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domingo, 25 de agosto de 2013

ZAPHOD Y UN TRABAJO SEGURO- Douglas Adams


ZAPHOD Y UN TRABAJO SEGURO
Douglas Adams

Una inmensa nave voladora se movía velozmente sobre la superficie de un mar asombrosamente bello. Desde media mañana había estado desplazándose hacia adelante y hacia atrás, describiendo grandes arcos cada vez más anchos, hasta que finalmente atrajo la atención de los isleños locales, gente pacífica y amante de los frutos de mar, que se reunieron en la playa, entre cerrando los ojos ante la cegadora luz solar, para tratar de ver qué pasaba.

Cualquier persona de conocimientos sofisticados, que hubiera viajado, que hubiera tenido alguna experiencia, probablemente habría observado cuán parecida era la nave a un archivero, a un enorme y recientemente robado archivero acostado de espaldas,con los cajones al viento y volando.
Por su parte, los isleños, cuya experiencia era de otra clase, quedaron impresionados al ver qué poco se parecía a una langosta marina.
Charlaban, excitados, acerca de su total ausencia de pinzas, su rígida espalda sin curvas, y sobre el hecho de que parecía tener grandísimas dificultades para mantenerse en el suelo. 
Esta última característica les parecía especialmente jocosa. 
Se pusieron a dar muchos saltos para demostrarle a esa estúpida cosa que ellos creían que permanecer en el suelo era lo más fácil del mundo.

Pero este entretenimiento pronto comenzó a perder la gracia. 
Después de todo, dado que tenían perfectamente en claro que la cosa no era una langosta, y dado que su mundo tenía la bendición de poseer en abundancia cosas que sí eran langostas (una buena media docena de las cuales se encontraba en este momento en suculenta marcha por la playa hacia ellos), no vieron más razones para seguir perdiendo el tiempo con la cosa y en su lugar decidieron organizar de inmediato un almuerzo tardío consistente en langostas.

En ese preciso momento, la nave se detuvo repentinamente en el aire, se puso vertical y se zambulló de cabeza en el océano, con un gran estrépito de espuma que obligó a los isleños a huir gritando hasta los árboles.
Cuando resurgieron, nerviosos, unos minutos después, lo único que pudieron ver fue un círculo de agua suavemente delineado y algunas burbujas gorgoteantes.

Qué raro, se dijeron el uno al otro entre bocado y bocado de la mejor langosta que se pueda comer en cualquier parte de la Galaxia Occidental, ya es la segunda vez que sucede lo mismo en un año.

La nave, que no era una langosta, buceó directamente hasta una profundidad de sesenta metros, y se detuvo allí, en el espeso azul, al tiempo que inmensas masas de agua ondulaban a su alrededor.
Mucho más alto, donde el agua era mágicamente clara, una brillante formación de peces se alejó con un destello.
Más abajo, donde a la luz le resultaba difícil llegar, el color del agua se perdía en un azul oscuro y salvaje.
Aquí, a sesenta metros, el sol alumbraba débilmente. 
Un enorme mamífero marino de piel satinada pasó perezosamente, inspeccionando la nave con una especie de interés a medias, como si hubiese estado esperando encontrarse con algo así, y luego se deslizó hacia arriba, alejándose rumbo a la luz rizada.

La nave esperó un minuto o dos, tomando lecturas, y luego descendió otros treinta
metros.
A esta profundidad, el panorama se estaba poniendo seriamente oscuro.
Pasado un momento, las luces internas de la nave se apagaron, y en el segundo o dos que pasaron hasta que de repente se encendieron los reflectores exteriores, la única luz visible provino de un pequeño cartel rosado, vagamente iluminado, que decía Corporación Beeblebrox de Salvataje y Asuntos Realmente Disparatados.
Los enormes reflectores se movieron hacia abajo, iluminando un vasto cardumen de peces plateados, los cuales viraron y se alejaron en silencioso pánico.
En la tenebrosa sala de control, que se extendía describiendo un amplio arco en la proa sin punta de la nave, cuatro cabezas estaban reunidas alrededor de una pantalla de computadora que estaba analizando las debilísimas e intermitentes señales que emanaban de lo profundo del lecho marino.

- Ahí está - dijo finalmente el dueño de una de las cabezas.
- ¿Podemos estar totalmente seguros? - dijo el dueño de otra de las cabezas.
- Ciento por ciento seguros - replicó el dueño de la primera cabeza.
- ¿Están un ciento por ciento seguros de que la nave que se estrelló contra el fondo
de este océano es la nave de la que ustedes dijeron estar un ciento por ciento seguros
que con una seguridad del ciento por ciento nunca podría estrellarse? –dijo el dueño de las dos cabezas que quedaban-
. Eh - dijo levantando dos de sus manos-. Sólo preguntaba.
Los dos funcionarios de la Administración de Seguridad y Reaseguro Civil respondieron a esto con una mirada muy fría, pero el hombre con el número de cabezas sin par, o más bien dicho par, no lo advirtió.
Se recostó en el asiento del piloto, abrió dos cervezas - una para él y la otra también- , apoyó los pies sobre la consola y le dijo "Hola, nene" a un pez que pasaba del otro lado del ultracristal.
- Sr. Beeblebrox - comenzó el más bajo y menos tranquilizador de los dos funcionarios, en voz baja.
- ¿Sí? - dijo Zaphod, golpeteando una lata repentinamente vacía contra algunos de
los instrumentos más sensibles-. ¿Listos para el chapuzón? Vamos.
- Sr. Beeblebrox, dejemos una cosa perfectamente en claro...
- Sí, hagámoslo - dijo Zaphod-. Qué tal esto para empezar: ¿por qué no me dicen lo
que hay realmente en esa nave?
- Se lo hemos dicho - dijo el funcionario-. Subproductos.
Zaphod intercambió consigo mismo una cansada mirada.
- Subproductos - dijo-.¿Subproductos de qué?
- De procesos - dijo el funcionario.
- ¿Qué procesos?
- Procesos que son perfectamente seguros.
- ¡Santa Zarquana Voostra! - exclamaron a coro ambas cabezas de Zaphod-. ¡Tan seguros que tuvieron que construir una nave que es una maldita fortaleza para llevar esos subproductos hasta el agujero negro más cercano y arrojarlos allí! Sólo que no pudo llegar porque el piloto tomó un desvío... ¿estoy en lo correcto?... para recoger algunas ¿langostas...? Está bien, el tipo era muy simpático, pero... quiero decir, bastante peculiar, esto parece un chiste, esto es un almuerzo de proporciones exageradas, esto es un inodoro aproximándose a la masa crítica, esto es... esto es...¡un fracaso total del vocabulario!
- ¡Cállate! - gritó su cabeza derecha a su cabeza izquierda-. ¡Estamos desvariando!
Para calmarse, aferró firmemente la lata de cerveza que quedaba.
- Oigan, muchachos - prosiguió, después de un momento de paz y contemplación.
Los dos funcionarios no dijeron nada.
Conversar a este nivel era algo a lo que sentían que no podían aspirar-. Sólo quiero saber - insistió Zaphod- en qué me están metiendo.
Marcó con un dedo las lecturas intermitentes que discurrían en la pantalla de la computadora. 
No las entendía, pero no le gustaba para nada su aspecto.
Eran todas confusas, con montones de números largos y cosas así.
- Se está rompiendo ¿verdad? - gritó-. La bodega está llena de barras aoristas radiantes epsilónicas o algo por el estilo, que freirán todo este sector del espacio durante trillones de años, y se está rompiendo. ¿Es así la historia? ¿Es eso lo que vamos a bajar a buscar? ¿Voy a salir de esa ruina con más cabezas todavía?
- No hay posibilidad de que sea una ruina, Sr. Beeblebrox - insistió el funcionario-.
Le garantizo que la nave es perfectamente segura. No es posible que se rompa.
- ¿Entonces por qué están tan interesados en ir a verla?
- Nos gusta ir a ver cosas que son perfectamente seguras.
- ¡Maldiiiciooooón!
- Sr. Beeblebrox - dijo el funcionario, con paciencia- , ¿me permite recordarle que
tiene usted un trabajo que hacer?
- Sí, bueno, tal vez se me fueron de repente las ganas de hacerlo. ¿Qué creen que
soy, uno de esos tipos que no tienen ninguna clase de no- sé- qué morales... cómo se
dice... esas cosas morales...
- ¿Escrúpulos?
-...escrúpulos, gracias, o lo que sea? ¿Y bien?
Los dos funcionarios aguardaron con calma. Tosieron suavemente para ayudarse a
pasar el tiempo.
Zaphod suspiró algo así como "adónde va a llegar el mundo" para autoabsolverse
de toda la culpa y se hamacó en el asiento.
- ¿Nave? - llamó.
- ¿Eh? - dijo la nave.
- Haz lo que yo hago.
La nave lo pensó durante unos milisegundos y luego, después de verificar por partida doble todos los sellos de sus escotillas reforzadas, comenzó, lenta e inexorablemente, bajo el débil resplandor de sus propias luces, a hundirse en las más hondas profundidades.
Ciento cincuenta metros.
Trescientos.
Seiscientos.
Aquí, a una presión de casi setenta atmósferas, en las heladas profundidades donde no alcanza la luz, la naturaleza guarda su imaginería más extravagante. 
Dos pesadillas de treinta centímetros de largo relucieron desenfrenadamente bajo la blanca luz, bostezaron, y volvieron a esfumarse en la negrura.
Setecientos cincuenta metros.
Junto a los sombríos límites de los haces de luz de la nave, cosas secretas y culpables pasaban rápidamente con sus ojos al acecho.
Gradualmente, la topografía del distante lecho oceánico que se aproximaba se iba resolviendo con cada vez más claridad en las pantallas de las computadoras, hasta que por fin pudo adivinarse una forma separada que se distinguía de lo que la rodeaba.


Era como una enorme fortaleza cilíndrica torcida, que a partir de la mitad de su longitud se ensanchaba notablemente a fin de alojar el pesado ultrablindaje con el que estaban revestidas las cruciales bodegas de carga, cuyos constructores habían supuesto que convertían a esta nave en la más segura e inexpugnable jamás construida. Antes del lanzamiento, el material estructural de ese sector había sido apaleado, golpeado, barrenado y sujeto a todos los ataques que sus constructores sabían que podía soportar, con el objeto de demostrar que podía soportarlos.
En tenso silencio de la cabina de mando se agudizó de modo perceptible cuando quedó claro que era ese sector el que se había partido bastante prolijamente en dos.
- En realidad es perfectamente segura -dijo uno de los funcionarios- , está
construida de modo tal que si la nave sí se rompe, no hay ninguna posibilidad de que
las bodegas de carga se fisuren.
Mil ciento sesenta y cinco metros.
Cuatro Trajes Inteligentes Alta-Pres-A salieron lentamente por la escotilla abierta de la nave de salvataje y nadaron a través la cortina de luces hacia la monstruosa figura que se destacaba oscuramente contra la noche marina. 
Se movían con una especie de gracia torpe casi cercana a la ingravidez, aunque oprimidos por un mundo de agua. 
Con la cabeza de la derecha, Zaphod escudriñó las negras inmensidades que tenía encima y, por un momento, su mente emitió un silencioso rugido de horror.
Echó un vistazo a su izquierda y se alivió al ver que su otra cabeza estaba entretenida observando sin interés en el video del casco los pronósticos meteorológicos brockianos de UltraCricket. 
Algo detrás de él, hacia la izquierda, iban los dos funcionarios de la Administración de Seguridad y reaseguro Civil; algo delante de él, hacia la derecha, iba el traje vacío, llevando sus implementos y controlando el camino. 
Pasaron por la enorme hendidura de la rota espalda de la Nave Bunker Billón de Años e iluminaron el interior con sus linternas.


Maquinaria mutilada, entre escotillas de sesenta centímetros de espesor destrozadas y retorcidas. 
Ahora vivía allí una familia de grandes y transparentes anguilas que parecían gustar del sitio.
El traje vacío los precedió a o largo del lóbrego y gigantesco casco de la nave, probando las compuertas estancas.
La tercera que revisó se abrió con dificultad.
Se apiñaron en el interior y esperaron durante largos minutos mientras los mecanismos de bombeo se encargaban de la espantosa presión ejercida por el océano y la reemplazaban lentamente con una presión igualmente espantosa de aire y gases inertes.
Finalmente, la puerta interior se abrió y tuvieron acceso a un oscuro sector de bodegas exteriores de la Nave Bunker Billón de Años.
Tuvieron que pasar varias puertas Titan-O-Hold de alta seguridad más, las cuales fueron abiertas una a una por los funcionarios, con una variedad de llaves quark.
 Muy pronto estuvieron tan metidos dentro de los poderosos campos de seguridad que la recepción de los pronósticos de Ultra-Cricket comenzó a debilitarse y Zaphod tuvo que cambiar a una de las videoestaciones de rock, ya que no existía sitio al que éstas no pudieran llegar.
Se abrió la puerta final y emergieron en un gran espacio sepulcral.


Zaphod apuntó la linterna hacia la pared opuesta e iluminó de lleno un rostro de ojos enloquecidos que gritaba. 
El propio Zaphod lanzó un grito en quinta disminuida, se le cayó la linterna y se sentó pesadamente en el piso, o más bien en un cuerpo, que había estado allí tirado por unos seis meses sin ser perturbado y que reaccionó al hecho de que se le sentaran encima explotando con gran violencia.
Zaphod se preguntó qué hacer al respecto, y luego de un breve pero turbulento debate decidió que lo más indicado sería desmayarse.
Reaccionó unos minutos después y fingió no saber quién era, dónde estaba o cómo había llegado allí, pero no pudo convencer a nadie.
Después fingió que su memoria volvía de golpe y que la impresión causada le provocaba otro desmayo pero, muy a su pesar, el traje - por el que estaba comenzando a sentir un serio rechazo- lo  ayudó a ponerse de pie, forzándolo a hacerse cargo del entorno.
El entorno estaba iluminado con luz leve y enfermiza, y era desagradable en varios aspectos, el más obvio de los cuales era la colorida distribución de partes del fallecido y lamentado Oficial de navegación de la nave en los pisos, paredes y techo, y muy especialmente en la mitad inferior de su traje, el de Zaphod.
El efecto era tan pasmosamente asqueroso que no volveremos a referirnos a él en ninguna parte de  esta narración... salvo para dejar sentado que obligó a Zaphod a vomitar dentro del traje, el cual, consecuentemente, se quitó e intercambió, luego de realizar las modificaciones correspondientes en el alojamiento de la cabeza, con el traje vacío.
Por desgracia, el hedor del aire fétido de la nave, seguido por el panorama de su propio traje, que caminaba por ahí envuelto en intestinos en putrefacción, fue suficiente para hacerlo vomitar también en el otro traje, problema con el cual él y el traje tendrían que aprender a convivir.
Listo. Eso es todo. No hay más asquerosidades.
Por lo menos, no hay más de esa asquerosidad en particular.
El dueño del rostro que gritaba ahora se había calmado ligeramente y estaba balbuceando incoherencias dentro de un tanque con líquido amarillo: un tanque de suspensión de emergencia.
- Fue una locura - balbuceaba- , ¡una locura! Le dije que podíamos probar la
langosta al volver, pero él estaba enloquecido. ¡Obsesionado! ¿Ustedes alguna vez se
ponen así por las langostas? Porque yo no. Me parecen demasiado gomosas y
resbaladizas para comer, y su sabor no es gran cosa, es decir, ¿tienen sabor? Prefiero
infinitamente las ostras, y así se lo dije. ¡Oh, Zarquon, se lo dije!
Zaphod contemplaba esta extraordinaria aparición que se agitaba en su tanque.
El sujeto tenía adosados toda clase de tubos de supervivencia y su voz salía por unos parlantes que provocaban ecos demenciales en toda la nave, retornando, fantasmales, desde profundos y distantes corredores.
- Ahí fue donde estuve mal - gritó el loco-. Dije realmente que prefería las ostras y él dijo que era porque nunca había probado una langosta en serio, como las que comían en el sitio de donde venían sus antepasados, que era aquí, y que me lodemostraría. Dijo que no había problema, dijo que por la langosta de aquí valía la pena todo el viaje, y ni qué hablar del pequeño desvío que tomaríamos para llegar aquí, y juró que podía controlar la nave en la atmósfera, pero fue una locura, ¡una locura! - gritó, e hizo una pausa, moviendo los ojos de un lado a otro, como si la palabra hubiera despertado algo en su mente
-. ¡La nave quedó fuera de control! Yo no podía creer lo que estábamos haciendo, nada más que para demostrar una afirmación sobre la langosta, que realmente es un alimento tan sobrestimado.  Lamento mencionar tanto a la langosta. 
Trataré de evitarlo por un minuto, pero he estado tanto tiempo solo con mis pensamientos estos meses en el tanque... ¿pueden imaginarse lo que es encontrarse encerrado en una nave con los mismos tipos durante meses, comiendo basura mientras un sujeto habla todo el tiempo solamente de langostas, y luego pasarse seis meses flotando en un tanque, pensando en ello? 
Prometo que trataré de no hablar de langostas, en serio.
Langostas, langostas, langostas... ¡basta! Creo que soy el único sobreviviente. Soy el único que logró llegar a un tanque de emergencia antes de caer. 
Envié una señal de auxilio y luego nos estrellamos. Es un desastre, ¿verdad? Un desastre total, y todo porque al tipo le gustaban las langostas. ¿Tiene sentido lo que estoy diciendo? Me resulta difícil darme cuenta.
Los miró, suplicante, y su mente pareció bajar lentamente a tierra firme como una hoja que cae.
Pestañeó y los miró con expresión rara, como un mono estudiando un pez extraño.
Toqueteó con curiosidad el cristal del tanque con sus dedos arrugados.
Unas pequeñas y espesas burbujas amarillas se escaparon por su nariz y su boca, quedaron brevemente atrapadas en el estropajo de sus cabellos y luego continuaron su errática marcha hacia arriba.


- Oh Zarquon, oh cielos - murmuró patéticamente para sí-. Me han encontrado. Me han rescatado...
- Bueno - dijo uno de los funcionarios rápidamente- , lo han encontrado, por lo menos.- 
Se dirigió hacia la computadora central que estaba en el medio de la cámara y comenzó a revisar rápidamente los circuitos de monitoreo principales de la nave buscando informes de averías
-. Las bodegas de las barras aoristas están intactas -dijo.
- Santo cubil del dingo- gruñó Zaphod- , ¡hay barras aoristas a bordo...!
Las barras aoristas eran dispositivos empleados en una forma de producción de energía que ahora había sido felizmente abandonada. 
Cuando la búsqueda de nuevas fuentes de energía había llegado a un punto especialmente frenético, un brillante joven de pronto había localizado el único lugar que jamás había agotado sus disponibilidades energéticas: el pasado. 
Y esa misma noche, con el repentino golpe de sangre a la cabeza que tienden a inducir tales ideas repentinas, había inventado un método de explotación, y en el lapso de un año enormes trechos del pasado ya estaban siendo drenados de toda su energía, sencillamente agotándose. 
Los que declamaron que había que dejar al pasado intacto fueron acusados de incurrir en una forma de sentimentalismo extremadamente onerosa.
El pasado proporcionaba una fuente de energía muy barata, abundante y limpia; siempre se podían montar algunas Reservas Naturales del Pasado, si alguien quería pagar por mantenerlas; en cuanto al reclamo de que drenar el pasado empobrecía el presente, bueno, tal vez así era, pero los efectos eran imposibles de medir y uno tenía que mantener el sentido de las proporciones.
Recién cuando se advirtió que el presente realmente estaba empobreciéndose y
que la razón de esto era que los bastardos del futuro -holgazanes ladrones y egoístas estaban haciendo exactamente lo mismo, todo el mundo se dio cuenta de que todas y
cada una de las barras aoristas, y el terrible secreto de cómo se construían, debían ser
completamente destruidas para siempre.
Todos adujeron que era por el bien de sus abuelos y nietos, pero, desde luego, era por el bien de los nietos de sus abuelos y de los abuelos de sus nietos.
El funcionario de la Administración de Seguridad y Reaseguro Civil se encogió de hombros despreocupadamente.
-         Son perfectamente seguras - dijo.
Miró a Zaphod y de pronto dijo, con una franqueza poco característica
- : Hay cosas peores que esas a bordo. O por lo menos -
agregó, golpeteando una de las pantallas de la computadora- , espero que estén a bordo.
El otro funcionario lo atacó duramente.
- ¿Qué diablos piensas que estás diciendo? - le espetó.
El primero volvió a alzar los hombros.
Dijo: - No importa. Que diga lo que quiera. Nadie le creería. Esa es la razón por la que escogimos usarlo a él en vez de hacer algo oficial, ¿verdad?
Cuanto más descabellada sea la historia que cuente, más parecerá que él es sólo
un bohemio aventurero que está inventándola. Hasta puede contar que nosotros
dijimos esto, y quedará como un paranoico. - Sonrió amablemente a Zaphod, que
estaba hirviendo en su asqueroso traje.
-. Puede acompañarnos –le dijo- si lo desea.
- ¿Lo ve? - dijo el funcionario, examinando los sellos exteriores de ultra- titanio dela bodega de las barras aoristas-. Perfectamente a salvo, perfectamente seguro.
Dijo lo mismo al pasar por las bodegas que contenían armas químicas tan poderosas que una cucharadita podía infectar fatalmente todo un planeta.
Dijo lo mismo al pasar por las bodegas que contenían compuestos zeda- activos tan poderosos que una cucharadita podía volar todo un planeta.
Dijo lo mismo al pasar por las bodegas que contenían compuestos theta- activos tan poderosos que una cucharadita podía irradiar a todo un planeta.
- Me alegro de no ser un planeta - masculló Zaphod.
- No tiene nada que temer - aseguró el funcionario de la Administración de Seguridad y Reaseguro Civil- , los planetas son muy seguros. Siempre y cuando... - agregó, Y luego hizo una pausa.
Estaban aproximándose a la bodega más cercana al punto en que la espalda de la Nave Bunker Billón de Años estaba quebrada.

Aquí el corredor estaba retorcido y deformado, y el piso tenía parches húmedos y pegajosos.
-. Ajá - dijo-. Ajá y doble ajá.
- ¿Qué hay en esta bodega? - exigió Zaphod.
- Subproductos - dijo el funcionario, cerrándose otra vez.
- ¿Subproductos... –insistió Zaphod con calma- de qué?


Ninguno de los funcionarios le contestó.
 En lugar de ello, examinaron la puerta de la bodega con mucho cuidado y vieron que sus sellos habían sido retorcidos y arrancados por la misma fuerza que había deformado todo el corredor.
Uno de ellos tocó ligeramente la puerta.
Se abrió de par en par con el contacto.
 Adentro estaba oscuro, con apenas un par de débiles luces amarillas al fondo.
- ¿De qué? - siseó Zaphod.
El funcionario líder miró al otro.
- Hay una cápsula de escape - dijo- que la tripulación debía usar para abandonar la
nave antes de echarla en el agujero negro - dijo-. Creo que sería bueno saber que
todavía está allí. - El otro funcionario asintió y se alejó sin decir palabra.
Con un ademán, el primer oficial indicó a Zaphod que entrara. Las grandes y débiles luces amarillas fosforecían a unos seis metros de distancia.
- El motivo - dijo, en voz baja- por el cual todas las cosas que hay en esta nave
son, sigo manteniéndolo, seguras, es que realmente nadie está lo bastante loco para
usarlas. Nadie. Al menos, nadie que estuviera así de loco podría jamás tener acceso a
ellas. Cualquiera que sea tan loco o tan peligroso hace sonar alarmas muy profundas.
La gente puede ser estúpida, pero no es tan estúpida.
- Subproductos - volvió a sisear Zaphod, y tenía que sisear para que no se oyera el
Temblor de su voz- de qué.
- Eh... Gente Diseñada.
"Se le otorgó a la Corporación Cibernética Sirio un enorme fondo de investigaciones para diseñar y producir personalidades sintéticas por encargo. 
Los resultados fueron uniformemente desastrosos. Toda la "gente" y las "personalidades"resultaron ser amalgamas de ciertas características que sencillamente no podían coexistir en formas de vida de ocurrencia natural. 
La mayoría eran unos pobres y patéticos inadaptados, pero algunos eran profundísimamente peligrosos. 
Peligrosos porque no hacían sonar la alarma en las demás personas. 
Podían atravesar situaciones igual que los fantasmas atraviesan paredes, porque nadie detectaba el peligro.
"Los más peligrosos de todos eran tres idénticos... los pusieron en esta bodega,para ser lanzados, junto con la nave, fuera de este universo. No son malvados, en realidad son bastante sencillos y encantadores.
Pero son las criaturas más peligrosas que alguna vez hayan vivido, porque no haynada que no hagan si se les permite, ni nada que no pueda permitírseles hacer...
Zaphod miró las débiles luces, las dos débiles luces amarillas. 
Cuando sus ojos se fueron acostumbrando a la iluminación, vio que las dos luces enmarcaban un tercer espacio donde había algo roto. 

Unas manchas húmedas y pegajosas relucían opacamente en el suelo.
Zaphod y el funcionario caminaron con cautela hacia las luces. En ese momento, estallaron cuatro palabras del otro funcionario en sus comunicadores del casco.
- La cápsula no está –dijo sucintamente.
- Rastréala - respondió de inmediato el compañero de Zaphod-. Averigua con exactitud dónde ha ido. ¡Debemos saber dónde ha ido!
Zaphod abrió una enorme puerta deslizante de vidrio esmerilado.


Detrás de ésta había un tanque lleno de líquido amarillo, y flotando dentro había un hombre, un hombre de apariencia amable, con muchas marcas de sonrisa en la cara.
Parecía estar flotando con bastante resignación y sonriendo para sus adentros.
Otro sucinto mensaje llegó de pronto por el comunicador del casco.
El planeta hacia el cual se había encaminado la cápsula de escape ya había sido identificado.
Estaba en el Sector Galáctico ZZ9 Plural Z Alfa.
El hombre de apariencia amable del tanque parecía estar murmurando suavemente
para sí, igual que lo había hecho el copiloto del otro tanque. 
Unas burbujitas amarillas adornaron como abalorios los labios del hombre.
Zaphod encontró un pequeño parlante  junto al tanque y lo encendió.
Oyó que el hombre balbuceaba suavemente acerca de una brillante ciudad sobre una colina.
También oyó que el funcionario de la Administración de Seguridad y Reaseguro
Civil impartía instrucciones para que el planeta ZZ9 Plural Z Alfa fuera puesto en
condiciones "perfectamente seguras".

FIN

Douglas Adams ha escrito una serie de novelas donde hace uso de un humor
corrosivo y muchas veces sutil. La primera, que tuvo un gran éxito, fue "Guía del
Autoestopista Galáctico", a la que siguieron otras, todas en el mismo tono que hallarán
en este relato.

jueves, 4 de abril de 2013

Algunos Versos- Autopsicografía-Abdicación-Serena Voz imperfecta-Esto-Consejo-Fernando Pessoa-Biografía de Fernando Pessoa-

Fernando Pessoa
Algunos versos

Biografía


Autopsicografía



El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que de veras siente.
Y los que leen lo que escribe,
en el dolor leído sienten bien,
no los dos que él tuvo
mas sólo el que ellos no tienen.
Y así en los raíles
gira, entreteniendo la razón,
ese tren de cuerda
que se llama el corazón.

Abdicación

Tómame, oh noche eterna, en tus brazos
y llámame hijo. Yo soy un rey
que voluntariamente abandoné
mi trono de ensueños y cansancios.
Mi espada, pesada en brazos flojos,
a manos viriles y calmas entregué;
y mi cetro y corona—yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.
Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.
Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.

Serena voz imperfecta


Serena voz imperfecta, elegida
para hablar a los dioses muertos—
la ventana que falta a tu palacio da
para el Puerto todos los puertos.
Chispa de la idea de una voz sonando
lirios en las manos de las princesas soñadas,
yo soy la marea de pensarte, orlando
la Ensenada todas las ensenadas.
Brumas marinas esquinas del sueño...
Ventanas dando al Tedio los charcos...
Y yo miro a mi Fin que me mira, tristón,
desde la cubierta del Barco todos los barcos...


Súbita mano de algún fantasma oculto...

 
Súbita mano de algún fantasma oculto
entre los pliegues de la noche y de mi sueño
me sacude y yo despierto, y en el abandono
de la noche no diviso gesto ni bulto.
Pero un terror antiguo, que insepulto
traigo en el corazón, como de un trono
baja y se afirma mi señor y dueño
sin orden, sin meneo y sin insulto.
Y yo siento mi vida de repente
presa por una cuerda de Inconsciente
a cualquier mano nocturna que me guía.
Siento que soy nadie salvo una sombra
de un bulto que no veo y que me asombra,
y en nada existo como la tiniebla fría.

Me da lástima de las estrellas...

Me da lástima de las estrellas
luciendo hace tanto tiempo,
hace tanto tiempo...
Me da lástima de ellas.
¿No habrá un cansancio
de las cosas,
de todas las cosas,
como de las piernas o de un brazo?
Un cansancio de existir,
de ser,
sólo de ser,
el ser triste brillar o sonreír...
¿No habrá, en fin,
para las cosas que son,
no la muerte, mas sí
otra suerte de fin,
o una gran razón—
cualquier cosa así
como un perdón?

Esto


Dicen que finjo o miento
todo lo que escribo. No.
Yo simplemente siento
con la imaginación.
No uso el corazón.
Todo lo que sueño o vivo,
lo que me falla o termina,
es como una terraza
sobre otra cosa aún.
Esa cosa es la que es bella.
Por eso escribo en medio
de lo que no está cerca,
libre de mi titubeo,
serio de lo que no es.
¿Sentir? ¡Sienta quien lee!

Consejo 
Cerca con grandes muros aquél que te sueñas.
Después, donde es visible el jardín
a través del portón de reja adecuada,
pon las flores que sean las más risueñas,
para que te conozcan sólo así.
Donde nadie lo vea no pongas nada.
Haz macizos como los que otros tienen,
donde las miradas puedan entrever
tu jardín tal como se lo vas a mostrar.
Pero donde es tuyo, y nunca lo ve nadie,
deja las flores que vienen del suelo crecer
y deja las hierbas naturales medrar.
Haz de ti mismo un doble ser guardado;
y que nadie, que vea y mire, pueda
saber de ti más de lo que sabe un jardín—
un jardín mostrable y reservado,
por detrás del cual la flor nativa roza
la hierba tan pobre que ni tú la ves...

Hay dolencias peores que las dolencias 

Hay dolencias peores que las dolencias,
hay dolores que no duelen, ni en el alma
pero que son dolorosos más que los otros.
Hay angustias soñadas más reales
que las que la vida nos trae, hay sensaciones
sentidas sólo con imaginarlas
que son más nuestras que la misma vida.
Hay tantas cosas que, sin existir,
existen, existen demoradamente,
y demoradamente son nuestras y nosotros...
Por sobre el verde turbio del ancho río
los circunflejos blancos de las gaviotas...
Por sobre el alma el aleteo inútil
de lo que no fue, ni puede ser, y es todo.
Dame más vino, porque la vida es nada.

Tu voz habla amorosa...

Tu voz habla amorosa...
Tan tierna habla que me olvido
de que es falsa su blanda prosa.
Mi corazón desentristece.
Sí, así como la música sugiere
lo que en la música no está,
mi corazón nada más quiere
que la melodía que en ti hay...
¿Amarme? ¿Quién lo creería? Habla
con la misma voz que nada dice
si eres una música que arrulla.
Yo oigo, ignoro, y soy feliz.
Ni hay felicidad falsa,
mientras dura es verdadera.
¿Qué importa lo que la verdad exalta
si soy feliz de esta manera?

No quiero rosas, con tal que haya rosas 
No quiero rosas, con tal que haya rosas.
Las quiero sólo cuando no las pueda haber.
¿Qué voy a hacer con las cosas
que cualquier mano puede coger?
No quiero la noche sino cuando la aurora
la hizo diluirse en oro y azul.
Lo que mi alma ignora
eso es lo que quiero poseer.
¿Para qué?... Si lo supiese, no haría
versos para decir que aún no lo sé.
Tengo el alma pobre y fría...
Ah, ¿con qué limosna la calentaré?...







Fernando Pessoa

  • Nace:13 de junio de 1888
  • Lugar:Lisboa,Portugal
  • Efemérides: 13 de junio

  • Muere:30 de noviembre de 1935
  • Lugar: Lisboa,Portugal
  • Efemérides:30 de noviembre

Biografía

El poeta portugués Fernando Antonio Nogueira Pessoa nació el 13 de junio del año 1888 en Lisboa (Portugal).
Tras el fallecimiento a causa de la tuberculosis de su padre Joaquim, quien trabajaba como funcionario del Ministerio de Justicia y era crítico de música, el joven Pessoa vivió desde el año 1896 en una localidad de Sudáfrica llamada Durban, ya que su viuda madre, Maria Madalena Nogueira, se había casado en segundas nupcias con Joao Miguel Rosa, el cónsul portugués en la citada ciudad sudafricana.
Pasó su infancia y juventud en la República de Sudáfrica e inició estudios de derecho en la Universidad de El Cabo, y regresó a Lisboa en 1905, en donde comenzó a estudiar Letras, carrera que abandonó a los dos años para trabajar como traductor.
Inició su obra literaria en inglés, aunque a partir de 1908 creció su interés por la lengua portuguesa.
Su obra es una de las más originales de la literatura portuguesa y fue, junto con Sá Carneiro, uno de los introductores en su país de los movimientos de vanguardia.
A partir de 1914 proyectó su obra sobre tres heterónimos: Ricardo Reis, Álvaro de Campos y Alberto Caeiro, para quienes inventó personalidades divergentes y estilos literarios distintos. Frente a la espontaneidad expresiva y sensual de Caeiro, Ricardo Reis trabaja minuciosamente la sintaxis y el léxico, inspirándose en los arcadistas del siglo XVIII. Álvaro de Campos evoluciona desde una estética próxima a la de Whitman hasta unas preocupaciones metafísicas en la tarea de explicar la vida desde una perspectiva racional.
Sobre estos desdoblamientos del poeta en varias personalidades, se reflejan sus distintos yos conflictivos, y elabora su propia obra poética, a veces experimental, una de las más importantes del siglo XX y que en su mayor parte permaneció inédita hasta su muerte.
Su poesía, que supone un intento por superar la dualidad entre razón y vida, fue recogida en los volúmenes Obras completas: I. Poesías, 1942, de Fernando Pessoa; II. Poesías, 1944, de Álvaro de Campos; III. Poemas, 1946, de Alberto Caeiro; IV.Odas,1946, de Ricardo Reis; V. Mensagem, 1945; VI.Poemas dramáticos; VII. y VIII. Poesías inéditas, 1955-1956.
Respecto a su vida sentimental, Pessoa conoció en 1920 a Ophelia Queiroz, con quien inició una relación amorosa que terminó en el año 1931.
Su estilo literario se enmarca dentro del movimiento modernista, escribiendo tanto en inglés como en portugués, y destacando por la utilización de heterónimos con el afán de inculcar a sus textos diferentes perspectivas y estilos, empleando para ello personalidades ficticias e independientes como Bernardo Soares, Chevalier de Pas, Alexander Search, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos o Ricardo Reis, con los que desarrolla variados enfoques de su talento literario.
Cultivó la poesía y el ensayo, escribiendo la colección de poemas "Mensaje" (1934), su único libro publicado cuando estaba con vida al margen de sus escritos en las revistas citadas.
También su pluma legó "Ultimatum" (1917), una obra en la cual se dedicaba a comentar el trabajo de algunos famosos literatos europeos.
Su obra ensayística ha sido recogida en Páginas íntimas de autointerpretación (1966), Páginas de estética y de teoría y crítica literarias (1967) y Textos filosóficos (1968).
En 1982 apareció Libro del desasosiego, compendio de apuntes, aforismos, divagaciones y fragmentos del diario que dejó al morir.
Fue su título más popular, una novela inacabada escrita en forma de diario que fue publicada después de su muerte.
Pessoa falleció en Lisboa el 30 de noviembre de 1935. Tenía 47 años.

martes, 4 de septiembre de 2012

Carta que se le encontró a un ahogado- Parte IV- Guy de Maupassant


Carta que se le encontró a un ahogado
Parte IV
El día clareaba poco a poco.
Eran las tres de la madrugada.
Lentamente una inmensa claridad invadía el cielo.
La canoa tropezó con algo.
Me incorporé: habíamos llegado a un islote.
 Permanecía en éxtasis, encantado.
Frente a nosotros, en toda la extensión, el firmamento se iluminaba de un rojo violáceo, salpicado de nubes entrelazadas semejantes a un humo dorado.
El río estaba de color purpúreo y tres casas de la orilla parecían arder.
Inclinéme hacia mi compañera para decirle:
Mire usted.
Pero me callé de pronto enloquecido y solamente la vi a ella. 
También ella estaba bañada en la luz rosada, un rosa de carne mezclado con un poco del matiz del cielo.
Sus cabellos eran de color de rosa, de color de rosa eran también sus ojos y sus dientes, su traje, sus encajes, su sonrisa.
 Todo era del color de rosa. 
Y tan enloquecido estaba que creí tener a la aurora ante mí.



   Se levantó dulcemente tendiéndome sus labios. 
Inclinéme hacia ellos, estremecido, delirante; sintiendo muy bien que iba a besar el cielo, la dicha, un sueño convertido en mujer, un ideal descendido a la humanidad.
   Pero entonces ella me dijo:
   —Tiene usted una oruga en el pelo.
   ¡Y por esto sonreía!
   Me pareció que había recibido un fuerte golpe en la cabeza.
   De pronto sentíme como si hubiera perdido toda la esperanza que tenía en el mundo.
   Esto es todo, señora. Es pueril, tonto, estúpido. Desde ese día creo que no amaré jamás... Pero... ¿quién sabe?"




   El joven sobre cuyo cuerpo se halló esta carta fue sacado ayer del Sena, entre Bougival y Marly.
 Un marinero compasivo que lo había registrado para saber su nombre presentó el papel que acabamos de copiar. 


Carta que se encontró a un ahogado Parte III-Guy de Maupassant


Carta que se encontró a un ahogado
Parte III
Guy de Maupassant


Creí se enfadaría, mas no fue así.
—¡Qué verdad es eso! —murmuró.
Quedéme estupefacto. ¿Habría comprendido?
Poco a poco nuestra barca se acercó a la orilla, penetrando bajo un sauce, que la detuvo.
Tomando a mí compañera por el talle, acerqué con dulzura los labios a su cuello.
Pero me rechazó con un movimiento irritado y brusco, diciendo:
—¡Suélteme! ¡Es usted un grosero!
Procuré atraerla.
Ella se defendía y, agarrándose al árbol; por poco vamos al agua.
Juzgué prudente desistir de mis pretensiones.

Entonces ella dijo:
—Le ruego que siga remando. ¡Estoy tan bien aquí! ¡Sueño! ¡Es tan agradable!
Después, con un poco de ironía en el acento, añadió:
—¿Tan pronto ha olvidado usted los versos que acaba de recitar?
Era justo. Callé.
—Vamos, reme usted —me dijo, y cogí de nuevo los remos.
Empezaba a parecerme la noche muy larga, y ridícula mi actitud.
Mi compañera me preguntó:
—¿Quiere usted hacerme una promesa?
—Sí. ¿Cuál?
—Permanecer tranquilo y correcto, discretamente, mientras yo...
—¿Qué?
—Verá usted. Quisiera echarme en el fondo de la barca, a su lado, mirando las estrellas.
—Comprendo —exclamé.
—No, no comprende usted —replicó ella—. Vamos a echarnos uno al lado del otro; pero le prohíbo que me toque, que me abrace; en fin..., que..., que me acaricie...
Prometí. Entonces ella advirtió:
—Si hace usted un movimiento inconveniente, haré zozobrar la barca.

Y nos echamos en el suelo, uno al lado del otro.
 Los vagos balanceos de la canoa nos mecían.
Los ligeros rumores de la noche, llegando más distintos al fondo de la embarcación, nos hacían vibrar, estremeciéndonos.
¡ Sentía crecer en mí una extraña y punzante emoción, una ternura infinita, algo como una necesidad de abrir los brazos para estrechar en ellos alguna cosa, y el corazón para amar, de entregarme a alguien, de entregar mis pensamientos, mi cuerpo, mi vida, todo mi ser!
Mi compañera murmuró como en un sueño:
—¿En dónde estamos? ¿Dónde vamos que parece que abandono este mundo? ¡Qué dulzura más grande! ¡Oh! Si me amara usted... un poco.
El corazón me latía con violencia.
Nada pude responder; me pareció que la amaba.
No sentía ningún deseo violento.
Estaba muy bien de aquel modo a su lado; me parecía suficiente aquello.
Y permanecimos largo rato, largo rato, inmóviles.
Nos habíamos cogido una mano; una fuerza misteriosa nos contenía: una fuerza desconocida, superior, una alianza pura, íntima, absoluta de nuestros cuerpos que eran el uno del otro sin tocarse.
¿Qué significaba aquello? ¿Lo sé yo? ¿Amor quizá?

Carta que se encontró a un ahogado Parte II-Guy de Maupassant

Carta que se encontró a un ahogado
Parte II-
Guy de Maupassant

Una noche me tropecé con una encantadora personita, muy exaltada, la cual, para satisfacer una fantasía poética, quería pasar la noche conmigo en una lancha, en medio del río; yo hubiera preferido un cuarto y una cama, pero, a pesar de todo, acepté la barca y el río.
Estábamos en el mes de junio.
Mi amiga había escogido una noche de luna para dar rienda suelta a su exaltacion.
Comimos en un ventorrillo, a la orilla del agua, y a las diez nos embarcamos.
La aventura me parecía estúpida; pero como mi compañera me gustaba, no me enfadé.
Sentándome en el banco frente a ella, tomé los remos y partimos.


No podía negar que el espectáculo era encantador.
Bordeábamos una isla montañosa, llena de ruiseñores, y la corriente nos impulsaba rápidamente por el agua, cubierta de reflejos plateados.
Por doquiera oíamos el grito monótono y claro de los sapos; croaban las ranas en las orillas, y los rumores del agua corriente formaban alrededor nuestro un sonido confuso, casi imperceptible, inquietante, que nos daba una vaga sensación de miedo misterioso.
El encanto de las noches cálidas y de las aguas brillantes con el reflejo de la luna nos invadía.
Daba gusto vivir y, navegando de aquel modo, soñar y sentir al lado de una mujer tierna y hermosa.
Encontrábame algo conmovido, emocionado, embriagado por la claridad de la luna y con la obsesión de mi compañera
"Siéntese usted a mi lado", me dijo.
Obedecí.
Ella repuso: "Dígame versos".
Pareciéndome demasiado, me negué a complacerla.
Insistió.
Decididamente le gustaban las cosas por todo lo alto; quería que se tocara la cuerda del sentimiento a toda orquesta. desde la luna hasta la rima.

Acabé por ceder y le recité, por burla, una deliciosa composición de Luis Bouilhet, cuyas estrofas dicen:

Odio ante todo al lacrimoso vate
que frente al estrellado firmamento
musita un nombre, al que sin Lisa o Juana
le parece vacío el universo.



¡Oh, qué graciosa gente la que cuelga

faldas sobre la fronda de los llanos,
y en la verde colina cofias blancas
para que el mundo tenga algún encanto!



¿Qué sabe de la música divina,

vibrante voz de la Natura eterna,
quien no gusta de ir solo en las cañadas
y al susurrar del bosque sueña en hembras?

domingo, 2 de septiembre de 2012

Carta que se encontró a un ahogado Parte I- Guy de Maupassant


CARTA QUE SE ENCONTRÓ A UN AHOGADO
Guy de Maupassant




“ ¿Me pregunta usted, señora, si me burlo? ¿No puede usted creer que un hombre no haya sentido jamás amor?
Pues bien: no, no he amado nunca, nunca.
¿De qué depende eso?
No lo sé... Pero no he sentido jamás ese estado de embriaguez del corazón que llaman amor.
Jamás he vivido en ese ensueño, en esa locura, en esa exaltación a que nos lanza la imagen de una mujer, ni me vi nunca perseguido, obsesionado, calenturiento, embebecido por la esperanza o la posesión de un ser convertido de pronto para mí en el más deseable de todos los encantos, en la más hermosa de todas las criaturas, más interesante que todo el universo.
En mi vida he llorado ni he sufrido por ninguna de ustedes.
Tampoco he pasado las noches en vela pensando en una mujer.
No conozco ese despertar que su pensamiento y su recuerdo iluminan.
No conozco tampoco la excitación enloquecedora del deseo, cuando se le espera, y la divina melancolía sentimental, cuando ella ha huido, dejando en el cuarto un perfume sutil de violeta y de carne.
Jamás he amado.
Muy a menudo me he preguntado a qué es esto debido y, verdaderamente, no lo sé muy bien.
Aunque llegué a encontrar varias razones, se refieren a la metafísica, y no sé si las apreciará usted.
Analizo demasiado a las mujeres para dejarme dominar por sus encantos.
Pido a usted mil perdones por esta confesión que explicaré.
Hay en toda criatura dos naturalezas diferentes: una moral y otra física.
Para amar tendría que descubrir, entre esas dos naturalezas, una armonía que no hallé jamás.


Siempre una de las dos hállase a mayor altura que la otra; unas veces la naturaleza física, y otras la moral.
La inteligencia que tenemos el derecho de exigir a una mujer para amarla no tiene nada de común con la inteligencia viril.
Es más y es menos.
Es menester que una mujer tenga el entendimiento franco, delicado, sensible, fino, impresionable
No necesita dominio ni iniciativa en el pensamiento, pero es menester que tenga bondad, elegancia, ternura, coquetería y esa facultad de asimilación que en poco tiempo la hace semejante al hombre, cuya vida comparte.
Su primerísima cualidad debe ser la sutileza, ese delicado sentido que es para el alma lo que el tacto es para el cuerpo.
La revelan mil cosas insignificantes: los contornos, los ángulos y las formas en el orden intelectual.

Las mujeres bonitas, en general, no tienen una inteligencia en consonancia con su persona.
A mí, el menor defecto de concordia me hiere la vista al primer momento.
Esto no tiene importancia en la amistad, que es un pacto en el cual se transige con los defectos y las cualidades.
Se puede, al juzgar a un amigo o a una amiga, dándose cuenta de sus buenas condiciones, prescindir de las malas y apreciar con exactitud su valor, abandonándose a una simpatía íntima, profunda y encantadora.
Para amar, hay que ser ciego, entregarse completamente, no ver nada, no razonar, no comprender. 
Hay que hallarse dispuesto a adorar las debilidades tanto como las bellezas y, para esto, renunciar a todo juicio, a toda reflexión, a toda perspicacia.
Soy incapaz de cegarme hasta ese punto y muy rebelde a la seducción no razonada.
Pero no es esto todo.
Tengo tan elevado concepto de la armonía, que nada realizará nunca mi ideal.
¡Va usted a tacharme de loco!
Escúcheme.
Una mujer, a mi juicio, puede tener un alma deliciosa y un cuerpo encantador, sin que su alma y su cuerpo estén perfectamente de acuerdo.


Quiero decir que las personas que tienen la nariz de una forma especial no pueden pensar de cierto modo.
Los gruesos no tienen el derecho de usar las mismas palabras que los delgados.
Señora: usted, que tiene los ojos azules, no puede observar la existencia, juzgar las cosas y los acontecimientos como si tuviera los ojos negros.
Los matices de su mirada deben corresponder fatalmente con los matices de su pensamiento.
Para comprender todo esto tengo el olfato de un perro perdiguero.
Ríase si le place, pero es tal como lo digo.
Creí, sin embargo, haber amado un día durante una hora.
Me dejé dominar tontamente por la influencia de las circunstancias que nos rodeaban.
Me había dejado seducir por un espejismo boreal.
¿Quiere usted que le refiera esta historia?

martes, 7 de agosto de 2012

Agotamiento-Carl Sandburg

II. Agotamiento
(Versos basados en ciertos arrepentimientos que trae consigo
la meditación sobre las caras maquilladas de las mujeres que
pasean por North Clark Street, Chicago)
( Carl Sandburg)


Rosas,
rosas rojas,
aplastadas
en la lluvia y el viento
cual bocas de mujeres
aplastadas por los puños
de los hombres que las usan.
Oh, capullos de rosa
y hojas rotas
y volutas de pétalos:
así tú, que de tal modo arrojaste tu carmín
al sol
tan sólo ayer.

III. El hogar
He aquí algo que anhela mi corazón fuera, ojalá, más
corriente en el mundo:
una noche lo oí suspenso en el aire, al escuchar
a una madre que arrullaba a su hijo intranquilo y enojado
en las tinieblas.

L´innamorato parla della rosa nel suo cuore-William Butler Yeast

L´innamorato parla della rosa nel suo cuore
William Butler Yeast

Tutte le cose prive di grazia e spezzate
tutte le cose logoro e vecchie,
Il pianto di un bambino a lato della strada,
il passo affaticato dell`aratore
Sono cose che stanno facendo torto la immagine di te
che fa fiorire ,una rosa nelle profonditá del mio cuore.

Le cose mal fatte sono un male cosi grande da non potersi dire
Io bramo di construirle di nuovo
e sedere su una collinetta verde in disparte
Con la terra e il cielo e l´acqua, rifatti
simili uno scrigno d'oro
Per i miei sogni dell´ immagine di te
che fa fiorire,una rosa nelle profonditá del mio cuore.

domingo, 10 de junio de 2012

El amante habla de la rosa en su corazón -William Butler Yeats

El amante habla de la rosa en su corazón
William Butler Yeats



Todas las cosas feas y rotas,
todas las cosas gastadas y viejas,
El llanto de un niño junto al camino,
el crujido de una carreta cargada,
Los pasos pesados del arador;
sobre el moho del invierno,
Están dañando tu imagen,
que hace brotar una rosa en el fondo de mi corazón.

El mal de las cosas informes
es un mal demasiado grande para ser dicho;
Añoro crearlas de nuevo y sentarme lejos en una verde loma,
Con la tierra y el cielo y el agua,
vueltos a hacer, como un cofrecillo de oro
Para mis sueños de tu imagen 
que hace brotar una rosa en el fondo de mi corazón.