) naditum y ella no le haya alumbrado hijos, si luego se propone tomar a una gugitum, que ese hombre tome a la shugitum, que la meta en su casa; pero la shugitum no tendrá el mismo rango que la naditum.
146 § Si un hombre toma (por esposa) a una (sacerdotisa) nadltum y ella le ofrece una esclava a su marido y alumbra hijos, pero luego esa esclava se considera del mismo rango que su dueña por haber dado hijos, que su dueña no la venda; la obligará a llevar el copete y la contará como esclava.
147 § Si no alumbró hijos, que su dueña la venda.
148 § Si un hombre toma una esposa y a ella le ataca la sarna, y quiere tomar (por esposa) a otra, que la tome; que a su esposa con la sarna no la repudie; ella vivirá en la casa que hizo él y, mientras ella viva, él la seguirá manteniendo.
149 § Si esa mujer no quiere seguir viviendo en casa de su marido, que reciba la dote que trajo de casa de su padre y se marche.
150 § Si un hombre regala a su esposa un campo, una huerta o un objeto, y le extiende documento sellado, que, después de muerto su marido, no lo reclamen sus hijos; la madre dará su herencia al hijo suyo que más quiera, no tiene que dársela a otro.
151 § Si la esposa de un hombre que vive en la casa del hombre, para evitar que se quede con ella un acreedor de su marido, obliga por contrato a su marido y le hace extender una tablilla, si ese hombre, antes de tomar a esa mujer, ya se había endeudado, sus acreedores no podrán hacerse con su mujer. Igualmente, si esa mujer, antes de entrar en casa de su marido, ya se había endeudado, sus acreedores no podrán quedarse con su marido.
152 § Si, después de haber entrado en casa del hombre, contraen una deuda, que ambos la reembolsen al mercader.
153 § Si la esposa de un hombre, a causa de otro varón, hace que maten a su marido, a esa mujer la empalarán.
154 § Si un hombre yace con una hija suya, a ese hombre lo desterrarán de la ciudad.
155 § Si un hombre le elige una novia a su hijo y su hijo yace con ella, y más tarde es él quien yace con ella y lo sorprenden, a ese hombre lo atarán y lo tirarán al agua.
156 § Si un hombre elige una novia a su hijo, pero su hijo no ha yacido aún con ella y es él quien yace con ella, que le pague a ella 1/2 mina de plata; y le restituirá a ella cuanto hubiese traído de casa de su padre; luego, que case ella con marido de su elección.
157 § Si un hombre, después de muerto su padre, yace con su madre, que los quemen a ambos.
158 § Si un hombre, después de muerto su padre, yace con su «principal» [=madrastra], que ya había alumbrado hijos, ese hombre será expulsado de casa de su padre.
159 § Si un hombre, que había mandado ya a casa de su suegro el regalo de esponsales y había dado el precio de la novia, se encapricha de otra mujer y le dice a su suegro: «No tomaré a tu hija por esposa», el padre de la muchacha se quedará con todo lo que le había sido llevado ya.
160 § Si un hombre manda a casa de su suegro el regalo de esponsales y da el precio de la novia y luego le dice a él el padre de la muchacha: «No te daré mi hija», que calcule 2 veces lo que le había sido llevado y lo devuelva.
161 § Si un hombre manda a casa de su suegro el regalo de esponsales y da el precio de la novia, y luego su amigo lo calumnia, y su suegro le dice al marido: «No tomarás a mi hija por esposa», que calcule 2 veces lo que le había sido llevado y lo devuelva, pero que a su esposa no la tome su amigo.
162 § Si un hombre toma una esposa, ella le alumbra hijos y luego a ella le llega su última hora, que el padre de ella no reclame su dote; su dote será solamente de sus hijos.
163 § Si un hombre toma una esposa y luego ella no le proporciona hijos, y a esa mujer le llega su última hora, si el suegro le devuelve el precio de la novia que él había llevado a casa de su suegro, que el marido no reclame (además) la dote de esa mujer; su dote será solamente de casa de su padre.
164 § Si el suegro no le devuelve el precio de la novia, él descontará de la dote de ella el precio de novia, y, luego, que la dote de ella se la devuelva a su padre.
165 § Si un hombre le regala un campo, una huerta o una casa a su heredero predilecto y redacta un documento sellado, luego, al llegarle al padre su última hora, cuando los hermanos hagan partes, él se quedará con la donación que le había hecho el padre, y, además de todo ello, harán partes iguales de los bienes de la casa del padre.
166 § Si un hombre les elige esposas a los hijos que haya tenido, pero no ha elegido aún esposa a su hijo menor, luego, al llegarle al padre su última hora, cuando los hermanos hagan partes, de los bienes de la casa del padre asignen a su hermano menor, que no ha tomado aún esposa, además de su parte, dinero para el precio de novia, y, de este modo, le dejarán tomar una esposa.
167 § Si un hombre torna una esposa y ella le alumbra hijos, y luego, a esa mujer, le llega su última hora, y, después de muerta ella, él toma otra esposa y ella le alumbra hijos, que más tarde, al llegarle al padre su última hora, los hijos no hagan partes según las madres; se quedarán con las dotes de sus respectivas madres y, luego, harán partes iguales de los bienes de la casa del padre.
168 § Si un hombre se propone desheredar a su hijo y les dice a los jueces: «Desheredo a mi hijo», que los jueces decidan sobre su caso, y si el hijo no ha cargado con una falta lo suficientemente grave como para arrancarlo de su posición de heredero299, el padre no lo arrancará de su condición de heredero.

(Continúa en Código de Hammurapi Segunda parte, leyes de 169 a 267 y Epílogo)

jueves, 25 de agosto de 2011

LOS VERSOS DE ORO-Pitágoras

Pitágoras
LOS VERSOS DE ORO
Nota: Tetraktys o Cuaternidad
Honra, en primer lugar,
y venera a los dioses inmortales,
a cada uno de acuerdo a su rango.
Respeta luego el juramento,
y reverencia a los héroes ilustres,
y también a los genios subterráneos:
cumplirás así lo que las leyes mandan.
Honra luego a tus padres
y a tus parientes de sangre.
Y de los demás, hazte amigo
del que descuella en virtud.
Cede a las palabras gentiles
y no te opongas a los actos provechosos.
No guardes rencor
al amigo por una falta leve.
Estas cosas hazlas
en la medida de tus fuerzas,
pues lo posible se encuentra
junto a lo necesario.
Compenétrate en cumplir
estos preceptos,
pero atiénete a dominar
ante todo las necesidades
de tu estómago y de tu sueño,
después los arranques
de tus apetitos y de tu ira.
No cometas nunca
una acción vergonzosa,
Ni con nadie, ni a solas:
Por encima de todo,
respétate a ti mismo.
Seguidamente ejércete
en practicar la justicia,
en palabras y en obras,
Aprende a no comportarte
sin razón jamás.
Y sabiendo que morir
es la ley fatal para todos,
que las riquezas,
unas veces te plazca ganarlas
y otras te plazca perderlas.
De los sufrimientos que caben
a los mortales por divino designio,
la parte que a ti corresponde,
sopórtala sin indignación;
pero es legítimo que le busques remedio
en la medida de tus fuerzas;
porque no son tantas las desgracias
que caen sobre los hombres buenos.
Muchas son las voces,
unas indignas, otras nobles,
que vienen a herir el oído:
Que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy a decirte
es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos,
te conmueva para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona antes de obrar
para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento
es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás
lo que no pueda dañarte.
No entres en asuntos que ignoras,
mas aprende lo que es necesario:
tal es la norma de una vida agradable.
Tampoco descuides tu salud,
ten moderación en el comer o el beber,
y en la ejercitación del cuerpo.
Por moderación entiendo
lo que no te haga daño.
Acostúmbrate a una vida sana sin molicie,
y guárdate de lo que pueda atraer la envidia.
No seas disipado en tus gastos
como hacen los que ignoran
lo que es honradez,
pero no por ello
dejes de ser generoso:
nada hay mejor
que la mesura en todas las cosas.
Haz pues lo que no te dañe,
y reflexiona antes de actuar.
Y no dejes que el dulce sueño
se apodere de tus lánguidos ojos
sin antes haber repasado
lo que has hecho en el día:
"¿En qué he fallado? ¿Qué he hecho?
¿Qué deber he dejado de cumplir?"
Comienza del comienzo
y recórrelo todo,
y repróchate los errores
y alégrente los aciertos.
Esto es lo que hay que hacer.
Estas cosas que hay
que empeñarse en practicar,
Estas cosas hay que amar.
Por ellas ingresarás
en la divina senda de la perfección.
¡Por quien trasmitió a nuestro
entendimiento la Tetratkis (Ver nota)
la fuente de la perenne naturaleza.
¡Adelante pues!
ponte al trabajo,
no sin antes rogar
a los dioses que lo conduzcan
a la perfección.
Si observares estas cosas
conocerás el orden
que reina entre los dioses inmortales
y los hombres mortales,
en qué se separan las cosas
y en qué se unen.
Y sabrás, como es justo
que la naturaleza es una
y la misma en todas partes,
para que no esperes
lo que no hay que esperar,
ni nada quede oculto a tus ojos.
Conocerás a los hombres,
víctimas de los males
que ellos mismos se imponen,
ciegos a los bienes
que les rodean,
que no oyen ni ven:
son pocos los que saben
librarse de la desgracia.
Tal es el destino
que estorba el espíritu
de los mortales,
como cuentas infantiles
ruedan de un lado a otro,
oprimidos por males innumerables:
porque sin advertirlo
los castiga la Discordia,
su natural y triste compañera,
a la que no hay que provocar,
sino cederle el paso
y huir de ella.
¡Oh padre Zeus!
¡De cuántos males
no librarías a los hombres
si tan sólo les hicieras
ver a qué demonio obedecen!
Pero para ti, ten confianza,
porque de una divina raza
están hechos los seres humanos,
y hay también la sagrada naturaleza
que les muestra
y les descubre todas las cosas.
De todo lo cual,
si tomas lo que te pertenece,
observarás mis mandamientos,
que serán tu remedio,
y librarán tu alma
de tales males.
Abstiénete en los alimentos como dijimos,
sea para las purificaciones,
sea para la liberación del alma,
juzga y reflexiona
de todas las cosas y de cada una,
alzando alto tu mente,
que es la mejor de tus guías.
Si descuidas tu cuerpo para volar
hasta los libres orbes del éter,
serás un dios inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la muerte.

Nota: Tetraktys o Cuaternidad. Número sagrado y fundamental de los pitagóricos por el cual juraban su fidelidad. Simboliza la unidad origen y principio, la dualidad de las oposiciones y las complementariedades, y el triunfo de la trinidad, que finalmente se despliega en el universo del cuatro. 1 + 2 + 3 + 4 = 10, la unidad expandida en la manifestación, = 1 + 0 = 1, el retorno a la unidad del origen.

EL IDEALISMO ROMÁNTICO-JOSÉ INGENIEROS-Fragmento de"El hombre mediocre"

EL IDEALISMO ROMÁNTICO
JOSÉ INGENIEROS 
Fragmento de"El hombre mediocre" 
BIOGRAFÍA



Los idealistas románticos son exagerados porque son insaciables.
Sueñan lo más para realizar lo menos; comprenden que todos los ideales contienen una partícula de utopía y pierden algo al realizarse: de razas o de individuos, nunca se integran como se piensan.
En pocas cosas el hombre puede llegar al Ideal que la imaginación señala: su gloria está en marchar hacia él, siempre inalcanzado e inalcanzable.
Después de iluminar su espíritu con todos los resplandores de la cultura humana, Goethe muere pidiendo más luz; y Musset quiere amar incesantemente después de haber amado, ofreciendo su vida por una caricia y su genio por un beso.
Todos los románticos parecen preguntarse, con el poeta: "¿Por qué no es infinito el poder humano, como el deseo?"
Tienen una curiosidad de mil ojos, siempre atenta para no perder la más imperceptible titilación del mundo que la solicita.

Su sensibilidad es aguda, plural, caprichosa, artista, como si los nervios hubieran centuplicado su impresionabilidad.
Su gesto sigue prontamente el camino de las nativas inclinaciones: entre diez partidos adoptan aquel subrayado por el latir más intenso de su corazón.
Son dionisiacos.
Sus aspiraciones se traducen por esfuerzos activos sobre el medio social o por una hostilidad contra todo lo que se opone a sus corazonadas y ensueños.
Construyen sus ideales sin conceder nada a la realidad, rehusándose al contralor de la experiencia, agrediéndola si ella los contraría.
Son ingenuos y sensibles, fáciles de conmoverse, accesibles al entusiasmo y a la ternura; con esa ingenuidad sin doblez que los hombres prácticos ignoran.
Un minuto les basta para decidir de toda una vida.
Su idea cristaliza en firmezas inequívocas cuando la realidad los hiere con más saña.
Todo romántico está por Don Quijote contra Sancho, por Cyrano contra Tartufo, por Stockmann contra Gil Blas; por cualquier ideal contra toda mediocridad.
Prefiere la flor al fruto, presintiendo que éste no podría existir jamás sin aquélla.
Los temperamentos acomodaticios saben que la vida guiada por el interés brinda provechos materiales; los románticos creen que la suprema dignidad se incuba en el ensueño y la pasión.
Para ellos un beso de tal mujer vale más que cien tesoros de Golconda.
Su elocuencia está en su corazón: disponen de esas "razones que la razón ignora", que decía Pascal.
En ellas estriba el encanto irresistible de los Musset y los Byron: su estuosidad apasionada nos estremece, ahoga como si una garra apretara el cuello, sobresalta las venas, humedece los párpados, entrecorta el aliento.
Sus heroínas y sus protagonistas pueblan los insomnios juveniles, como si los describieran con una vara mágica entintada en el cáliz de una poetisa griega: Safo, por caso, la más lírica.
Su estilo es de luz y de color, siempre encendido, ardiente a veces.
Escriben como hablan los temperamentos apasionados, con esa elocuencia de las voces enronquecidas por un deseo o por un exceso, esa "voce calda" que enloquece a las mujeres finas y hace un Don Juan de cada amador romántico.
Son ellos los aristócratas del amor, con ellos sueñan todas las Julietas e Isoldas.
En vano se confabulan en su contra las embozadas hipocresías mundanas; los espíritus zafios desearían inventar una balanza para pesar la utilidad inmediata de sus inclinaciones.
Como no la poseen, renuncian a seguirlas.
El hombre incapaz de alentar nobles pasiones esquiva el amor como si fuera un abismo; ignora que él acrisola todas las virtudes y es el más eficaz de los moralistas.
Vive y muere sin haber aprendido a amar.
Caricaturiza a este sentimiento guiándose por las sugestiones de sórdidas conveniencias.
Los demás le eligen primero las queridas y le imponen después la esposa.
Poco le importa la fidelidad de las primeras, mientras le sirvan de adorno; nunca exige inteligencia en la otra, si es un escalón en su mundo.
Musset le parece poco serio y encuentra infernal a Byron; habría quemado a Jorge Sand y la misma Teresa de Avila resúltale un poco exagerada.
Se persigna si alguien sospecha que Cristo pudo amar a la pecadora de Magdala.
Cree firmemente que Werther, Joselyn, Mimí, Rolla y Manón son símbolos del mal, creados por la imaginación de artistas enfermos.
Aborrece la pasión honda y sentida, detesta los) manticismos sentimentales.
Prefiere la compra tranquila a la conquista comprometedora.
Ignora las supremas virtudes del amor, que es ensueño, anhelo, peligro, toda la imaginación convergiendo al embellecimiento del instinto, y no simple vértigo brutal de los sentidos.
En las eras de rebajamiento, cuando está en su apogeo la mediocridad, los idealistas se alinean contra los dogmatismos sociales, sea cual fuere el régimen dominante.
Algunas veces, en nombre del romanticismo político, agitan un ideal democrático y humano. Su amor a todos los que sufren es justo encono contra los que oprimen su propia individualidad.
Diríase que llegan hasta amar a las víctimas para protestar contra el verdugo indigno; pero siempre quedan fuera de toda hueste, sabiendo que en ella puede incubarse una coyunda para el porvenir.
En todo lo perfectible cabe un romanticismo; su orientación varía con los tiempos y con las inclinaciones.
Hay épocas en que más florece, como en las horas de reacción que siguieron al sacudimiento libertario de la revolución francesa.
Algunos románticos se creen providenciales y su imaginación se revela por un misticismo constructivo, como en Fourier y Lamennais, precedidos por Rousseau, que fue un Marx calvinista, y seguidos por Marx, que fue un Rousseau judío.
En otros, el lirismo tiende, como en Byron y Ruskin, a convertirse en religión estática. En Mazzini y Kossouth toma color político.
Habla en tono profético y trascendente por boca de Lamartine y de Hugo.
En Stendhal acosa con ironía los dogmatismos sociales y en Vigny los desdeña amargamente.
Se duele en Musset y desespera en Amiel.
Fustiga a la mediocridad con Flaubert y Barbey d'Aurevilly.
Y en otros conviértese en rebelión abierta contra todo lo que amengua y domestica al individuo, como en Émerson, Stirner, Guyau, lbsen o Nietzsche...


José Ingenieros 

  • Nace24 de abril de 1877
  • Lugar: Palermo (Italia)
  • Efemérides: 24 de abril

  • Muere31 de octubre de 1925.
  • LugarBuenos Aires,Argentina
  • Efemérides:31 de octubre

Biografía

José Ingenieros fue médico, filósofo y escritor argentino.

Nació en Palermo (Italia) el 24 de abril de 1877 y a él se le deben numerosos trabajos en el campo de la psiquiatría y la criminología- fue un importante referente intelectual de su tiempo en los campos de la filosofía y la psicología y un gran divulgador de los más grandes pensadores argentinos.

Estudió Medicina, carrera en la cual tuvo como maestro a José María Ramos Mejía.

A la hora de especializarse Ingenieros eligió la psiquiatría y la criminología y se centró fundamentalmente en el estudio de las patologías mentales.

Su tesis, La simulación de la Locura -premiada por la Academia de Medicina de París y ganadora de la Medalla de Oro de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires- fue su carta de presentación como científico descollante.

Enseguida obtuvo un importante puesto en la Cátedra de Neurología de Ramos Mejía y también pasó a desempeñarse en el Servicio de Observación de Alienados de la Policía de la Capital.
Tenía entonces 23 años y ya era un destacado psiquiatra, sociólogo y criminalista.
Sus trabajos en el ámbito de la psicología -disciplina de la que fue un gran impulsor- comenzaron en 1904, cuando ganó por concurso la suplencia de la Cátedra de Psicología Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras.
En 1908 fundó la Sociedad de Psicología y dio término a su obra Principios de Psicología que sería el primer sistema completo de enseñanza de esa materia en el país.
Ingenieros tuvo una gran oportunidad de llevar a la práctica sus saberes científicos cuando se hizo cargo del Instituto de Criminología de la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires.
En ese mismo momento ya se había disparado su faceta sociológica, que tendría un hito en 1913 con la publicación de La sociología argentina y que culminaría cuando, terminando ya la década del 10, vieron la luz los dos tomos de La evolución de las ideas argentinas.
Ciento cuarenta y cuatro obras escritas por los más grandes pensadores argentinos formaron la colección La cultura argentina, esta serie fue editada por Ingenieros, que más o menos al mismo tiempo fundó la Revista de Filosofía, un periódico bimestral guía del pensamiento argentino de la época durante diez años.
Además de su obra clínica y sociológica, Ingenieros fue el responsable de la expresión filosófica más sistemática e importante de toda Latinoamérica, sosteniendo una posición que adhería al positivismo de principios de siglo.
Siendo aun muy joven se alejó de la vida universitaria.
Cuando José Ingenieros murió, en 1925, era uno de los intelectuales de mayor peso en la cultura argentina y latinoamericana.
Murió en Buenos Aires el 31 de octubre de 1925 , a los 48 años,luego de una vida intensa y prolífica.
Obra
José Ingenieros fue un representante destacado del pensamiento positivista, sobre todo en sus primeros años.
También fue uno de los fundadores del socialismo en Argentina, aunque no participó orgánicamente en la actividad partidaria.
A partir de la década del '10 comenzó a profundizar una línea de pensamiento más relacionada con los aspectos morales y políticos, aspectos ambos que Ingenieros veía íntimamente relacionados, inspirando a la juventud latinoamericana que realizó la Reforma Universitaria desde 1918 y lo nombró Maestro de la Juventud de América Latina.
A partir de 1920 se implicó en política, adoptando una postura de izquierdas que derivó en una militancia anarquista.
Sus desarrollos sobre la identidad latinoamericana y el antiimperialismo tuvieron gran influencia sobre varias generaciones del continente.

Publicaciones
Primer período
La psicopatología en el arte, Buenos Aires, 1902
La simulación en la lucha por la vida, Buenos Aires, 1902
Simulación de la locura, Buenos Aires, 1903
Histeria y sugestión, Buenos Aires, 1904
Patología del lenguaje musical, París, 1906
Crónicas de viaje, Buenos Aires, 1906
La locura en la Argentina, Buenos Aires, 1907
Segundo período
Principios de psicología, Buenos Aires, 1911
El hombre mediocre (libro), Madrid, 1913
Hacia una moral sin dogmas, Buenos Aires, 1917
Ciencia y filosofía, Madrid, 1917
Sociología Argentina, Buenos Aires, 1918
Proposiciones relativas al porvenir de la filosofía, Buenos Aires, 1918
Evolución de las ideas Argentinas, Buenos Aires, 1918
Las Doctrinas de Ameghino, Buenos Aires, 1919
Los tiempos nuevos, Buenos Aires, 1921
Emilio Boutroux y la filosofía francesa, Buenos Aires, 1922
La cultura filosófica en España, Buenos Aires, 1922
Las fuerzas morales, obra póstuma
Tratado del amor, obra póstuma
Artículos
El contenido filosófico de la cultura argentina, Revista de Filosofía, Buenos Aires, enero de 1915.
El elogio de la risa, Chinón, 1905.

Primavera Sagrada-Reine María Rilke

Primavera Sagrada
Reine María Rilke

¡Nuestro Señor recibe extraños huéspedes!

Tal era la exclamación favorita del estudiante Vicente Víctor Karsky, y la profería en toda ocasión, oportuna o no, con cierto aire de superioridad, que provenía quizá de que se encontraba a sí mismo en el número de esos "extraños huéspedes".

Desde hacía largo tiempo sus compañeros le tenían, en efecto, por un original.

Lo estimaban por su cordialidad, bien que ella frisara a menudo en el sentimentalismo, compartían su humor alegre, y lo dejaban sólo cuando estaba triste.

Por lo demás, soportaban y perdonaban gustosamente su "superioridad".
Esta superioridad de Vicente Víctor Karsky consistía en que hallaba para todas sus empresas logradas o abandonadas, denominaciones soberbias.

Y sin vanagloria, con la seguridad de hombre maduro, agregaba sus actos uno al otro, como se construye un muro de piedra sin defecto, capaz de desafiar los siglos.

Después de una buena comida, hablaba gustosamente de literatura, sin pronunciar jamás una palabra de blasfemia o de crítica, pero limitándose, por el contrario, a honrar con una adhesión más o menos íntima, las obras que aceptaba.
Profería así sanciones definitivas.
En cuanto a los libros que le parecían malos, no tenía costumbre de leerlos hasta el fin, y sencillamente no hablaba de ellos, aunque gozaran del favor general.

Por otra parte, no afectaba ninguna reserva hacia sus amigos, relataba con una amable franqueza todo lo que le acontecía, hasta los hechos más íntimos, y aguantaba buenamente que lo interrogaran sobre sus tentativas de "elevar hasta él" a pequeños proletarios.

Era, en efecto un rumor que corría acerca de Vicente Víctor Karsky.
Sus ojos azules profundos y su voz acariciadora debían contribuir a sus éxitos.

Parecía, en todo caso, decidido a aumentar sin cesar el número de aquéllos, y convertía con un celo de fundador de religión, innumerables muchachitas a su teoría de la felicidad.

Ocurría, ciertas noches, que uno de sus camaradas lo encontrase, en el ejercicio de su sacerdocio, conduciendo ligeramente por el brazo una compañera morena o rubia.
De ordinario, la pequeña reía con todo el rostro, en tanto Karsky hacía un gesto de los más serios, que parecía significar: "¡Infatigable al servicio de la humanidad!"

Pero cuando se contaba que tal o cual miembro de la gentil pandilla era "atrapado" y se veía constreñido a casarse, nuestro profesor ambulante y aureolado de éxito encogía sus anchos hombros eslavos y dejaba caer con desdén: "¡Sí, sí-Nuestro Señor tiene extraños huéspedes!"-.

Pero lo más extraño, en Vicente Victor Karsky, es que había algo en su vida de que ninguno de sus amigos más íntimos sabía nada.

Se lo callaba a sí mismo; porque no había hallado nombre para eso; y sin embargo, pensaba en ello, en estío, cuando iba a la puesta del sol, solitario, por un camino blanco; o en invierno, cuando el viento giraba en la chimenea de su piecita, y densos montones de copos de nieve asaltaban sus ventanas, remendadas con papel pegado; o también en la pequeña sala crepuscular del albergue, en el seno del círculo de amigos.

Entonces su vaso permanecía intacto.
Contemplaba fijamente delante suyo, como deslumbrado, o como se mira un fuego lejano, y sus manos blancas se juntaban involuntariamente.
Se hubiera dicho que le había llegado alguna plegaria, por azar, así como llegan la risa o el bostezo.
***
Cuando la primavera hace su entrada en una pequeña ciudad, ¡qué fiesta se organiza! Semejantes a los brotes en su reprimida premura, los niños de cabezas de oro se empujan afuera de las habitaciones de aire pesado, y se van remolineando por la campiña, como llevados por el alocado viento tibio que tironea sus cabellos y sus delantales y arroja sobre ellos las primeras florescencias de los cerezos.

Gozosos como si volvieran a encontrar, después de una larga enfermedad, un viejo juguete del cual hubieran estado mucho tiempo privados, reconocen todas las cosas, saludan a cada árbol, a cada breña, y se hacen contar por los arroyos jubilosos lo acaecido durante todo ese tiempo.

Qué enajenamiento correr a través de la primera pradera verde, que cosquillea tímida y tiernamente los pequeños pies desnudos, brincar en persecución de las primeras mariposas que huyen en grandes zig-zags enloquecidos por encima de las magras breñas de saúco y se pierden en el infinito azul pálido.

Doquiera la vida se agita.
Bajo el sobradillo, sobre los hilos telegráficos que rojean, y hasta sobre el campanario, muy cerca de la vieja campana gruñona, las golondrinas realizan sus citas.
Los niños miran con sus grandes ojos asombrados los pájaros migradores que vuelven a hallar su amado viejo nido; y el padre retira de los rosales sus mantos de paja, y la madre, de pequeñas impaciencias, sus calientes franelas.

Los viejos también trasponen su umbral con paso temeroso, se frotan las manos arrugadas, parpadean en la luz chorreante.
Se llaman el uno al otro: "¡pequeño viejo!", y no quieren dejar de ver que están conmovidos y dichosos.
Pero sus ojos los traicionan, y ambos agradecen en su corazón: ¡todavía una primavera !
***
En un día semejante, pasearse sin una flor en la mano es un pecado, pensaba el estudiante Karsky.
Por eso blandía una rama perfumada, como si le hubieran encargado hacer propaganda a la primavera.

Con paso liviano y rápido, como para huir lo más pronto del aire frío del ancho pórtico obscuro, iba a lo largo de la vieja calle gris de casas con tejado, saludando al posadero sonriente y obeso que se hacía el importante delante de la ancha entrada de su establecimiento, y a los niños que, sobre el mediodía, se lanzaban fuera de la estrecha sala de la escuela.
 Iban primero juiciosamente, de a dos, pero a veinte pasos de la salida el enjambre reventaba en innúmeras parcelas, y el estudiante pensaba en esos cohetes que, muy alto en el cielo, se resuelven en estrellas y en bolas de luces.

Con una sonrisa en los labios y un canto en el alma, se apresuraba hacia ese barrio exterior de la pequeña ciudad donde se avecinaban casas de apariencia campesina y confortable, y villas nuevas rodeadas de jardincillos.

Delante de una de las últimas casas admiró una olmeda sobre cuyos ramajes corría ya un estremecimiento de verdor, como un presentimiento del esplendor próximo.
Dos cerezos florecidos hacían de la entrada un arco de triunfo, en honor de la primavera, y las flores rosa pálido inscribían allí una luminosa bienvenida.

De pronto Karsky se detuvo, como herido de estupor: en medio de la floración, veía dos ojos azules profundos, que soñaban, perdidos en la lejanía, con una beatitud tranquila y voluptuosa.
Al principio sólo advirtió esos dos ojos, y fue como si el cielo mismo lo mirara a través de los arboles en flor.

Se acercó, maravillado.
 Una pálida muchacha rubia estaba acurrucada en un sillón; sus blancas manos que parecían asir algo invisible se levantaban claras y transparentes por encima de una manta de verde obscuro, que envolvía sus rodillas y sus pies.

Sus labios eran de un rojo tierno de flor apenas despuntada, y una leve sonrisa los asoleaba.
Así sonríe el niño dormido, la noche de Navidad, con su nuevo juguete apretado entre los brazos.
El rostro pálido y transfigurado era tan bello que el estudiante recordó de pronto viejos cuentos en los cuales desde hacía mucho, mucho tiempo. no había pensado más.

Y se detuvo, involuntariamente, como se hubiera detenido ante una madona al borde del camino, invadido por ese sentimiento de gran reconocimiento solar y de íntima fidelidad que sumerge a veces a aquél que ha olvidado la plegaria.

Entonces su mirada encontró la de la muchacha. Se contemplaron, los ojos en los ojos, con una comprensión dichosa.

Y con un gesto semi-inconsciente, el estudiante arrojó por encima de la cerca la joven rama florida que tenía en la mano, y que vino a posarse con un dulce estremecimiento en el regazo de la pálida niña.
 Las blancas y delgadas manos asieron con tierna prisa la flecha fragante, y Karsky recibió el luminoso agredicimiento de los ojos mágicos, no sin una medrosa voluptuosidad. Luego se fue a través de los campos.

Solamente volvió a encontrarse en espacio libre, bajo el alto cielo solemne y silencioso, advirtió que cantaba. Era una canción antigua, feliz.
***
A menudo he deseado-pensaba el estudiante Vicente Víctor Karsky-haber estado enfermo durante todo un largo invierno, y regresar lentamente, poco a poco, a la vida, con la primavera.

Estar sentado ante mi puerta, llenos de asombro los ojos, conmovido por un agradecimiento infantil hacia el sol y la existencia.
Y todo el mundo, entonces, se muestra muy gentil y amistoso, la madre viene a cada momento para besar la frente del convaleciente, y sus hermanas juegan alrededor de él y cantan hasta el crepúsculo.

 Pensaba en esas cosas porque la imagen de la rubia y enfermiza Elena volvía sin cesar a su recuerdo, tendida bajo los pesados cerezos en flor y soñando extraños sueños.
A menudo abandonaba bruscamente su trabajo y corría hacia la silenciosa y pálida muchacha.
Dos seres que viven la misma dicha se encuentran rápidamente.
La joven enferma y Víctor se embriagaban de aire fresco y perfumes primaverales, y sus almas resonaban con igual júbilo.

Él se sentaba al lado de la rubia niña y le relataba mil historias, con su voz suave y acariciadora.
Lo que decía entonces le parecía extraño y nuevo, y espiaba con arrobado asombro sus propias palabras puras y perfectas, como una revelación.

Debía ser algo verdaderamente grande lo que anunciaba; porque la madre de Elena misma,-mujer de cabellos blancos y que debió oír muchas cosas en el mundo-lo escuchaba con frecuencia, discreta y pensativa, y había dicho cierta vez con una sonrisa imperceptible: "Deberíais ser poeta, señor Karsky".

Sin embargo, los compañeros meneaban la cabeza con aire cuidoso. Vicente Víctor Karsky sólo rara vez iba a su círculo; y cuando iba, callaba, no escuchaba sus chanzas ni sus preguntas, y se contentaba con sonreír misteriosamente, al resplandor de la lámpara, como si espiara un canto lejano y amado.

No hablaba ni aún de literatura, no leía nada ya, y cuando se intentaba malhadadamente arrancarlo a su ensoñación, rezongaba con brusquedad: "¡Os lo ruego! ¡El Señor tiene verdaderamente huéspedes extraños!"
Todos los estudiantes estaban de acuerdo para estimar que el buen Karsky pertenecía ahora a la especie más extraña de esos "huéspedes".

Ya no hacía sentir ni su virtuosa superioridad, y privaba a las muchachas de su humanitaria enseñanza.
Era para todos un enigma. Cuando, de noche, se lo encontraba
por las calles, estaba solo, no miraba a derecha ni a izquierda, y parecía preocupado por disminuir el resplandor extrañamente dichoso de sus ojos, e ir a ocultarlo con la mayor prisa a su pequeña habitación solitaria, lejos del mundo.
***
-¡Qué hermoso nombre llevas, Elena!-susurraba Karsky, con voz circunspecta, como si confiara un misterio a la muchacha.
Elena sonreía:
-Mi tío me lo reprocha siempre. Piensa que sólo princesas o reinas debieran llamarse así.
-¡Pero tú también eres una reina! ¿No ves que llevas una corona de oro puro? Tus manos son como lirios, y creo que Dios debió decidirse a romper un poco de su cielo para hacer tus ojos.
-¡Sentimental!-decía la muchacha, con una mirada agradecida.
-¡Así es como quisiera poder pintarte!-suspiraba el estudiante.
Luego callaban.
Sus manos se juntaban involuntariamente, y tenían la sensación de que una forma descendía sobre ellos, llegada desde el jardín atento, dios o hada.
Una espera dichosa colmaba sus almas. Sus ávidas miradas se encontraban como dos mariposas enamoradas, y se abrazaban.
Luego Karsky hablaba, y su voz era semejante al rumor lejano de los álamos:
-Todo esto es como un ensueño. Tú me has encantado. Con esa rama florida, yo mismo me he dado a ti.
Todo está cambiado. Hay tanta luz en mí. Ya no sé lo que era antes. No siento más ningún dolor, ninguna inquietud, no, ni aún un deseo en mí.
Así imagino siempre la beatitud, lo que está más allá de la tumba...
-¿Tienes miedo de morir?
-¿De morir? ¡Sí! Pero no a la muerte.
Elena llevó dulcemente su mano pálida a su frente. La sintió muy fría.
-Ven, entremos,-aconsejó él con ternura.
-No siento mucho frío, y la primavera es tan bella.
Elena pronunció estas palabras con una íntima nostalgia. Su voz tenía la resonancia de un canto.
***
Los cerezos ya no estaban en flor, y Elena se encontraba sentada un poco más lejos, en la sombra más densa y más fresca de la alameda.
Vicente Víctor Karsky había ido a despedirse.
Iba a pasar las vacaciones de estío al borde de un lago lejano, en el Salzkammergut, junto a sus viejos padres.
Hablaban como siempre de cosas diversas, de ensueños y de recuerdos.
Pero no pensaban en el porvenir.
El rostro menudo de Elena estaba más pálido que de costumbre, sus ojos eran más grandes y más profundos, y sus manos temblaban a veces, débilmente, bajo la manta verde obscuro.
Y cuando el estudiante se levantó y tomó esas dos manos entre las suyas, con precaución, como se toma un objeto frágil, Elena murmuró:
-¡ Bésame !

El joven se inclinó y rozó con sus labios fríos y sin deseo la frente y la boca de la enferma. Como una bendición, bebió el cálido perfume de esa casta
boca, y en ese instante le volvió un recuerdo de su lejana infancia: su madre levantándolo hacia una madona milagrosa.

Se fue entonces, fortificado, sin dolor, por la olmeda crepuscular.
Se dio vuelta una vez aún, hizo una señal a la niña que lo contemplaba con una sonrisa lasa; luego le arrojó una tierna rosa por encima de la cerca.
Elena tendió la mano para asirla, con una pasión dichosa.
Pero la flor roja cayó a sus pies.
La joven enferma se inclinó con esfuerzo, tomó la rosa entre sus manos unidas y apretón sus labios sobre sus tiernos pétalos sedos.
Karsky no había visto nada.
Con las manos juntas, marchaba entre el resplandor del estío.
Cuando estuvo en su habitación silenciosa, se echó en su viejo sillón y contempló, afuera, el sol.
 Las moscas bordoneaban detrás de las cortinas de tul, una tierna yema había brotado en el alféizar de la ventana.
Y de súbito sobrevino en el espíritu del estudiante la idea de que ella no le había dicho hasta luego.
***
Quemado por el sol, Vicente Víctor Karsky había regresado de sus vacaciones.
 Marchaba con paso maquinal por las calles de viejas casas de tejado, sin ver los frontispicios que la luz otoñal volvía violáceos.
Era la primera vez que tomaba ese camino desde su retorno, y sin embargo se hubiera dicho que era su trayecto cotidiano.
Traspuso la alta verja del apacible cementerio y, aún allí, prosiguió su camino entre los montículos de tierra y las bóvedas como si estuviera seguro de su propósito.

Se detuvo delante de una tumba cubierta de césped, y leyó sobre la sencilla cruz: Elena. Había sentido que allí era adonde debía ir para encontrarla nuevamente.
Una sonrisa de dolor tembló en la comisura de sus labios.
Repentinamente, pensó:-¡Qué avara ha sido su madre!

Sobre la tumba de la muchacha, entre marchitas rosas, no había más que una corona de alambre y de flores de mal gusto.
 El estudiante fue a buscar algunas rosas, se arrodilló, y recubrió el mezquino alambre con frescos pétalos, hasta que no se vio ya el metal.

Luego, se fue, con el corazón claro como ese anochecer rojo de precoz otoño, solemnemente expandido sobre los techos.
Una hora más tarde, Karski estaba sentado a la mesa del círculo.

Sus viejos compañeros se apretaban alrededor de él, y para responder a su bullanguero deseo, relató su viaje de estío.
Hablando de sus correrías por los Alpes, volvía a encontrar su antigua superioridad.
Bebían sus palabras.
-Dinos, pues, -expresó uno de los amigos- ¿qué tenías antes de las vacaciones? Estabas... cómo decirlo... Vamos, anda, ¡sácanos de esto!
Vicente Víctor Karsky replicó, con una sonrisa distraída:
-¡Ah! ¡Nuestro Señor! . ..
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